Aviso:

Algunas de las historias que escribiré pueden contener contenido calificado "Para Adultos", si lo lees sin ser mayor de edad será bajo tu propia responsabilidad...

MIS OBRAS

Algunas personas ayudan a compartir las historias que gente como yo realizamos, poniendo los enlaces de descarga en sus propios blogs. Si eres uno de ellos, por favor, recuerda siempre añadir quien es el autor de la obra.
Gracias!

lunes, 31 de mayo de 2010

Saga "La Mediadora", El comienzo Capítulo 4 : Buscando a Gina Banks

No tardamos mucho en llegar a South Shore. El Beetle iba a todo correr entre las calles de Chicago. No estoy segura de si Vince estaba más preocupado por mantenerse en el asiento o por si iba a ensuciar la tapicería con lo que había sido su desayuno, pero lo que estaba claro es que maldijo en alto unas cuantas veces antes de que terminase de estacionar.
El centro cultural estaba casi en la entrada del barrio, pero preferí hacer primero un poco de investigación en los alrededores. Visité unas cuantas cafeterías tratando de sonsacar algo a los camareros y, aunque creí que nunca sería capaz de decirlo, mi estómago dijo que si tomaba un sólo café más iba a provocarme una úlcera de por vida después de vomitar.
Cuando ya casi había perdido las esperanzas me topé con un grupo de chiquillos jugando con piedras en una pequeña placeta aislada. El juego era como los que yo había jugado de pequeña, donde se pintan unos cuadrados en el suelo y lanzas una pequeña chanfleta para luego ir saltando a la pata coja a buscarla. Me acerqué bastante hasta ellos tratando de hacerles unas preguntas, pero ellos me ignoraron y siguieron con su juego. Debían ser de los pocos niños que sí hacían caso a sus padres con lo de “no habléis con los extraños”, porque ni uno sólo alzó la cabeza.
Vince tiraba de mí para irnos, pero yo me negaba.


-Te digo yo que aquí donde los ves, ignorándonos, si pasase algo por los alrededores y tuviese que acudir la policía, estos briboncillos darían nuestras descripciones con pelos y señales- le susurré- Normalmente los niños tienen una memoria impresionante, son esponjas absorviendo toda la información que les rodea.


Vince seguía en sus trece, pero yo me zafé de su agarre y di un paso al frente, metiéndome de lleno en una de las líneas de su juego.


-¡Oiga señora! ¡Que no nos deja jugar!


-¡Coño, llevo un buen rato tratando de hablaros y hasta ahora creía que estábais sordomudos!


-No estamos sordos,- me espetó el más mayor- pero no la conocemos.


-Pero eso es fácil de arreglar, soy Eve, periodista del “Exclusive News”. Y éste es mi amigo Vince, el fotógrafo.


Le extendí mi mano para que la estrechase, y como pensé que iba a pasar, él la estrechó orgulloso de que lo tratase como a un mayor. Vince puso sus ojos en blanco pero no se atrevió a decir nada después de que le intimidase con un gesto de mi mano, bajándome las gafas de sol un poco y entrecerrando la mirada.


-Soy Scott...¡Hey! ¡Eres uno de esos montruos!- chilló en tanto retiraba rápidamente su mano como si lo hubiese quemado.


-No lo soy, tengo un problema genético que hace que se vean así. ¿Alguna vez has visto algubno de esos montruos de los que hablas andar por el día?


-Los Were lo hacen, a lo mejor eres un were.


Suspiré. Hacerles confiar en mí iba a ser más difícil de lo que creía.Puse mi mente a trabajar rápido y encontré algo que quizás hiciese que me ayudasen. Eso si sabían algo.


-Tampoco soy un were, ya te lo he dicho, soy periodista. ¿Tan malo es que quiera haceros unas preguntas y sacaros una foto? Si a mi jefe le gusta lo que consigo, quizás podríais salir en el periódico y...


-¿De verdad? ¿Qué quieres saber?- Scott ya no era reacio a mi persona, por lo visto una foto en un periódico era algo impresionante. Yo le sonreí.


-Simplemente necesito saber si habéis visto a esta mujer.


Les mostré una foto de Gina Banks y después de que la pasasen por todos sus pequeños ojos, una niña la reconoció. No estaba muy segura porque decía que la mujer que había visto estaba algo “estropeada” comparada con la fotografía, pero de que la había visto por el barrio en la zona más lejana sí, e incluso alguna vez por el centro cultural, pero siempre de noche.


¡Bingo!-pensé.


Tal y como había prometido, Vince tuvo que hacerles una fotografía. Les dije que si mi jefe no me dejaba publicarla, por lo menos les daría una copia. No les hizo tanta gracia pero se conformaron.
Estuvimos todo el día haciendo preguntas aquí y allá, pero seguimos sin saber donde residía.Paré en el centro cultural para comprobar cuando habría alguna representación nueva que quizás interesase a Gina Banks. Por suerte para mí hoy comenzaba a representarse una nueva obra,- una versión musical de Hamlet- así que me saqué una entrada cuando mi compañero no estaba pendiente de lo que hacía. Mis investigaciones me gusta más hacerlas sola y pensé que Vince estaba algo cansado ,así que lo llevé a su casa. Tenía su número de teléfono y llegado el caso de que lo necesitase, lo llamaría.
Comprobé mi reloj y eran pasadas las tres, así que tenía algo más de tres horas para que se hiciese de noche completamente e iba a aprovechar para dar una cabezadita por si tenía que estar de guardia durante mucho tiempo.
Llegué al piso y antes de acostarme llamé a Roberts para informarle de que iba a tener que hacer unas cuantas horas nocturnas para el trabajo que me había pedido. Por supuesto él maldijo en todos los idiomas que se ocurrieron, pues las horas extras- sobre todo las de noche- constaban en mi contrato en un salario altamente superior al de las horas diurnas. Traté de explicarle que estaba tras una pista importante sobre el paradero de Gina Banks y cuando por fin escuchó me dijo que lo hiciese, no antes de maldecirme de nuevo. Yo me reí en tanto me colgaba todo furioso.


Sí señor, mi jefe y yo vamos a hacer un buen tandem: él me maldice y yo en respuesta me río en su cara,- o por teléfono, dado el caso- con lo cual lo saco más de quicio. Punto para mí esta vez.


Saqué mi ropa y toda la munición que cargaba en un suspiro, puse la alarma en el reloj y me arrojé en la cama. Dudé un poco y al final me levanté para cojer mi Beretta de 9mm y depositarla bajo mi almohada, muy cerca de donde suelo poner mi mano. No sé por qué, pero siempre he creido que algún día me podría auxiliar allí metida, Por favor no me llaméis paranoica, sé que realmente lo soy, pero a nadie le gusta sentirlo en los labios de otro que no sea uno mismo.


Dormí muy a gusto después de sentirla un par de veces y entrar en ese sueño profundo. Lo malo vino cuando la alarma sonó a la hora fijada y Mina entró en mi habitación a la vez. Antes de que pudiese decir nada yo estaba apuntándole en el centro de la frente tras haberme incorporado en posición de disparo.


-¡Jesus! Se que un día tengo que morir como todo el mundo, pero por favor no lo adelantes tratando de asustarme. Cualquier día lo consigues, tengo el corazón rozando la campanilla de mi garganta.


-¡Tú si que me asustaste! ¿No te enseñó tu mamaíta a llamar antes de entrar?


Mina se cruzó de brazos, toda enfurruñada, y me espetó.- Recibí una llamada de Micky, diciéndome que no habías perdido el tiempo en solicitar horas extras nocturnas, así que pensé que quizás te habías echado un rato para mantenerte despierta esta noche.


-Tengo mis motivos, lo que me ha encargado tu querido Micky requiere que trabaje en la noche. Y hablando de eso...¿por qué cojones me has puesto en un listón tan alto frente a él? ¡Me ha pedido que haga una investigación que ninguno de los otros periodistas más expertos ha conseguido!


Mina se tapó la boca avergonzada- Yo sólo quería asegurarte el puesto, no hacer que hagas algo que te sea imposible. Quizás si me dices de qué se trata...


Le señalé con un dedo alzado- Yo no he dicho que me sea imposible, sólo que creía que empezaría por alguna cosa estúpida, como perseguir al cantante de turno que todas las niñatas quieren y hacer una entrevista absurda donde me cuente cual es su color favorito o qué comida le guste más, no que me mande a localizar a... ¿Sabes qué te digo? ¡Que no te voy a decir nada, no me vas a pisar la noticia! Os demostraré a todos que soy capaz de lograrlo, y cuando acabe le meteré las facturas de todos los sitios a los que tengo que ir a Micky, posiblemente en el culo para que vea que no me hace gracia trabajar haciendo extras.


Eso último hizo sonreir a Mina en tanto salía- Sería bueno verlo, lo de Micky poniendo la cara tiesa y preguntándome si es por la cantidad de dinero de las facturas o por si es por culpa de por donde las estaría leyendo...


Le tiré una almohada a la cabeza y casi hago blanco. Mina sabía lo que le iba a hacer y estaba preparada.
Tras este amago de diversión me fui a ducharme porque tanto vaivén por Souht Shore me había dejado pegada a mi ropa por culpa de mi gruesa chaqueta que, a pesar de ser muy acogedora para el frío de la calle, era muy caliente para callejear dentro del coche. No me la había quitado en todo el día para que Vince no me viese la funda del arma.


Miré en mi armario para buscar algo que encajase con la perspectiva de que iba a ir a ver un espectáculo, aunque realmente no era ese el asunto. Un top ajustado en color rojo, de mangas amplias y unos pantalones negros casuales entraban dentro del grupo arreglada-pero-informal que me gustaba más para lucir. Unos botines de tacón ligero por si hay que correr tras la noticia y un intento de amagar mi cabello y estaría preparada. Lo de los botines fue fácil, amagar mi cabello fue otra cosa. Lo recogí en la parte superior con un par de horquillas y la parte de atrás quedó suelta, salvajemente ondulada, y era lo único que mi pelo iba a dejarme hacerle. Un mechón de flequillo se soltó a un lado de mi frente y recé por que el resto no se soltase antes de darme unos toques de maquillaje y comenzar a ponerme las armas. Las muñequeras de mis cuchillos no asomarían si tenía cuidado con los movimientos en mi brazo y el arma no podía llevarla donde siempre si iba a tener que quitarme el abrigo. Lo mejor que podía hacer era meterla en mi bolso. Metí también la grabadora y la libreta que Vince me había dado junto a mi nuevo teléfono del trabajo. Agregué unos pequeños prismáticos y di gracias al cielo de que mi bolso era enorme. Un chequeo rápido y estaba lista.


