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MIS OBRAS

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sábado, 15 de enero de 2011

Saga La Mediadora, "El Comienzo" Capitulo 27: La Muerte de Natasha

Estaba bastante oscuro pero pude distinguir vagamente que era la misma habitación donde presencié cómo Lucien y Natasha mordían a Constantin. La escasa luz anaranjada presente pertenecía al débil resplandor del sol en su ocaso al final del día, se escapa por donde se unían las dos hojas de la cortina blanca de figuras geométricas que adornaba la ventana. Me sentía dolorida igual que si hubiese estado haciendo ejercicio durante horas y mi cuerpo se hubiese quedado entumecido. Estaba sentada. Traté de alcanzar el filo de la cortina más cercana a mí y para ello tuve que arrastrarme sobre uno de mis muslos tras varios intentos de levantarme sin éxito.
-Preferiría que no lo hicieras, por lo menos hasta dentro de unos minutos, cuando el sol termine de ocultarse.
Era la voz de Constantin hablando con el acento fuerte típicamente rumano. Perfecto, esta vez no estaba ocupando su cuerpo lo que me dejaba sin saber cual ocupaba ahora. Sobre mi mente vagaba la sensación del miedo y el nerviosismo y abrí mi boca para hablar atropelladamente - ¡Hablas mi idioma!, me llamo Claire ¿Por qué no puedo abrir?- bajé mi brazo y puse mi mano sobre mi pecho como si con ese gesto pudiese resguardarme- ¿eres uno de ellos o también te secuestraron a ti? - ¡Mierda! De nuevo estaba metida dentro de Claire y hablando sin querer, no era dueña de mis actos.
-No sé como contestar a eso. Yo también soy víctima, pero soy uno de ellos a la vez.
-Eso es muy confuso, no puedes ser las dos cosas a la vez…
-¿Quién dice que no?- se movió como un borrón para acercarse rápidamente a mí, no le vi llegar pero en el último instante antes de colocar su rostro a escasos centímetros de mí escuché el tintineo de unas cadenas. Estaba atado por unas cadenas de plata a la altura de las muñecas y superpuestas por encima de los puños de una camisa hecha jirones. Había alzado sus brazos para que pudiese ver los grilletes. Por donde la tela no le tapaba se podían apreciar vagamente lo que parecían quemaduras. Las cadenas tiraron de él cuando alcanzaron su máxima largura y se le escapó un pequeño gemido causado por sus heridas. Bajó sus brazos irremediablemente.- ¿Ves?, estoy atado. Me mantienen prisionero en mi propia casa. Y me hicieron algo horrible, me hicieron como ellos.
Su rostro apenas se distinguía. El sol estaba ya casi desaparecido y la luna esa noche no tenía suficiente resplandor para iluminarnos. En pocos minutos nos quedaríamos completamente a oscuras. Podía ver vagamente la mitad de su perfil que quedaba paralelo a la ventana. Estaba segura de que era Constantin. Ahí estaba él, mirándome con los ojos apenados pero que aún así no rebajaban su belleza masculina. Un mechón ondulado de su cabello se había escapado de la coleta trasera y caía graciosamente por el borde de su boca. Estaba algo pálido, como si llevase tiempo sin comer.
-Dios… tu cara está muy pálida, casi gris, nos van a dejar morir de inanición…- acerqué mi mano hacia su mejilla para tocarle en un gesto de consuelo y me sorprendió notar que estaba muy frío, nunca le había notado así.
Lo que dije fue una afirmación, no una pregunta pero aun así él me contestó. – Ellos esperan que yo coma, ellos quieren que me alimente de ti… yo no quiero esto. No quiero ser…-
Giró su cabeza hacia el lado contrario a la ventana como escuchando y yo ya no podía ver nada. Sentí de nuevo la cadena y supe que estaba acurrucándose de nuevo en el rincón de la habitación. Al cabo de dos minutos escuché pasos acercándose y después unas llaves tintineando y un cerrojo abriéndose. Me arrinconé todo lo que pude sobre mi propia esquina y llevé mis manos a mi pecho en un gesto defensivo. Las dos personas que entraron rieron sonoramente y encendieron una lámpara de aceite. Me fue fácil acostumbrarme a la débil luz de la llama y miré primeramente a quien había traído la luz, eran Lucien y Natasha.
-¿Todavía te niegas a probar bocado Constantin? Mi paciencia se agota y la de tu cuerpo también, será peor cuando tengas la misma sensación que en la primera hambre y no estaremos de nuevo dispuestos a alimentarte.