Cogí el ascensor para bajar a los aparcamientos subterráneos y coger mi Beetle. El chico que trabajaba como guarda del aparcamiento ya me había visto unas cuantas veces entrar y salir de allí, así que en cuanto vio mi coche acercándosele, levantó la barrera y me dedicó un amable saludo antes de volver a sus asuntos dentro de su caseta.


Souht Shore parecía no haber cambiado desde que me fui. Salvo porque ya era de noche, la gente seguía caminando de acá para allá con el mismo fervor que a la luz del sol. Era un barrio muy dedicado a la diversión.
Esperé hasta el último aviso de que el espectáculo empezaba para entrar, tratando de ver a todos los que iban a verlo por si Gina estaba entre ellos. No hubo suerte. Quizás ya estuviese en el centro antes de mi llegada y por eso no la había visto, o incluso pensé que para mi mala suerte esta noche no vendría.
Caminé por el pasillo hasta las escaleras que me conducía al palco que había pedido. Pertenecía a la fila de palcos más alta, en la zona frente al escenario,por lo que tuve que subir tres plantas para acceder a él. Era un palco pensado para dos personas, así que tenía una buena porción de espacio por la que poder mirar a todos lados y comprobar todo.
La gente parecía pequeña desde allí, tantas cabecitas en sus asientos, esperando pasárselo bien. Mi visión de sus rostros no era la mejor pero para eso me había traído mis prismáticos.
La obra arrancó con suaves acordes de violín y yo comencé a escanear todo con los prismáticos. La luz en la sala era ahora tenue y los focos estaban enfocados en la representación del escenario, donde unos jóvenes cantaban ópera. Me pareció ver a Gina en un par de ocasiones, pero no era ella. Para cuando terminé con todas las butacas de la parte inferior estaba mareada con tanto rostro. Sólo había tenido un momento de diversión cuando pillé a un muchacho tratando de meterle mano a la chica que tenía al lado y ella le dió un manotazo, aunque luego se dieron un besito para hacer las paces.
Seguí haciendo un barrido por la primera planta de palcos y tampoco me fue mejor. En la segunda planta tuve suerte. El palco que estaba más cerca del escenario en la zona de la derecha tenía como ocupantes a una mujer y un hombre. Él se veía apuesto y elegante, embutido en un traje de chaqueta gris osuro bastante ajustado, mientras deslizaba ligeramente un par de dedos por el brazo de ella, que se estremecía con cada toque por parte del hombre. Ella tenía el rostro apagado y triste. Estaba segura de que esa mujer era Gina Banks aunque lucía ligeramente decaída y poco tenía que ver con la imagen sonriente y esplendorosa de la foto que yo llevaba conmigo.
El primer acto terminó justo en ese momento y todo el mundo se levantó para tomar un descanso en las cafeterías instaladas en cada planta. Yo iba a marcharme hasta la zona donde estaba Gina, pero la mirada sorprendida que el hombre dedicó en mi dirección me alertó de que a lo mejor me había pillado observándolos. Antes de salir corriendo por las escaleras hasta allá me percaté de que él no me estaba mirando a mí, sino al palco al lado del mío.
Quité los prismáticos de mis ojos y giré la cabeza hacia mi izquierda. En ese momento vi a Constantin Dinescu en el palco de al lado, de pie como si fuese a salir de allí y mirándome divertido, quizás por la cara de sorpresa que tuve al verlo.
No me lo pensé dos veces para irme, agarrando mi bolso y el abrigo en un puñado. Mientras iba hacia la zona de la derecha para alcanzar a Gina estuve pensando. Ese hombre estaba sorprendido al ver a Constantin, quizás era uno de sus sirvientes y había hecho algo para temerlo. Si era así no creo que se quedasen para ver el final de la obra, así que me acerqué a la salida a esperarlos.
No había recuperado el aliento cuando los vi dirigirse hacia un taxi. Salté como una loca hacia donde había dejado mi Beetle. Tiré el bolso y el abrigo al asiento de al lado, me puse el cinturón y arranqué.
El taxi dió unos cuantos rodeos antes de encaminarse por fin a su destino, la zona más alejada de Souht Shore, a unas tres manzanas de donde yo había estado hablando con Scott y los demás niños. Aparqué a doscientos metros de ellos y salí corriendo en su dirección tras haber metido mi Beretta en la parte de atrás de mi cintura.
El hombre la conducía hacia las escaleras de un edificio medio ruinoso, llevándola cogida del brazo. Ella intentó retirar su brazo, pero él apretó un poco más. Gina soltó un leve quejido y no lo intentó de nuevo. Yo estaba ya a unos metros escasos de ellos cuando grité.


-¡Gina!


Los dos se giraron hacia mí. Ella llevaba un par de lágrimas deslizándose por su rostro a causa del dolor que palpitaba en su brazo y él me miraba con ojos entrecerrados.


-¿Qué quieres?- me dijo en tono furioso.


Yo lo ignoré y me centré en el rostro de Gina- ¿Eres Gina Banks, verdad?, hay un montón de gente preocupada por saber donde estabas. Pensaban que te había ocurrido algo. Soy...


-¡Déjanos en paz!- el tono amenazante con el que él me habló me indicó que allí había algo más que un tórrido romance oculto. Aquí pasaba algo.


-¡Ayúdame!


Esas palabras fueron las únicas que Gina me pudo decir porque él la empujó hacia la pared, haciendo que se estrellase y cayese desplomada antes de dirigirse hacia mí. Antes de poder moverme recibí un fuerte golpe en el pecho y un pequeño destello me cegó por un par de segundos. Sentí al hombre chillar echándose hacia atrás, con los ojos totalmente rojos y unos colmillos sobresaliéndole de la boca.


-¡Joder, eres un vampiro!- le grité antes de pegar un par de saltos karatecas que me ayudaron a lejarme de él. Estaba recuperando el aliento y cogiendo mi arma a la vez para apuntarle. Sentí un ligero chorro líquido cayendo sobre mi pecho. Toqué sobre él sin apartar la vista del vampiro y elevé mis dedos para comprobar que él me había arañado y hecho una herida por la que sangraba. Mi amuleto no estaba.y un pequeño zumbido comenzó a sonar en mi cabeza.


-¿Qué eres? ¿Qué me hiciste?- el vampiro sonaba a shockeado, pero ya se estaba recuperando y volvió a la carga.


No se por qué, pero esta vez lo ví venir hacia mí y me preparé para bloquear su golpe. Mis movimientos eran ahora más gráciles y lo sorprendí tratando de endosarme otra garra en el brazo donde llevaba el arma. Le pegué un codazo y estoy segura de que si necesitase respirar hubiese echado todo el aliento por el golpe, pero me conformé con sentirlo gruñir de dolor.
Le apunté con el arma en el pecho, justo en el corazón.


-Yo que tú no trataría de lastimarme de nuevo, te metería un balazo en el corazón.


-¡Eres idiota, las balas no me hacen daño!- escupió.


-Puede ser, pero voy a comprobar la teoría esa de que si son de plata te voy a dejar seco- le contesté yo.


Abrió mucho los ojos y volvió a la carga tratando de morderme. No le dí tiempo a nada porque disparé y la bala se le incrustó justo donde le dije, lanzándolo hacia atrás en una postura grotesca.
Recibí un golpe en la mano donde portaba el arma, y salió despedida hacia la pared donde estaba Gina tendida.
Dos vampiros más estaban sobre mí tratando de golpearme de nuevo, Serían sus compinches y yo no estaba dispuesta a dejarme ganar. Los empujé con un par de golpes de mis piernas al saltar. Caí rodando por el suelo mientras uno de ellos me perseguía. Iba a echarse sobre mí cuando yo estaba apoyada con una de mis rodillas en el suelo y la otra pierna flexionada delante de mis manos. Para cuando él trató de cogerme yo había sacado uno de los cuhillos y lo estaba pasando por su pecho, rumbo al corazón. Cayó inerte a mis pies.
Escuché un forcejeo a unos pasos y giré para ver al señor Dinescu luchando contra el otro vampiro. La palabra exacta no era que luchaba, más bien bailaba sobre él en ligeros movimientos empuñando una katana. Para cuando terminó su “baile” el vampiro estaba cortado en pedacitos.
Se encaminó hasta Gina y la recogió suavemente entre sus brazos tras sacar la llave que abría la entrada al piso.


-No es el lugar ideal para que tuviesemos un encuentro, pero es lo que hay. Por favor, acompáñame para dejar descansar a la señorita en su cama.


-¿Y no habrá más de estos por allí?- dije señalando hacia los vampiros tirados en el suelo.- No puedo irme antes de llamar a la policía y contarles lo que ha pasado. Soy respònsable de sus muertes.


-Elliot se encargará de avisarlos y esperarlos. Ven conmigo, o cuando esta mujer despierte estará asustada al verme. Además, Bernie Prescot no está muerto, las balas de plata solo nos retrasan a la hora de curarnos.


Lo pensé un poco, pero al final lo seguí tras recoger mi arma.

miércoles, 26 de mayo de 2010

"La Mediadora" El Comienzo Capítulo 3: El "Exclusive News"

El hombre se acercó educadamente, saludando con una reverencia muy anticuada y una sonrisa en sus labios. Su aspecto me había parecido vulgar cuando lo vi de espaldas, pero ahora que lo tenía ante mí su aspecto me recordaba vagamente al que se usaba en la época de los años veinte, con un fino bigote muy recortado y su pelo engominado con una raya inmaculadamente perfecta en el lado izquierdo de la cabeza. El traje marrón tenía rayas diplomáticas y se ajustaba bastante alrededor de su cuerpo.


-Buenas noches, señoritas.