Constantin lo miró con frialdad, casi haciéndole frente- No puedo.
Lucien se acercó rápidamente mientras rugía, en un microsegundo había llegado hasta él y lo mantenía sujeto por el cabello mientras se arrodillaba. Su boca estaba casi rozando su oreja y mostraba sus grandes colmillos mientras le gritaba- ¡Cuando admitirás que ya no eres humano, que no eres más uno de ellos!- tragué un grito que trato de salir de mi boca, Claire había visto los colmillos y del pánico que tenía no podía ni gritar. Lucien miró hacia donde estaba yo y sonrió sacándolos aun más- ¡Vaya! Todavía el joven vampiro no le había explicado a su comida lo que es, siento arruinar la sorpresa… o no. Jajajajaja
Natasha caminó descaradamente hacia mí, cogió mi cara y tras estudiarme volvió de nuevo su atención a Constantin.- No está mal y huele bien, si tú no la tomas lo haré yo. Pero tendré que matarla después de todo, nadie debe saber lo que somos. Una cosita tan debilucha como ella será fácil de eliminar.
-¡No!- Le miraron incrédulos y se hizo el silencio. Yo aproveché para echarme hacia atrás todo lo que pude para alejarme de ella. Constantin pensó en algo que pudiese utilizar en mi favor, tuvo un leve gesto demostrando que había encontrado un buen argumento y trató de disimular- Lucien no me ha dejado explicarte. He estado hablando con ella, me ha contado cosas suyas. No puedo morderla porque… sé incluso cómo se llama. No puedo alimentarme si sé su nombre. Y me hace compañía cuando no estáis.
Natasha soltó mi cara de mala gana chasqueando la lengua y se acercó hacia donde estaban Lucien y él- Por favor… todavía con sentimentalismos. Cuando pasen los años te darás cuenta de que lo único importante es sobrevivir y perderás ese rasgo tan humano que proclamas. Está bien, si quieres jugar a los escrúpulos puedes quedarte con ella para entretenerte cuando salgamos a cazar. Pero esta noche cuando vuelva te traeré algún conejo para que te alimentes aunque eso te mantendrá débil, después te llevaré de nuevo a mi cama y quiero que esta vez seas más complaciente conmigo.- Se sentó a horcajadas sobre él y le levantó el rostro hasta que lo tuvo a nivel del suyo. Constantin no puso resistencia. Luego apretó fuertemente en su mandíbula lo que le hizo gemir de dolor y después le obligó a besarla, lo que provocó un gruñido por parte de Lucien. Era como si a él no le hiciera ninguna gracia que ella se interesase por él. Natasha miró molesta hacia Lucien mientras se limpiaba la baba de la boca y Constantin puso cara de asco bajo ella y miró para otro lado.- No hagas eso Lucien. Es mío. Yo conseguí acercarme a él. Yo conseguí dominarlo y quería que me perteneciera su belleza. Es mi juguete y me lo follaré cuando me apetezca.
-Es nuestro vampiro, no solo tuyo. Te recuerdo que lo hicimos entre los dos y eso es algo que nunca se había hecho antes. Míralo Natasha, es diferente. Estaba despierto antes de que ni tan siquiera el sol se retirase del todo y eso es imposible en un recién convertido. Deberíamos saber qué límites tiene para cuando decidamos hacer nuevos siervos para nosotros.
Natasha hizo una mueca divertida- ¿Qué quieres, pasar más tiempo con él y follártelo tú? Podríamos compartirlo.
Lucien lo pensó por momentos. De un salto se levantó de sus rodillas y se acercó a la puerta de salida. – Hace mucho que no he tenido en mi cama a un hombre, quizás lo hagamos esta noche.-se giró para contemplar con cara envidiosa a Constantin- Y sí, llevas razón, es hermoso.
-No querido, esta noche es mío. Tú puedes tenerlo otro día.
Natasha había vuelto a mostrar su rostro indiferente como si ya no le importase la discusión que habían estado teniendo y se cogió al brazo de Lucien para salir de la habitación. Cerraron tras de sí dejándonos a los dos con la mísera iluminación de la vela.