Como si por mi mirada hubiese sabido lo que estaba yo pensando después de su saludo se colocó un sombrero que llevaba en su mano derecha y el aspecto pasó a ser completamente el de Elliot Ness a falta de la ametralladora.y la gabardina. Apuesto a que si llevase la chaqueta abierta podría ver que se sujetaba los pantalones con los típicos tirantes de entonces. Tuve que ahogar una risita por mi pensamiento y centrarme en qué diablos quería este desconocido. Mis manos se pusieron por su cuenta en una postura lo suficientemente cómoda como para que pudiera sacar mis cuchillos al menor movimiento inadecuado por parte de él.


-¿Qué desea señor...?-Mina estaba curiosa y seguro que había visto a este hombre en el restaurante.


-Handfried, me llamo Elliot Handfried.- volvió a hacer una reverencia, esta vez con la cabeza únicamente, y pasó su mirada hacia mí.- Mi señor le envía una invitación y espero por su respuesta.


Me había hecho gracia que también se llamase Elliot como en mi pensamiento, pero no me ocupé de eso porque estaba ya tendiéndole la mano para que me diera un sobre que había sacado de un bolsillo interno en su chaqueta. En el sobre había una tarjeta blanca con una letra perfecta en color negro en la que se podía leer: “En el restaurante captó mi atención, y quisiera poder invitarla a mi casa para poder conocerla mejor. Espero impaciente por su respuesta. Constantin D.”


¿Que yo había captado su atención? Creo que más bien quería decir que mis ojos eran los que habían captado la atención de él. En poco más de dos segundos estaba analizando ese par de frases. Punto uno: mis ojos. Punto dos: No sabía mi nombre, si no lo hubiese escrito en la tarjeta. Punto tres: Es un vampiro y este hombre le llama “mi señor”, cosa que no soporto. Punto cuatro: Tiene que estar acostumbrado a que, al decir frases como esas, las mujeres caigan rendidas a sus pies.Punto cinco: ha dado con un hueso duro de roer. Yo no me dejo impresionar tan facilmente.
Elevé mis ojos de la tarjeta hasta poder ver los suyos, él seguía esperando mi respuesta y tenía cara de no moverse de allí hasta tener una que llevar a “su señor”.


-Señor Handfried...


-Elliot por favor, señorita...


-Pues verá Elliot, ese es uno de los problemas. El señor Dinescu no sabe ni siquiera cómo me llamo o quién soy y se atreve a invitarme a su casa. Dígale a su señor que no tengo costumbre de salir con desconocidos, y menos aún cuando éstos no son capaces de hacer la oferta por ellos mismos y mandan a un lacayo para eso. Dígale que declino su oferta.- Eso lo dije mordiéndome el labio para no decir que no salía con chupasangres, pero hubiese sido muy grosero y no sé cómo podría reaccionar él al saberlo. Este “Rendfield” seguro que le decia lo que yo le había dicho dando todo lujo de detalles.


-Señorita, por favor, le aseguro que no tiene ninguna mala intención. Si lo desea puede ser en un lugar público, pero mi señor pensó que quizás le gustaría estar en un sitio cómodo.


-Mi respuesta sigue siendo no, ahora si me disculpa, tengo que irme.


No esperé a su reacción, tiré del brazo de Mina que estaba mirándome ansiosa y nos alejamos de allí hacia Hyde Park. Yo de todos modos mantuve mi atención en cualquier persona que veíamos por el camino, esperando problemas, pero nada sucedió. Mina había estado tratando de hablarme todo el tiempo, pero yo le había hecho señas de que esperase para poder concentrarme en nuestra defensa si llegaba a hacer falta. Cuando ya habíamos entrado en el ascensor para subir a casa, no se pudo aguantar más.


-¿Sabes cuánto tiempo llevo intentando que el maestro de la ciudad me conceda una entrevista? Y llegas tú hoy y el cretino te invita a su casa.


-El cretino no sabe a qué me dedico. Quizás si lo hubiese sabido no me habría invitado. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Le hubiese dicho que aceptaba si me dejaba entrevistarlo y así se hubiese negado.


-No sé por qué le tienes tanta manía a los vampiros. Si Micky se entera de que Constantin Dinescu quiere verte se frotará las manos pensando en la de tiradas que podría vender con una entrevista personal al amo de la ciudad. No ha dejado a nadie entrevistarlo desde que llegó aquí y la gente con la que se relaciona tampoco hablan, solo dicen frases del tipo de que es una buena persona y punto.


-¿Y no se te ha ocurrido pensar que quizás solo dicen eso porque los idiotiza con la mirada y les dicta lo que tienen que decir?


-Querrás decir que los hipnotiza, ¿no?


-Sé lo que he dicho. Una vez que alguien entra en tu mente, estás idiotizado. Puede hacer que hagas absolutamente todo aquello que quiera o desee.- sacudí mi cuerpo mientras lo decía- ¿Ves? Me dan escalofríos sólo de pensarlo.


El ascensor se detuvo en la planta veinticinco, la nuestra. Comencé a sacar las llaves para abrir porque le había pedido a Mina hacerlo yo para probar el toque de las llaves-todas tienen una forma peculiar para poder abrir una cerradura- y en un segundo me llegó un pensamiento, por lo que me giré rápidamente.


-Prométeme que no vas a contarle nada de esto a Michael Roberts. No quiero que me envíe para entrevistar al maestro-como-se-llame.


-Constantin...


La llave consiguió abrir cuando tiré un poco hacia arriba y la giré a la vez-Lo que sea.- dije mientras dejaba mi blazer en el ropero.- Lo primero que quiero hacer mañana es ir a buscar un coche así que me acostaré pronto.


Mina suspiró fuertemente y me dijo que nos ibamos a las nueve, me dio las buenas noches y se fue a su dormitorio. Yo me apresuré a la cocina a buscar algún pastelillo que saborear antes de dormir y después de comérmelo me lavé los dientes y me fui a la cama, no sin antes comprobar si el balcón que da a la terraza estaba bien cerrado y de ajustar las cortinas para no ver nada del exterior.
Me costó bastante dormirme, pero juro que cuando lo hice estoy segura de que si hubiese habido un terremoto de escala ritcher diez no me habría despertado. El viaje me había pasado una factura mayor de lo que pensaba, ¡y eso que estoy en plena forma!
Desperté a las seis y media . Me puse ropa de gimnasia y me fui directa a lo que para mí es un buen desayuno: café, acompañado de un zumo de naranja, un par de bollos de crema de chocolate y más café. Me apropié del gimnasio durante tres cuartos de hora y salí a correr por el parque una hora entera para compensar mi dulcemanía. Para cuando entré en el edificio Tim ya estaba en la portería colocando las cartas que había dejado el cartero en las respectivas casillas para cuando los residentes preguntasen por ellas. Lo saludé con la mano mientras continuaba por el portal hacia el ascensor bajando el ritmo de mis pasos, que pasaron de ir corriendo a caminata en un corto espacio de tiempo para evitar calambres. Mientras el ascensor bajaba hasta la planta baja aproveché para hacer estiramientos con las piernas, doblando una rodilla y manteniendo la otra pierna rígida para luego cambiar con la contraria.


-Señorita Eve, han dejado esto aquí para usted. ¡Que suerte! Nada más llegar a Chicago y ya tiene un admirador.


Tim se había acercado hasta mí con una gran sonrisa y un ramo de flores. Como me pilló de sorpresa lo cogí y le di las gracias. Justo en ese momento el ascensor se abrió y me metí después de despedirme de él. El ramo tenía colgado un sobre y dentro había una pequeña tarjeta que ponía: “Perdoneme si la he ofendido, no era esa mi intención. Constantín D.”
Si no supiese que cualquiera que me oyera dar un grito podría pensar que estaba fóbica por estar metida en un ascensor lo hubiese hecho de buena gana. No sé como infiernos se había enterado de donde vivo pero lo había conseguido. Desde luego no era muy dado a enrollarse dando explicaciones. Comencé a pensar el por qué quizás la gente no hablaba mucho de él, no era porque estuviesen idiotizados, más bien diría porque no era muy hablador.
Mina estaba levantada cuando entré en el piso, miró hacia el ramo y abrió la boca para hablar. Yo levanté mi dedo índice y señalandola la amenacé con que no dijera ni una sola palabra. Dejé el ramo sobre la mesa frente al sofá y me fui a ducharme.
Cuando estaba limpia y arreglada entré en el salón y el ramo estaba metido en un jarrón de cristal con agua, y Mina estaba preparada para que nos fuésemos. Gracias a Dios no hizo ningún comentario jocoso sobre el ramo.
Bajamos al aparcamiento para coger su coche y me dijo que había hecho unas llamadas a unos amigos que le habían comentado que hoy había una subasta de coches muy buena donde podría conseguir uno a muy buen precio.
La subasta estaba ubicada en las afueras de la ciudad, en la zona norte. Cuando llegamos no había todavía muchos compradores, así que tuve montones de coches para escoger. Bueno, montones no, que tengo que mirar por mis ahorros si quiero que me lleguen para un tiempo. Al final me decanté por un Volkswagen New Beetle en color negro con un par de años nada más. Lo consideran un vehículo para “nenas”, pero para mí era una buena opción por varios motivos: precio, pequeño tamaño para poder aparcar en cualquier sitio- después del tráfico que vi cuando llegué ayer me preocupaba mucho eso-,buena cilindrada, muchos extras y un color que me aseguraba buena cobertura si tenía que espiar a algún famoso por la noche. Además, me hicieron un buen descuento en el seguro por pagar en metálico. Así que ahí estaba yo, conduciendo mi nuevo coche tras el BMW de Mina ,más contenta que un niño con zapatos nuevos.
Dejamos el BMW en el garaje y nos fuimos en mi Beetle a dar unas vueltas para hacerme con las calles de Chicago. Para celebrar mi nueva adquisición la invité a comer a un restaurante chino, que era donde más nos gustaba ir a comer cuando estábamos estudiando.
Lo siguiente que hicimos fue ir a un centro comercial a curiosear en las tiendas, incluso me llevé un par de prendas de una tienda de ropa. Vimos una peli en el cine, cenamos pizza en el piso y nos arreglamos para salir. No vi a ningún “maestrillo colmilludo” por ningún sitio y pude concentrarme en la diversión.
El domingo lo pasamos más tranquilo, empezamos con el gimnasio y saliendo las dos juntas a correr, incluso comimos y cenamos en el piso. Por la tarde Mina estuvo dándome consejos para mi nuevo puesto y nos hicimos algunos tratamientos de belleza caseros para relajarnos. Quería llevar mi mejor imagen para el primer día.
La mañana llegó más rápido de lo que creía. A las seis y media ya estaba preparándome para ir a correr una hora, después tomé un goloso desayuno y me duché. Como era mi primer día opté por ponerme mis más nuevos vaqueros, una simple camiseta y un abrigo tres cuartos. Por supuesto iba preparada con un arma bajo el abrigo y mis preciadas muñequeras y tobilleras. Estaba cogiendo mi bolso cuando decidí llamar a mi abuela antes de salir.