Yo no podía moverme, Claire estaba aterrada. Pasó un buen rato antes de que Constantin dejara su estado de quietud y tratara de acercarse a mí todo lo que las cadenas le permitieron. Iba medio tambaleándose por lo débil que estaba pero al final consiguió acercarse bastantey trató de tocarme en el brazo- ¿Estás bien? –Negué con la cabeza y me apretujé más contra la pared- Tranquila, yo no quiero hacerte daño.
-¿Qué son ellos dos? ¿Qué sois?
Retiró su mano y la dejó caer a un lado de su cuerpo. Su cara mostraba aflicción, no le gustó que yo lo etiquetara como a ellos, como a una “cosa”. – Sé que ahora mismo estás nerviosa y aterrada. Yo estuve igual cuando me atacaron pero yo no trato de hacerte lo mismo y me gustaría poder explicarte todo sin que sientas ese miedo tan profundo por mí. A estas alturas podría haber tratado de engatusarte y morderte pero no lo he hecho así que confía un poco más en mí. Lo único que quiero ahora mismo es tratar de sacarnos de aquí, ¿entiendes?-Volví a asentir con la cabeza mientras pronunciaba un susurro parecido a un sí.- Perfecto. Entonces lo primero que debes hacer es ayudarme a quitarme estos grilletes para que podamos abrir la ventana con algo de esta habitación. Fueron estúpidos al no atarte pensando en que al final yo me alimentaría de ti. Por favor, desátame. No puedo tocar la plata, al cambiar me hice alérgico a ella.
Negué rotundamente- Primero necesito saber qué sois para saber en donde me meto. Y si te suelto y luego haces exactamente lo que temo?
Miró hacia el techo de la habitación he hizo un intento de exhalar aunque no se escuchó nada, él realmente no tenía necesidad de respirar. Todavía se comportaba muy humanamente. Me explicó lo que eran, cómo conoció a Natasha y cómo utilizó ella sus encantos para seducirlo y conseguir entrar en su casa. Cuando me contó el modo en el que lo habían convertido fue muy escueto como si no le gustase hablar de ello e hiciera esfuerzos para no sacar sus colmillos por el enfado. Comprendí que realmente no estaba a gusto con su nuevo ser. Sabía perfectamente que necesitaba la sangre para subsistir pero se negaba en rotundo a tomar sangre humana y usaba la sangre animal aunque lo mantuviese débil. Natasha le había explicado que su estómago ya no se podía alimentar correctamente de los alimentos, podría tomarlos pero al cabo de unas horas los tendría que vomitar ya que no los digería. Sin embargo la sangre es reabsorbida y así pueden aprovechar sus nutrientes. Con razón nunca tomaba nada aunque fuese en público, es una idiotez estar tomando para luego tener que hacer que salga.
Claire escuchó con paciencia tratando de asimilar todo lo que iba descubriendo, la pobre debía de pensar que estaba soñando con una pesadilla que no acababa- ¿Y si te ayudo para que escapemos que vas a hacer? Tú no tienes vuelta atrás.
-Iré a Francia. Allí conocí en uno de mis viajes por cuestiones políticas a una gitana que entiende mucho de artes oscuras. Quizás ella pueda ayudarme.
-Yo soy francesa, nací en Paris. Si me ayudas a llegar hasta mi casa te dejaré quedarte allí hasta que la gitana te ayude. Creeré en ti aunque me cueste.- se acercó a él todavía con renuencia sacó un pañuelo de su bolsillo y lo rasgó para poder envolverle las muñecas que tenía en carne viva. Constantin dio un pequeño gemido al sentir como se despegaba la carne de los grilletes pero después se calmó.
Claire se levantó y miró hacia todos los rincones de la habitación. Estaba todo desordenado como si los vampiros hubiesen saqueado el lugar. Avistó escasamente el brillo de un abrecartas de plata abandonado bajo el escritorio, escondido entre papeles tirados al azar. Lo recogió y fue de nuevo hasta donde se hallaba él- Es lo mejor que pude encontrar. Estaremos fuera en unos minutos.- Su voz sonó más a un intento de convencerse a sí misma de que todo saldría bien que a una afirmación.
Momentos después Constantin estaba liberado y lentamente conseguía levantarse por sí mismo, la caballerosidad o el machismo de la época le hizo difícil aceptar más ayuda de la necesaria. Sujetó fuertemente una silla y la estrelló contra la ventana haciendo todo mil pedazos. Luego ofreció su mano a Claire en la misma forma que a mí me la daba para desplazarnos por la mansión de Moretti y la ayudó a salir. Ya solo era cuestión de correr.
Hacía frío en el exterior, nada que corriendo más deprisa no fuese fácil de olvidar. En las empedradas calles de Craiova apenas se veían transeúntes, la escasa iluminación nocturna hacía que muchas personas se resguardasen en sus casas por temor a un asalto. Constantin divisó un carruaje y sonrió.- Es mi amigo Petru, él podrá sacarnos de aquí.
Tras unos cuantos saludos y frases amistosas en rumano estaban saliendo de Craiova en el carruaje de Petru. Claire se dejó caer flojamente sobre uno de los asientos, La tensión acumulada por todo lo que le había pasado le estaba pasando factura ahora que ya estaban medio a salvo. Los párpados iban cerrándosele poco a poco. La voz de Constantin consiguió sacarla levemente de su ensueño.
-Petru nos llevará hasta Pedresti, después es cosa nuestra. Aprovecha y duerme que nos espera un largo camino.
-¿Y tu qué vas a hacer?
-Pararemos en casa de mi tesorero para que me entregue efectivo y cambie todo mi dinero a una nueva cuenta de banco en Francia. Debo avisarle de que cierre debidamente mis propiedades.
Claire se tranquilizó, se durmió y yo estaba de nuevo teniendo un flash cegador de luz. Creí que estaría de regreso a mi época en la mansión de Moretti, pero no fue así. Desperté en un granero bastante destartalado que había visto tiempos mejores, rodeada de vieja paja que actuaba a modo de cama. Elevé mis brazos para desperezarme y el abrigo que me cubría hasta los hombros se deslizó al suelo. Me levanté para curiosear y mi estómago rugió por hambre. Como si lo hubiese programado miré hacia donde se encontraba un viejo taburete que debía de haber servido como asiento a algún ganadero para poder ordeñar cómodamente una vaca. Sobre él había una jarrita con leche y un par de bollos en un plato abollado de hojalata. En seguida fui a por ellos y me supieron a gloria celestial tras el primer bocado. ¿Cuántas horas debían de haber pasado desde la última vez que comí? Una vez saciada me acerqué a principio del lugar. Por la entrada del granero divisé el horizonte casi negro por el ocaso y traté de encontrar algún indicio de donde estaba, cosa inútil cuando no sabía cómo había llegado. Sentí caer de nuevo el abrigo sobre mis hombros y a una mejilla aproximárseme a la altura de mi oreja susurrándome con dulzura.
-Preferiría que no te quitaras el abrigo, puedes coger una pulmonía con el frío que hace.
Miré hacia atrás para encontrarme con los labios de Constantin que no dudaron el besarme suavemente mientas me enroscaba en su cintura y cogía la mía. Tenía trozos de paja entretejidos entre su pelo y por encima de sus hombros. Había estado acostado entremezclado en aquella montaña amarilla para mantenerse alejado de los rayos del sol. Volví a centrarme en su boca y me apetecía de nuevo ser besada pero él se apartó de mí para recoger nuestras cosas que estaban a un lado junto al taburete.- Tenemos que darnos prisa para llegar a la ciudad, lo único que quedaba de comida para ti es lo que tomaste y no quiero llegar cuando las tiendas vayan a cerrar.
-¿Cuánto nos queda para llegar a París?- Esa era una buena pregunta.
Calculo que una semana más o menos, quizás algo mas. Aquí ahora lo importante es llegar a Zurich, queda un kilómetro y medio más o menos. Si ya has comido me gustaría alejarme para poder… comer- le costaba trabajo decir alimentarse de sangre.
Claire lo miró ceñuda y medio enfadada. Constantin seguía estando muy pálido, casi ceniciento, y su modo de empacar nuestras cosas hacía ver que seguía estando débil. Su pelo estaba pardo sin brillo, pero aun con todo eso seguía siendo hermoso. Era casi un fantasma del Constantin que yo conocía, pero aun así era bello como él solo podía ser. – Creo que esto lo hemos hablado antes, Constantin, estás débil por tu persistencia en tomar sólo sangre animal. ¿Qué te durará el vigor conseguido por cazar un par de conejos? ¿Tres horas a lo sumo? Bebe de mi sangre de una vez y olvida los prejuicios.
Caminó contoneando sugerentemente las caderas hacia él, tratando de que su mirada estuviese absolutamente centrada en ella. Pasó sus manos por detrás del cuello y tiró hacia abajo para besarlo. Constantin la cogió por las muñecas y detuvo su movimiento mientras vagamente echaba la cabeza hacia atrás para apartarse- Claire… no. Tratar de tentarme no es buena idea. No quiero ser como ellos, no me quites la poca humanidad que queda en mí.