-¿Quién es?- su sueve voz me aseguró que ella sabía quién era yo, pero le gustaba que yo se lo dijese siempre que la llamaba.


-Hola yaya.- es el nombre cariñoso con el que la nombro cada vez que hablo con ella- Siento no haberte llamado antes, pero ya sabes que quería estar bien hubicada en Chicago para poder decirte que todo va bien. ¿Cómo estás?


-Ahora que has llamado mejor que nunca. Te daría unos azotes si estuvieses aquí. ¡Mira que no llamar... han pasado tres días!


-Ya te he dicho que lo siento, yaya. Mina y yo teníamos que ponernos al día y hasta incluso hemos salido a celebrar nuestro reencuentro.


-Llevarás puesto el amuleto que te di, ¿verdad?


Mi abuela sabe siempre si le miento cuando hablo, así que decidí decir la verdad- La verdad es que cuando llegué lo metí en el joyero y no me lo he puesto, pero te prometo que ahora mismo lo cojo.- miré mi reloj- Ahora debo irme, no quiero llegar tarde mi primer día de trabajo.


-Esperaré hasta que te lo hayas puesto, si me despido ahora sé que no lo cogerás.


Suspiré para que notase que lo comprendía, dejé el teléfono sobre la mesita y me fui a mi habitación a por el amuleto. Era un objeto pequeño en forma de cruz egipcia para usar como colgante. Una vez que lo tuve puesto volví a por el teléfono y le dije a mi abuela que ya lo llevaba. Entonces ella se despidió cariñosamente advirtiéndome de que no me lo quitase.


Bajé hasta el parking subterráneo y cogí mi beetle dispuesta a desafiar a la poli para no llegar tarde. El sábado había hecho unas siete veces el recorrido para aprenderlo bien, así que pisé todo lo que pude mientras conducía por las concurridas calles de Chicago. Por suerte para mí el edificio donde se encontraba “Exclusive News” estaba justo enfrente de “Daily News of Chicago”, así que si a partir de ahora Mina y yo no ibamos a poder vernos tan seguido en el piso, pero por lo menos podríamos comer o picotear algo juntas en nuestros descansos.
El periódico ocupaba la mitad de la planta baja del edificio junto con las tres primeras plantas. El despacho de Michael Roberts estaba en la tercera y hacia allí me encaminé. Tuve que pasar por delante de un gran montón de mesas de oficina, ocupadas por los que iban a ser mis nuevos compañeros. Algunas estaban vacías, por lo que debían de estar ya en busca de algo nuevo sobre lo que escribir.
Conforme iba pasando por el pasillo central la gente iba saludándome, unos con la mano y otros con un ligero asentimiento con la cabeza porque estaban en plena fase creativa para escribir un artículo.
Llegué hasta unas grandes cristaleras cubiertas por unas persianas de esas que se pueden girar sobre sí mismas. En la puerta había un gran letrero hecho con letras negras donde se podía leer el nombre del jefe y su cargo en la empresa. Toqué suavemente en la puerta y esperé pacientemente a que me invitaran a pasar.
La oficina era muy luminosa, con grandes macetas de plantas artificiales en ambas esquinas junto a la mesa del director, que estaba pulcramente ordenada y coronada por un exquisito sillón en piel que prometía poder trabajar largas jornadas sin un puñetero dolor de espalda. Detrás del sillón estaba un gigantesco mueble lleno de puertas correderas y abarrotado de archivadores.
A un lado del gran ventanal habían colocado un enorme sofá de piel, supongo que para las visitas. El la cristalera que daba a la zona de los trabajadores estaba una estantería con la altura justa para no tapar nada de los cristales y estaba llena de premios otorgados al periódico y alguna que otra foto del director junto a grandes personalidades.
Frente a la mesa había dos sillas y una estaba ocupada por un muchacho joven que se levantó cuando entré. Había otro hombre en la pared junto a las cristaleras . Estaba sirviendo café en un par de tazas. Estaba vestido con un traje de corbata en color azul marino, con la camisa en tono crema y llevaba una pequeña perilla muy cuidada. Por la descripción que me dio Mina de su ex sabía que el del traje era Michael Roberts. En el momento que dí los buenos días un reloj sonó dando la hora en punto.


-Justo a tiempo. Has llegado a la hora que te dije exactamente. ¿Café?- me dijo con una gran sonrisa mientras me daba una de las tazas y le entregaba otra al muchacho que estaba en la silla. Luego se giró otra vez hacia la cafetera para servirse una.


Yo ya había desayunado, pero el café es el café y nunca lo desprecio. Cuando lo probé tuve que suprimir un gemido, el café era de primera, de una gran selección y tenía la cantidad de azúcar con el que me gustaba tomarlo. Michael sonrió cuando notó mi cara de gusto al primer sorbo y me instó a sentarme en la silla que quedaba vacía. Él se fue a su gran sillón de piel y se sentó para hablar.


-Bienvenida a “Exclusive News” Srta. Tunner. Supongo que ya sabrás quién soy.


-Michael Roberts ¿no?- la formalidad me mata, pero a veces es necesaria. Él asintió y miré hacia el muchacho que estaba fijándose sin ningún pudor en mis ojos.- Tú debes ser Vince Adams, mi compañero.- Él apartó enseguida la mirada en cuanto le dije- Es un problema genético.


-Mina ya me explicó,- en seguida Michael me interrumpió para ayudar un poco a su discípulo- Vince no sabía nada, ya le explicarás. Ahora voy a decirte cual será tu primer trabajo y después Vince te indicará dónde está tu mesa, para que te vayas familiarizando con ella y con las claves del ordenador.- hizo una pequeña parada en su discurso para que Vince confirmara lo que había dicho. Luego que lo hizo prosiguió- Desde hace un mes tenemos viviendo en la ciudad a Gina Banks, la famosa coreógrafa del “Imperial Ballet of Amsterdam”. Interrumpió su gira mundial sin previo aviso y sin querer dar explicaciones a la prensa, pero una de nuestras fuentes cree que ella está teniendo un tórrido romance aquí. Todavía nadie ha podido cazarla junto a nadie, así que tu trabajo será tratar de averiguar con quién está y de paso hacerles algunas preguntas.


-Y si dice que nadie ha conseguido cazarla en todo el mes que lleva aquí, ¿qué le hace pensar que yo lo lograré?- no trataba de ser cobarde, pero me pareció lógico hacer esa pregunta porque si otros más experimentados no lo habían conseguido, no estaba segura de poder conseguirlo, y mucho menos siendo mi primer trabajo.


Mi pregunta consiguió que el semblante hasta ahora sonriente de Michael se tornara a uno más serio.- Mina me habló mucho de tí, casi diria que habló maravillas, así que haz lo que puedas pero tráeme esa noticia, sea lo que sea.


Mordí mi labio para no maldecir a Mina por ponerme por las nubes cuando ella sabe que hasta ahora sólo había hecho unas prácticas en el periódico local de Nueva Orlenas, y para no maldecir a mi nuevo jefe por darme un cometido de tal magnitud que ni siquiera sus más experimentados trabajadores habían conseguido. Ahora que si él quería darme un desafío por tener autoridad sobre mí, yo le iba a dar uno para dominarme.Inspiré fuertemente como para cuando voy a decir algo de gran importancia, me levanté de la silla mientras colocaba la taza sobre su pulcra mesa y lo miré directamente a los ojos, que es lo que más intimida de mí cuando hablo.


-No se preocupe, señor Roberts. Le traeré “lo que sea”. Vince, por favor, dime donde está mi mesa.. Hasta luego.


Sin más salí de la oficina, procurando evitar la cara de asombro que se les había quedado a los dos y esperé fuera a que Vince saliera. Cuando lo hizo estaba más blanco que la leche.


-Eres dura de pelar, ¿verdad? Él jefe sólo trataba de impresionarte para que hagas bien tu trabajo, todos hemos pasado por eso.


-Será el jefe y todo eso, pero ni siquiera he calentado la silla de mi escritorio y ya se está portando como un jefe cretino, por lo que yo tengo que ser una asalariada cretina para equilibrar la balanza.- le guiñé un ojo para suavizar las cosas y se lo tomó mejor de lo que pensaba.


Mi mesa estaba a escasos tres metros de la puerta de la oficina. Será la mesa del novato, tan cerca del jefe para que pueda vigilarlo a sol y sombra... Vince me apuntó las claves del ordenador para poder entrar en las zonas privadas del periódico y me instó para que pusiera una clave nueva para que sólo yo pudiese manejar el ordenador. Se volvió de espaldas para que yo tuviera privacidad y pensé qué poner durante medio minuto. Como no me llegaba ninguna inspiración puse lo primero que me vino a la cabeza desde esa tensa conversación. Mi clave era “cretina”, qué mejor palabra para que me recordara todos los días como debía ser si Roberts se volvía a poner chulito.
Avisé a mi compañero de que ya podía volverse y pensamos en meternos en los archivos para saber más sobre Gina Banks. La tía había sido hasta ahora una mujer muy dulce con la prensa, contestando a todo el mundo siempre que le era posible.Hablaba poco de su vida privada, pero lo que había dicho un par de veces era que le gustaba la ópera, el teatro, la botánica y el golf.
No era mucho pero por algo había que empezar.Según la información que había sobre otros intentos de buscarla, algunos compañeros habían estado acampando por todos los hoteles sin dar con el que ella usaba para vivir.


-Creo que debemos tomar un enfoque diferente del que se ha tenido hasta ahora- le dije a vInce.


-¿Qué sugieres?


-¿Y si ella no está usando una habitación de hotel? Aunque ella tenga mucho dinero, utilizar un hotel fuera del deber del trabajo supone una carga económica muy fuerte. Quizás esté usando una casa o un piso. Por lo que te vale estar en un hotel tienes una vivienda y una chacha para que te limpie y todavía saldrías ganando en ahorro.


-Muy bien pensado, ¿pero donde?


Cliqué por internet para conocer las ofertas turísticas de Chicago ya que no soy de aquí y después de ojear unas cuantas páginas tironeé de Vince para que se asomara a la pantalla. La zona de Souht Shore tiene un centro cultural con el mismo nombre. En sus instalaciones se encuentran un teatro, un jardín botánico y un campo de golf.


-Esa zona no es para gente rica, si no para gente trabajadora.- Vince no estaba convencido.


-¿Y no crees que sería una buena tapadera? Nadie la buscará en un lugar que no sea de ricachones. Por probar no perdemos nada, así que vamos a ir.


Vince cogió todos los aparatos que podríamos necesitar y corrió tras de mí hacia el ascensor.

martes, 25 de mayo de 2010

Moonlight: Capítulo 23

Capítulo 23

Se despertaron cerca del mediodía, cuando Regius tocó en la puerta para avisarles de que un amigo de Valiant quería hablar con ellas.
Ellas se apresuraron en vestirse con las ropas que le había dado y se refrescaron y peinaron rápidamente para que no las tuvieran que esperar mucho. Las ropas eran unas enormes faldas en color azul marino que les llegaban a los tobillos, unas blusas de escote cuadrado ribeteadas por el borde del escote, con las mangas bombachas en color celeste y un corpiño del mismo tono que la falda, ajustado bajo el pecho a modo de corsé. Incluso les consiguió unos zapatos acordes con la vestimenta, cómo lo había conseguido era un misterio, pero estaban lo bastante agradecidas de la ayuda del capellán como para preguntar. Pensaban que pasarían calor, pero las ropas eran tan finas que no se sintieron incómodas.
Abrieron la puerta tímidamente y se asustaron al ver al imponente hombre que aguardaba sentado en una silla.
Fue verlas y se puso de pie en seguida. Era un hombre de mediana edad, vestido con pantalones negros muy estrechos embutidos en botas de cuero negras que le llegaban justo por debajo de la rodilla. La parte de arriba era muy parecida a la de los hombres que vieron en el bosque, salvo que su chaleco era completamente negro y llevaba bordados dos enormes lobos en hilo dorado, uno a cada lado del pecho. El chaleco estaba sujeto a la cintura por un ancho cinturón negro con una enorme hebilla dorada en forma de escudo. Su sombrero también era algo diferente, era completamente negro y estaba adornado con tres plumas doradas. Lo que más las asustó de su aspecto, además de la altura que alcanzó al levantarse, fue la enorme espada de empuñadura dorada que colgaba en su lado izquierdo. Él se quitó rápidamente el sombrero que llevaba puesto para hacerles una reverencia a modo de saludo, y un mechón de pelo blanco del flequillo le cayó por la frente,


-Giselle, April, este hombre es el general Wolfgang. Él dirige las tropas del castillo.


-Perdóname Regius,- dijo Giselle mientras ellas daban un paso hacia atrás con miedo. April estaba ya mirando hacia el interior de la habitación, calculando lo que tardaría en llegar hasta su arma- dices que este hombre es amigo de Valiant, pero está a cargo de la gente que lo ha capturado. No sé cómo puedes decir que es su amigo.


Wolfgang levantó las manos demostrando que no tenía intención de hacerles nada- Que sea el general no quiere decir que yo haya tenido que ver con su captura. Él fue atrapado por la guardia de élite a las órdenes de Oliver. Tuve que hacer como que no sabía nada de por qué estaba escondido en el panteón para no ser arrestado también junto a ellos.


-¡Qué valiente…!- chasqueó April.


Wolfgang la miró severamente, pero luchó por mantener un tono suave al hablar.- No lo hice por cobardía, lo hice porque estoy a cargo de mis soldados, y son muchos los que pondrían el grito en el cielo al saber que me han encarcelado por traición. Se podría armar un motín y serían muchas las bajas sin nadie que los dirija debidamente. Además, si estoy encerrado no puedo tratar de ayudar a Valiant.


-No se olvide de Savage, general.


La réplica de April obtuvo una sonrisa por parte de Wolfgang- Tú debes ser la mujer que está con él- se volvió hacia Giselle- y tú la mujer de Valiant. No me extraña que los hayáis atrapado, sois muy valientes al haber llegado hasta aquí por vuestra cuenta. También deberíais saber que Optimus fue capturado cuando se fue de mis aposentos en busca de los chicos, me preocupan los tres. Dejémonos de cortesías y centrémonos en lo importante, pensar cómo los vamos a sacar de allí y hacer que Valiant recupere el trono, procurando que haya las menores bajas posibles.


Estuvieron hablando hasta la hora de comer. Ellas le contaron cómo llegaron hasta el mercado y conocieron al capellán. Wolfgang por su parte les contó lo que tenían planeado haber hecho en la exhibición de lucha y buscaron una opción que les pudiera servir. Regius les comentó que podría hacer entrar a Giselle al servicio de Isobel cuando se enteró de que ella era pintora. Por lo visto Isobel quería hacerse un retrato para la coronación y no encontraba un artista adecuado para ello. Wolfgang se acordó del comentario que le hizo Optimus sobre que el cocinero Tobías era partidario de Valiant y decidió ir a hablar con él para que April pudiese trabajar en la cocina.


Regius volvió con un poco de pan, queso y fruta. Estaba contento porque Isobel había dicho que quería ver a Giselle por la tarde para que empezara con el lienzo y el general le dijo que avisase a April de que podía ir a la cocina para ayudar con la cena.


La tarde llegó rápidamente y Regius acompañó a Giselle a los aposentos de Isobel. Estaban en un ala apartada del castillo pasado un hermoso jardín lleno de rosales, arbustos y una fuente que hacía un sonido armonioso cuando el agua caía sobre la base. Para acceder a la torre tuvieron que pasar por delante de dos guardias que custodiaban la entrada. Tuvo un ligero respingo cuando reconoció a uno de ellos, era uno de los tres soldados que vieron en el bosque, así que debía de pertenecer a la guardia real, por eso sus ropas no eran del mismo color que las del general.
Los guardias les dejaron entrar después de que ellos se anunciaran y pasaron al interior. Lo primero que vieron fue una gran entrada donde una joven doncella limpiaba los muebles. En la pared de enfrente estaba colocado un pequeño aparador con un gran ramo de rosas blancas en el centro y un par de filas de libros de distintos tamaños colocadas a ambos lados. Sobre la pared no había nada más que un hueco vacío que Giselle supuso sería el sitio elegido para el retrato. Delante del mueble había una pequeña mesa ovalada y a ambos lados estaban colocadas un par de sillas llenas de mullidos cojines. Sobre uno de ellos descansaba un libro, lo que hacía pensar que Isobel utilizaba la entrada de la torre como lugar de lectura.
Ascendieron por una hermosa escalera en espiral. De vez en cuando veía algún escudo, armas y lámparas de aceite adornando las paredes conforme subían.
Regius tocó en la puerta y esperó pacientemente a escuchar una voz de mujer que dijo que podían pasar.
Isobel estaba acompañada por una doncella que la estaba peinando frente a un hermoso tocador. No se levantó hasta que la doncella terminó con su tarea, por lo que Giselle tuvo tiempo de ver toda la habitación.
Era enorme, llena de muebles tallados finamente en tonos blancos y dorados. Las cortinas en los ventanales eran gruesas, de color lila, con visillos en blanco. El tocador donde estaba Isobel debía de medir al menos dos metros de largo y la cama era de dosel con velos de color lila atados en los postes. La cama tenía puesta una colcha en el mismo tono y la almohada estaba cubierta por múltiples cojines blancos y dorados.
Había dos preciosos divanes en una esquina y frente a ellos una mesita de mármol sobre la que descansaba una bandeja de plata con una jarra y varias copas talladas en el mismo material. Al lado del diván de la derecha, un enorme arco de piedra daba paso a otra habitación contigua. Tenía una cortina igual que la de los ventanales para que se usase a modo de puerta. La cortina estaba sujeta a un lado del arco, por lo que Giselle pudo ver lo que había detrás, era la habitación del baño.
Por fin la doncella terminó e Isobel se levantó para acercarse a ellos. Era muy hermosa, de cabello rubio y labios finos ligeramente coloreados. Usaba un impresionante vestido que a Giselle le recordaba al que había visto usar a la protagonista de los dibujos de la Bella Durmiente, en color rosa pastel. Giselle se sorprendió al ver los verdes ojos de ella, pues eran idénticos a los de Valiant y tuvo que reprimir un gemido al acordarse de él. Se limitó a hacer una reverencia con la cabeza agachada para que no viese la lágrima que estaba a punto de escapársele.


-Por favor, levántate. Estaba deseando conocer a la mujer que Regius me dijo que era pintora. No es usual que este oficio lo haga una mujer.


-Señora, lo hago por afición, pero he conocido a Regius en el mercado y se interesó en mis obras. Me indicó que quería a alguien para hacerle un retrato y estoy a su servicio.


Regius no dijo nada, se limitó a seguirle el juego y se disculpó para irse y que ellas dos pudieran intercambiar opiniones sobre cómo hacer el trabajo.
Después de un rato determinando lo que Isobel quería, llegó a la conclusión de que ella no era una mujer feliz, pero tampoco iba a preguntarle. Además, la habitación era muy femenina, por lo que tampoco creía que la compartiese con su esposo.
Isobel tiró de una gruesa cuerda colocada al lado de la cama y unos criados trajeron un lienzo limpio, un caballete, una bata y material para pintar. Colocaron todo en un lado de la habitación, arrastraron un diván hasta el centro para que Isobel se sentase. Giselle comenzó a trabajar el lienzo después de cubrirse con la bata para no mancharse.

lunes, 24 de mayo de 2010

Moonlight: Capitulo 22

Capítulo 22

Antes de llegar a las primeras casas, depositaron las mochilas bajo unos espesos matorrales, semienterradas para que nadie las encontrase. Caminaron por la calle empedrada hacia una gran plaza cuadrada que se divisaba al final. En el centro de la plaza vieron una hermosa fuente tallada que hacía a la plaza más hermosa si cabía.


Las casas se repartían en dos calles por cada lado de la plaza. En cada esquina había un arco de piedra dando la entrada. Giselle pensó que estaba transportada a la época medieval, todo lucía como de aquellos tiempos. Las casas estaban hechas de piedra, con las paredes blanqueadas con cal y las puertas y ventanas en color azul. Las había de una sola planta o dos.


Para ser la hora del amanecer ya había bastante bullicio de mercaderes preparando sus puestos con ricas telas, vasijas y alimentos.
Se ajustaron un poco más las capas para que nadie viese sus modernas ropas y cruzaron tranquilamente por la plaza, tratando de escuchar cualquier cosa que les pudiese dar la ubicación exacta del paradero de los chicos.
Un par de horas habían pasado sin noticias y decidieron acercarse hasta la fuente para refrescarse. El estar toda la noche despiertas y vagando por el bosque estaba haciendo estragos en sus ojos y un poco de agua podía ayudarlas a aliviarlos.
La gente iba llegando poco a poco, para cuando se habían sentado en el borde de la fuente la plaza estaba bulliciosa, llena de las fuertes voces de los comerciantes tratando de llamar la atención de los compradores.
Un par de niñas jugueteaban en torno a la fuente mientras una mujer que las acompañaba llenaba un par de cántaros con agua. Una de ellas divisó parte de las ropas que vestía April y se acercó a la otra niña cuchicheándole lo que había visto. Fue suficiente para que sonara la voz de alarma en April y tironeó de Giselle para que se levantase y caminar por entre los puestos tratando de pasar desapercibidas.
Giselle se detuvo brevemente en un puesto de arte, fascinada por los rudimentarios colores que se vendían. Luego se acercaron a un puesto de telas, tocando el género de uno de los rollos como si quisiesen apreciar su calidad para comprarlo.
El mercader se acercó enseguida para tratar de persuadirlas y que compraran algo. Giselle tuvo que cuidarse bastante a la hora de hablar para que no se notase que no eran de allí.
Estaba tanteando al mercader cuando un hombre de aspecto religioso se acercó al puesto. Estuvo tocando varias telas y tratando el precio con el vendedor, que se mostró más meloso con él ya que daba muestras de querer comprar.


-Tienes que darme un buen precio, no son para mí. Son para la costurera real, los necesita para los preparativos de la coronación.


Esas palabras llamaron la atención de ellas, que disimuladamente se acercaron un poco más a ese hombre.


-Haberlo dicho antes, Regius. Desde que Oliver se ocupa del castillo no hay manera de negociar el precio, tengo que ponerlo a precio de costo. Para él siempre debo dar el mejor precio si no quiero pagar tributos más altos, se aprovecha de su nueva posición.


-Ten cuidado Minos, hay oídos por todas partes que pueden alertar a Oliver. También necesitaré estos trajes.


Regius dijo aquello mientras miraba con desconfianza a ambos lados por si alguien había oído hablar al mercader. Se detuvo brevemente en las mujeres que estaban mirándole de reojo. Ellas se giraron rápidamente para irse y en ese giro Regius tuvo un pequeño vistazo de las ropas que usaban bajo las capas. Sus ojos se abrieron desorbitadamente mientras su mente iba repasando lo que había visto y tuvo una idea de por qué podían llevar esas ropas. Eran raras como las que había visto en Valiant y Savage. Además era verano, y resultaba raro que usasen capas con el calor que pronto haría.
Regius pagó rápidamente al mercader y después de despedirse se apresuró tras ellas.


Giselle y April estaban asustadas del hombre que las perseguía por todo el mercado. April maldijo susurrando por haber dejado la pistola en la mochila bajo el matorral y apresuró el paso para salir por uno de los arcos en la dirección por donde habían entrado. Se giró a mitad de calle y tiró de Giselle para correr al ver que él asomaba ya por el mismo arco. Casi al final de la calle le escucharon gritar y se paralizaron al oír lo que decía.


-¡Esperad, creo que sé quienes sois o por lo menos a qué habéis venido aquí!. Por favor, confiad en mí, ¡sé donde están ellos!


Aunque lo que había dicho les daba esperanzas, Giselle se quedó a esperarlo mientras April se acercó al espeso arbusto en busca de su arma. Toda precaución era poca en un lugar que desconocían.


-Gracias por esperarme, no estoy acostumbrado a correr y ya me estaba ahogando- dijo entre jadeos- Me llamo Regius.


-Eso ya lo hemos oído en el puesto- contestó rápidamente April, perfectamente en el idioma de él- ¿Sabes a quienes buscamos?


El hombre giró su cabeza buscando espías antes de contestar- Al príncipe Valiant y a Savage.- ellas abrieron sus ojos pilladas por la sorpresa, lo que hizo que él pensara que llevaba razón y continuó- Este no es sitio para hablar, puede haber cerca de aquí seguidores de Oliver. Si no os importa acompañarme os llevaré a mi capilla. Soy el capellán del castillo.


Una miró a la otra para saber qué hacer. Este hombre no las conocía de nada y quería llevarlas al castillo, podía ser una trampa.


-Los tengo escondidos en un lugar seguro. Si me dejáis llevaros puedo conduciros hasta ellos.


Saltó la voz de alarma. Por lo que ellas sabían ellos estaban presos, así que April apuntó con el arma al pecho del hombre.


-Ellos están presos por lo que oímos anoche a unos soldados. Estoy segura de que no conoces un arma como la que tengo, pero te puedo asegurar que antes de que acabes de parpadear podrías estar muerto.


-Y yo te puedo asegurar de que no sabía nada de que los habían descubierto. Dejé al soldado que envió el general a cargo de que les llevase alimentos que preparé en una cesta y llevo un día sin verlos. Ellos estaban escondidos en el panteón familiar del rey hasta que el general les avisase de que habían preparado una trampa para derrocar a Oliver. Estuve comprobando el cementerio pero no me acerqué anoche al panteón porque me topé con un par de soldados en el cementerio y no quise que me pillaran. Si te tranquiliza os llevaré hasta allí mientras me apuntas con esa cosa.


-Si dices que allí hay guardias sería un suicidio aparecer por ese sitio.


-No es necesario entrar por el cementerio, mi capilla tiene una entrada aparte y nadie la vigila porque es un lugar sagrado que nadie profanaría. Además, puedo daros algunas ropas del servicio del castillo para que disimuléis mejor que con una capa. Yo me di cuenta de que no erais de por aquí cuando la capa se abrió y pude ver vuestras ropas.


Giselle estaba ya agotada de ese tira y afloja entre April y el capellán, así que instó a su amiga a creer un poco en las palabras del hombre, alegando que podía haber gritado pidiendo ayuda y no lo había hecho.
Desenterraron las mochilas y las colocaron bajo sus capas antes de seguirlo. Él las condujo bordeando las calles contiguas al mercado a través de un estrecho sendero hasta la entrada de la capilla. Como había dicho, no había guardias custodiando la entrada secundaria que daba a la casa del capellán.
Les ofreció algo de desayuno y las llevó hasta un dormitorio contiguo muy austero, con un par de camas, una mesita entre ellas y un armario. Sacó algunas ropas del armario y se las ofreció después de llevarles también una palangana y toallas para que pudiesen asearse del polvo del bosque.


Miró hacia los cansados rostros de las dos- Sé que estáis impacientes por saber qué les ha pasado, pero debo informarme primero y así os podré decir. Creo que deberíais dormir un poco mientras me informo, os prometo que nadie vendrá a atraparos.


-Gracias Regius.


Tan rendidas estaban que aceptaron el ofrecimiento y Regius se fue apresurado para saber lo ocurrido. Ellas cerraron la puerta con cerrojo, se asearon y se acostaron, cayendo en un sueño profundo en un minuto.

viernes, 21 de mayo de 2010

Siguen lloviendo premios...

.
Iza vuelve a enviar más premios, esta vez de su blog >>Mis Historias<< ,de nuevo muchas gracias eres un amor.




Chicas, la que no los tenga, que los cojas porfisss



Aprovechando de que hablo de premios, quería mostrar un par de premios que he estado preparando y que precisamente son para Iza, he estado esperando a que tenga tiempo de escribir un capi nuevo en su blog para dárselo, porque sabe que me encantan sus historias. Tengo que mejorar en diseño, pero creo que no están mal, siempre me fascinan los premios llenos de chicos ^_^



Este premio se lo dedico a su blog Criaturas de la Noche, en verdad me encanta bucear por él y siempre encuentro nuevos libros para leer.



Este premio va para su blog >>Mis Historias<<, os aseguro que sus capítulos atrapan mis ojos y me transporto a un mundo de fantasía donde me gustaría imaginar que soy la prota.

jueves, 20 de mayo de 2010

Un premio angelical

Tengo un nuevo premio otorgado por Iza desde su blog Criaturas de la noche, es realmente hermoso, ¿no creéis?. Gracias Iza.




1- Agradecer a quién te lo dio:
Ya lo hice al principio de la entrada.

2-Conceder a cinco blogs:
Como siempre digo, la que tenga blog y no tenga este premio ya, que lo recoja please.
.




.

"La Mediadora" El Comienzo: Capitulo 2 El Sol en la Noche

Colocar todas mis cosas nos llevó más tiempo de lo que imaginaba, supongo que porque no estaba ascostumbrada a la nueva habitación y quería recordar exáctamente dónde las ubicaba.. Una vez que había memorizado todo nos sentamos a tomar un café en la cocina. Bueno, yo tomé café y Mina su te con leche. Ella no es adicta al café como yo pero ha hecho el esfuerzo de tener un paquete en la nevera y de comprar una cafetera de expresso solo para mí.
El aroma me envolvió desde la cabeza hasta los pies y he de confesar que a partir de ese momento la imagen de que estaba en mi hogar se instaló completamente. Si tú quieres tenerme como buena amiga sólo necesitas una taza grande, un buen expresso... y soy tuya.
Estuvimos recordando multitud de cosas que nos pasaron estando en la facultad. Yo siempre he intentado pasar desapercibida todo lo que he podido aunque a veces mi lengua me la ha jugado, no se estarme callada por mucho tiempo. Y ahí estaba Mina para recordarme mi mejor virtud o mi mayor maldición. Después de algo más de hora y media recordando historias pasadas llegó el momento de ducharnos y ponernos manos a la obra con un vestuario digno de fiesta. Desde que no soy una esclava de la moda, mi idea de salir bonita pasa por unos buenos pantalones de mezclilla para poder moverme a gusto, una blusa ligera, que no ajustada, en color borgoña, unas botas con tacón ligero (por si hay que correr o bailar, aunque lo segundo no es mi fuerte) y un grueso blazer lo suficientemente amplio como para tener mis armas escondidas y fáciles de sacar si se tercia la ocasión.
No es que mi rutina sea llevar armas y usarlas, las llevo más como costumbre para sentirme protegida que como elemento de defensa. Sólo me han sido necesarias una vez, cuando volvía de hacer unos encargos de mi abuela y me di cuenta de que un tipo con malas pintas me andaba siguiendo. Mi ojos tienen sus virtudes, pocas cosas se escapan a ellos. Lo esperé agachada al girar en una esquina. Él pensó que ya me tenía porque conforme se giró para tomar la calle iba sacando un revólver para intimidarme. Su sorpresa fue que yo lo esperaba con uno se mis cuchillos a la altura de sus pelotas y le hice soltar el arma si no quería decir adios a su “pistolita de carne”. Después de que la soltara salió corriendo y creo que se orinó encima por las gotitas que se podían percibir sobre el asfalto conforme se iba alejando. Cada vez que me acuerdo se me dibuja una sonrisa maliciosa en mis labios y tarda un poco en desaparecer. A veces creo que soy demasiado traviesa.
Mina entró en la habitación cuando ya me había maquillado y estaba poniéndome el blazer. Iba vestida con una pequeña minifalda azul, grandes tacones de aguja enmarcando sus piernas, una blusa plateada de escote bajo sin llegar a ser grosero y un largo abrigo de paño.La funda de mi arma bajo mi brazo la puso nerviosa en cuanto lo notó.


-¿De verdad necesitas llevar eso? Solo vamos a divertirnos un rato.


Estaba con un malestar tan tremendo que al final me ablandé y decidí llevar solo los cuchillos que ella no había visto. Tengo un par de muñequeras escondidas bajo las mangas de la blusa, un par de tobilleras y una funda en la parte inferior de la espalda donde los meto, todos a mi alcance con un ligero giro. Llamadme paranoica si queréis, pero mi abuela se empeñó en que nunca saliera desarmada por culpa de mi secreto y así lo hago.


-Mina, asegúrame que a donde vamos no hay monstruos.- Le dije mientras me quitaba la funda del hombro para que viese que le hacía caso.


-Los vampiros y los were campan por toda la ciudad. Vamos a ir a cenar a un magnífico restaurante en Lincoln Park, en el centro. Suelo cenar allí cuando tengo que hacer alguna entrevista y desde que los vampiros no comen más que sangre, he visto solo un par de ellos allí en todo el tiempo que llevo entrando, y eso son cuatro años, Los were sólo se les reconoce si ellos lo han admitido.


-Los vampiros salieron a la luz hace dos, así que dos de tus años no cuentan. Los were tardaron seis meses más, así que sigue haciendo cuentas sobre el tiempo que los conoces.- estar llevando esta conversación mientras trato de que mi pelo quede más o menos bien es un latazo, después de unas cuantas pasadas con el cepillo me he cansado de intentar domarlo. Ha quedado salvajemente ondulado y negro como siempre.


-Muy perspicaz, pero tenemos el mismo resultado. Es muy dificil que nos topemos con uno en el restaurante. Luego iremos a algún local cercano para que nos sea más fácil la vuelta. Hay uno que se llama “Sol en la Noche”. No he estado nunca, pero he oido rumores de que allí no pueden entrar los vampiros. Yo opino que...


-Perfecto, luego vamos allá.- no la dejé terminar, si no hay vampis, soy feliz.


Un último vistazo en el espejo del recibidor y salimos. La portería estaba cerrada a esas horas, pero si necesitábamos entrar y no nos habíamos acordado de coger las llaves, un timbrazo en el portero automático y Tim aparecía en poco tiempo.
Fuera hacía bastante frío mientras esperábamos por el taxi que habíamos llamado. Mina quería tomar alguna copa con alcohol durante la noche y no nos íbamos a arriesgar con la cantidad de controles de alcoholemia que se hacían en fin de semana. Estaba más que agradecida de haber cogido el grueso blazer.
Mientras esperábamos Mina se acordó de que tenía un juego de llaves de repuesto para mí. Ahora sí sentía que había alquilado parte del piso y no que era una invitada.
El taxi tardó quince minutos en llegar a por nosotras. El tráfico era bastante denso para las horas que eran, pero supongo que puede ser porque era viernes noche. Después de unos minutos llegamos a la puerta del restaurante. Se llama “D'or” y toda la entrada principal estaba chapada en color dorado, con grandes pinos sumidos en macetas en color cobre y oro, con la puerta en palillería dorada y los cristales dejando entrever el interior gracias a unas cortinas blancas sujetas en los marcos. Supongo que es uno de esos nombres estúpidos que algún gilipollas dedicado a la publicidad pensó que era bueno. A mí me suena más como a “Por el nombre sabes que te voy a cobrar caro aunque te quedes con hambre”.
En la entrada estaba un muchacho de unos dieciséis años más o menos, vestido con camisa blanca, pantalones negros y una chaqueta en color rojo. Nos abrió la puerta amablemente haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.
Tras la puerta estaba un recibidor con un señor vestido de igual forma que el muchacho pero con la solapa de su chaqueta en negro. Llevaba el pelo muy repeinado hacia atrás, todo engominado y con un fino bigote muy cuidado justo por encima del labio. Su tez era bastante morena y con rasgos de aire hispano . Llevaba colgado un pequeño letrero en el bolsillo superior donde se podia leer “Gerard- Encargado”, que me llevó a pensar que éste tiene de francés lo que yo, naaaada.


-Buenas noches, “segnoggitas”.- Miró hacia Mina- “Segnoggita Blackfogd” , su mesa está “pgreparada”.


Lo que yo pensaba, el pobre tiene que aparentar ser francés para adecuarse a su lugar de trabajo. Una lástima tener que hacer todas esas idioteces para poder trabajar. Chasqueó un par de dedos y apareció un camarero que nos saludó reverentemente mientras nos pedía que lo acompañáramos. Yo me volví hacia el encargado para darle las gracias antes de seguir al camarero.


-Gracias por tu amabilidad, Gerardo. Necesitas mejorar un poco tu acento, pero casi me has engañado.


Él abrió los ojos por sorpresa cuando se lo dije, pero me dio un ligero asentimiento con la cabeza cuando le guiñé un ojo con complicidad y luego me alejé en busca de Mina que ya andaba por las mesas. Si no llego a decirle algo reviento.
El camarero nos llevó hasta una mesa cerca de uno de los ventanales, que por supuesto eran dorados. La mantelería era fina, en tono crema con pequeños bordados dorados de flores en el centro y el borde. Una fina composición de lilas y rosas coronaba la mesa junto a la vajilla ya preparada. El camarero apartó la silla de Mina para que se sentase y yo me apresuré a sentarme en la mía. No me gusta que hagan mis cosas si yo misma puedo hacerlas, lo que me valió un pequeño gesto con la boca apretada por parte del camarero. En cuanto vio que lo había notado cambió a una ligera sonrisa más falsa que los billetes del Monopoly.
Tendió un fino libro con el menú a mi amiga y cuando iba a darme el mío se lo pensó mejor y lo depositó sobre la mesa a mi lado, dándome un pequeño guiño.
Yo le contesté haciéndole otro mientras le daba las gracias. Era la primera vez que estaba a gusto entre tanta gente que parecía tener un palo en el culo todo el tiempo.
Miré la carta, había muchos platos franceses pero también había otros más normalitos que llamaron mi atención. Los precios también entraron en la captación que hicieron mis ojos.


-¡Joder, esto vale una pasta!- lo dije suavemente, pero hubiese preferido que solo se quedase en mis pensamientos, porque Mina en seguida me contestó.


-Tranquila, esta noche invito yo que he sido quien ha escogido el sitio.


-Si me hubieses invitado a un burguer te aseguro que me hubiera sentado igual o mejor. No estoy acostumbrada a este tipo de sitios.


-Yo tampoco hubiese entrado nunca de no ser por mi trabajo. Ya te he dicho que cuando tengo que entrevistar a algún pez gordo suelo venir aquí. Lo bueno es que la factura la puedo meter en gastos y mi jefe no se queja porque le llevo una exclusiva o un reportaje muy bueno con el que aumentar la tirada y sacar más beneficios.


Después de su explicación di un barrido con mis ojos por los alrededores por si alguien me había sentido también cuando había exclamado, pero gracias a Dios creo que nadie me oyó. Una mesa cercana llamó mi atención. En ella había seis personas. Dos eran un hombre y una mujer bastante altos, cada uno tenía una katana colgada al hombro en su funda y no parecían estar incómodos llevándolas puestas mientras estaban sentados a ambos lados de la mesa. Un hombre de aspecto vulgar estaba sentado de espaldas a mí. Llevaba un traje de chaqueta en color marrón y hablaba casualmente con el hombre que tenía en frente. Ese hombre sí que llamó mi atención. Era rubio, de cabello largo hasta mitad de su espalda, que llevaba recogido en una coleta atada con un cordón negro y cayendo graciosamente sobre uno de sus hombros. Sus ojos eran grises, con una nariz perfecta, ni muy grande ni muy pequeña, labios carnosos de un color sonrosado que dejaban asomar cada vez que hablaba una sonrisa blanca que sería la envidia de cualquier actor o modelo. El óvalo de su cara me recordaba un poco al de Brad Pitt, pero con el mentón algo más alargado. Llevaba puesta una camisa gris que resaltaba aún más el color de sus ojos y estaba entreabierta hasta mitad de su pecho, revelando un torso escultural sin rastro de vello y dejando ver un pequeño colgante en oro. Dolía mirarlo a la cara de lo guapo que era. Hacia movimientros muy precisos con gran facilidad mientras hablaba. Las dos mujeres que estaban cada una a un lado de él no paraban de tratar de sobarlo y él las apartaba suavemente con una elegancia innata. Ellas aún así seguian en su empeño de conseguir captar su atención.
Sentí un hormigueo suave cuando lo contemplé que se acentuó cuando él se percató de que lo estaba observando. Por un segundo detuvo su conversación y se centró en mí, haciento un ligero gesto de saludo con su copa de vino al alzarla para beber, que me hizo girarme otra vez hacia la carta de menús.


-No se si debo decirte quién es él.


Mina me había estado observando, así que lo que yo creí que era solo un par de segundos debió durar algo más y ella estaba alentando mi curiosidad.


-¿Por qué, es algún famoso retorcido que le gusta que la gente se quede embobada mirándolo? No me suena de nada- esperaba que no fuera uno de esos, pero era lo bastante hermoso como para que no me importase que me hubiese pillado contemplándolo. Tenía dedos suaves y largos, quizás fuese algún pianista extravagante.


-Eve, él es Constantin Dinescu.


-¿Y?- como no decía nada, subí una ceja tratando de alentarla a continuar con su explicación.


Mina resopló para apartarse el flequillo que se había caído sobre su frente.- Él es el maestro vampiro de la ciudad. Tiene poder sobre los otros que habitan en la ciudad.


Mi mandíbula cayó por su cuenta hacia abajo. Toda la belleza que había visto antes se esfumó de mi mente más rápido que una bala sale disparada.


-Podías haberme avisado antes de que él se diese cuenta. Por cierto, ¿no dices que no comen? Pues dime que hace con una copa de vino en la mano...- eché un vistazo de reojo y mis ojos captaron la botella sobre la mesa. Tenía dibujada una lágrima rojo en la etiqueta y pude leer algo así como “Sangre Real”- ¡Mierda! Lo que está bebiendo no es vino, es sangre.


-¿Estás segura?


-Si, es una de esas botellas que se anuncian en televisión, “Sangre Real”.


-Entonces no es sangre, es un sustituto de la misma. En el periódico colgué un artículo sobre esa bebida. El científico que la ha creado se inspiró en las novelas de Charlaine Harris para tener la idea en cuanto los vampiros salieron a la luz.


Hice nota mental de que debía informarme más de todo eso, sólo para estar bien informada y por simple curiosidad.
El camarero vino a tomarnos nota de la comida. Mina se pidió una sopa de lechuga caliente y un pescado de segundo. Yo opté por una ensalada de primero y un buen bistec muy hecho. Para mí la lechuga tiene que ir como toda la vida se ha comido, en ensalada, y el bistec lo pedí muy hecho porque ya había tenido bastante de la visión de la sangre por lo que quedaba de día. De bebida escogimos un vino espumoso que casaba perfectamente con ambos segundos.
Durante el primer plato Mina me comentó que aunque Michael Roberts me quería contratar porque necesitaba más personal, también lo había hecho para tratar de acercarse de nuevo a ella. Había quedado con Mina varias veces para ir informándole poco a poco sobre lo que andaba buscando y ella estaba segura de que diría que le debía una copa por haber conseguido que tuviese un compañero con vehículo para desplazarnos. Por eso ella me había tenido que ir hablando del trabajo poco a poco, hasta que me cansé y le pedí su número de teléfono para hablar directamente con él, así que después de la grata conversación que mantuvimos decidió hacer el último esfuerzo para tener algo con lo que poder pedirle una cita para tomar algo.


-Pues bien,- paré un momento en la frase porque un camarero se acercó para llevarse los platos vacios y otro llegó con los segundos. Cuando se fueron continué donde lo había dejado- tengo entendido que las tiendas de vehículos abren los sábados, así que si quieres mañana vamos y busco alguno con el que apañarme. La sorpresa que se va a llevar cuando me vea aparecer en coche va a ser descomunal.


Mina sonrió y pidió un par de postres. Yo la dejé escoger porque hablando de dulces todos me encantan, soy “dulceinómana”.
Cuando nos trajeron la cuenta intenté pagar al menos la mitad, pero ella no me dejó. Mientras ella extendía su tarjeta de crédito eché una mirada hacia la mesa del vampiro y éste volvió a cazarme espiando. Creo que debo mejorar mi modo de ojear si quiero ser una buena periodista. Aparté la mirada y me concentré en Mina, que ya había firmado y comenzaba a levantarse para irnos.Yo la seguí conteniéndome para no mirar hacia atrás, ya era bastante malo que me hubiese fijado en lo que resultó ser un monstruo como para alentar su interés en mí. Juro que yo lo quería hacer por simple curiosidad porque nunca me había topado con uno, aunque prefería verlos de lejos.
El “Sol en la Noche” no estaba muy lejos de allí, a un par de cuadras para ser más exactos, así que fuimos andando. El local no era muy grande a simple vista, tenía una entrada controlada por un par de gorilas hinchados a gimnasio y sobre todo de esteroides, un puesto de taquilla al terminar unas pequeñas escaleras para sacar las entradas y una puerta grande de madera maciza por la que entrar al local. El gorila nos miró de arriba a abajo y después de un par de segundos cabilando nos pidió los carnets.


-¿Estás de broma? No creo que pienses que tenemos quince o dieciséis, ¿verdad?- le dije sorprendida al “musculitos”. Ni siquiera cuando no tenía la edad legal para entrar en pubs me lo habían pedido ni una sola vez.


-Es solo por seguridad- me espetó con una sonrisa- no aceptamos vampiros.


-Habrias quedado mejor si me hubieses dicho que el tono de maquillaje que escogí esta noche era demasiado claro para mi cara, pero para que veas que soy una buena humana te lo dejo, pero no ojees mi dirección,- le mostramos nuestras identificaciones mientras yo hablaba- tú a mí no me has enseñado el tuyo para saber que no eres un acosador de esos que se dedican a merodear por las casas, ¿verdad?


Él soltó una carcajada conforme nos devolvía nuestras identificaciones- He de reconocer que tienes pelotas, por una queja menor que la tuya ya estaría poniendo al que fuese de cara a la pared y cacheándolo. Normalmente el que pone pegas a la hora de identificarse es porque esconde algo, pero tus excusas no me suenan a eso.


-¿Y a qué te suenan?


-A que te gusta ser desafiante.


-Pruébame y verás.


Él rió más fuerte.- Lo has vuelto a hacer. Anda, pasad y divertíos.


Mina me cogió del brazo para apretarme un poquito en él cuando se dio cuenta de que iba a seguir dándole al pelo al gorila. Pagamos nuestras entradas y pasamos al interior tras la puerta de madera. El local era algo más grande por dentro de lo que parecía. Había bastante gente y la música no estaba mal así que poco a poco nos introdujimos entre la multitud para acercarnos a una barra a pedir algo de beber. No soy fan de las bebidas alcohólicas, un vino comiendo pasa, pero licores mezclados en una salida de fiesta pueden acabar muy mal sobre todo en mi bocaza. Por eso me pido bebidas energéticas, una dosis de cafeina extra a falta de un buen café me sienta de maravilla.
Unos cuantos chicos guapos estuvieron mosconeando cerca de nosotras y les dejamos hacerlo un poquito, pero no como para dar nuestros teléfonos en una servilleta de papel.
Después de un par de bebidas y un intento por mi parte de bailar me sentí bastante dolorida de mis pies. Lo que no había hecho el maldito trayecto en el autobús lo estaba haciendo el par de pisotones que recibí de una mujer que bailaba a mi lado. La tía era como una ballena de grande y mis zapatos eran lo bastante finos de material como para que se pusieran hinchados ante su último pisotón. Le tuve que pedir a Mina hacer una paradita en unos asientos cercanos a una mesa pequeña. Aproveché la parada para inspeccionar mejor el local y la gente. Me llamó la atención la cantidad tan inmensa de personas que llevaban a la vista una cruz de plata enganchada en una cadena.


-¿La gente de aquí es muy religiosa?


-Eve, Chicago es multicultural, así que debe de haber de todo, supongo. ¿por qué lo dices?


-Porque si todo el mundo de aquí no es católico o algo muy parecido, creo que esta noche hay una convención aquí. Fíjate que todos van con sus cruces a la vista. Es mucha casualidad que todos la lleven.


-Pues ahora que lo dices, es verdad. No me había fijado.


En ese momento vimos pasar cerca de nuestra mesa a un señor que aparentaba unos cincuenta años o algo más, con el pelo entrecanoso y gris, vestido con un traje gris oscuro y un porte de político en cada movimiento que hacía.


-Es el reverendo Kern. Es el principal opositor de la ley sobre vampiros que se aprobó hace algo más de un año. En el senado tiene muchos apoyo por parte de unos cuantos senadores que consideran que los vampiros no deberían tener los mismos derechos que los humanos.- Mina estaba super informada en todo este tema.


Yo sabía del reverendo por las noticias que daban en televisión, pero no me habia fijado en su rostro lo suficiente como pàra haber sabido quién era él en cuanto lo vimos.El reverendo entró a través de una puerta pequeña que estaba custodiada por otro par de gorilas como los que habíamos visto en la entrada al local, y un montón de gente entró tras él. Mina me miró sonriente.


-Nunca nadie ha sabido donde hace sus reuniones con sus seguidores. Se rumorea que él es el cabecilla de un grupo radical antivampiros llamado “El Rayo del Sol”. Quizás este sea el lugar donde suele reunirse. Aquí huele a noticia.


-Pues a mí me huele que nos hemos metido en la boca del lobo y que la gente es imbécil.-Mina me miró extrañada- Joder Mina, es una cuestión matemática, Ellos: Rayo del Sol, el local: Sol en la noche. Haces la suma y da como resultado un grupo radical que cubre su nombre estúpidamente con otro que es casi igual.La verdad es que es la mejor tapadera. Nadie pondría indicios de su nombre en un local para que los pillen, así que, ¿para qué se va a molestar la policía en investigar?


Mina quería quedarse un poco más para investigar, pero yo la alenté a irnos porque estabamos empezando a atraer la atención del par de gorilas que vigilaban desde la pequeña puerta. Era cuestión de tiempo que viniesen a preguntar y se darían cuenta de que mi amiga es conocida por ser una periodista de gran reputación. Al musculitos de la entrada de seguro no le gusta leer el “Daily News of Chicago”, que es donde trabaja Mina, si no ya habría avisado dentro o habría impedido que entráramos con cualquier excusa.
Salimos a la puerta y tras andar un par de calles un hombre se nos acercó. Yo no lo había visto antes y por la cara de Mina creo que ella tampoco, pero su ropa me dijo algo sobre él. Era el mismo hombre del restaurante que había estado hablando con el maestro vampiro.