-Pues entonces olvida lo que te he dicho y hazme el amor- elevó de nuevo su boca hacia él esperando respuesta.
Seguía reacio a su ofrecimiento y miró hacia otro lado avergonzado- Sabes lo que ha pasado las otras tres veces que lo hemos hecho, hoy estoy demasiado débil y no seré capaz de controlar mi sed de sangre.
Claire le cogió el rostro con las palmas de sus manos y lo obligó a mirarla de nuevo- Hasta ahora has conseguido rechazar la sed, hoy también lo conseguirás.
Negó con la cabeza- Deseo con locura tomarte pero todavía no me he alimentado, déjame al menos ir primero a cazar.
-Te deseo ahora, ¿lo entiendes?
-No soy de piedra…
Esta vez si contestó a su llamada y la besó con dulzura durante un par de minutos, arrancándome un par de jadeos por notar la suavidad de su lengua en la mía. Al sentir mi jadeo apresuró el ritmo y la dureza de los besos como si fuese la última vez que podría hacerlo. Sus manos vagaron hacia los botones que mantenían cerrada la parte delantera de mi vestido, desabrochándolos con agilidad para después liberarme de las cintas que ataban mi corsé. Al liberarse mis pechos bailaron frente a sus ojos y éstos se volvieron rojos, muy parecidos a los míos. Su sed de sangre se estaba entremezclando con sus ganas de sexo. Me dí cuenta de que yo no notaba la esencia de Claire. Los besos eran sólo míos, las ganas de montarlo y hacer que gritara por mí eran únicamente míos. Claire estaba desaparecida y yo iba a hacer lo que ella había comenzado. Lo empujé para que cayera de espaldas sobre el montón de paja y me senté a horcajadas sobre él tras liberarme de mi ropa interior. Saqué su pene de los pantalones y lo introduje en mí con delicadeza porque seguía algo cerrada. Sus colmillos descendieron por el éxtasis del momento y me dejé caer completamente en su cadera. Tenía un enorme miembro que empujaba hacia arriba en mi vagina en una mezcla cruda de dolor y satisfacción. Al notar su tamaño recordé el día que luchamos juntos contra Bernie Prescott, él llevaba puesto un pantalón blanco muy ajustado que hacía destacar su enorme virilidad. Recordé cómo me cogió admirándolo y cómo me provocó preguntándome si me gustaba lo que veía, y eso me hizo sonreír.
Constantin apartó sus labios de mí y me miró sorprendido- Tu sonrisa, ¿por qué la noto algo diferente? Nunca antes había sido así.
Esta vez no me sentí obligada a hacer lo que Claire habría hecho o dicho, así que le contesté por mí misma- Quizás nunca antes te habías fijado en como río durante el sexo.
Sonrió en respuesta y volvió a ocuparse de mis pechos mientras yo comenzaba a cabalgar con ritmo sobre sus caderas. Pasaron minutos y no me cansaba de montarlo. Palpó firmemente uno de mis endurecidos pezones con dos dedos y ese simple gestó me hizo ponerme muy húmeda en la ingle, el clímax se acercaba.. Después inclinó la cabeza más abajo y chupó con fuerza sobre mi aureola. Grité de placer. Grité y lo apretujé más contra mis senos para que no dejara de chupar mientras me corría y eso le hizo llegar al orgasmo también. Mis manos tenían cogida su cabello en un caos absoluto y fueron soltando el agarre conforme mi placer iba desapareciendo poco a poco. Me sentía tan a gusto, tan liberada que no hice esfuerzo alguno cuando noté cómo era empujada de nuevo a un segundo plano en el cuerpo que habitaba. Claire estaba de nuevo ahí, mirando hacia la boca de Constantin cuando se retiró del pezón, sorprendida de que ésta estuviese manchada de sangre.
-¡Dios! Había probado sangre humana cuando desperté cambiado, pero la tuya es diferente, me siento vigoroso y fuerte, quiero más.
Me había mordido y no me había enterado por causa del placer. Había estado bebiendo de mí durante el sexo. Su cara estaba ahora saludable y sonrosada, con el color normal de alguien vivo. Su pelo había recuperado su espectacular brillo, pero sus ojos seguían estando rojos, la sed no había sido saciada por completo. Claire se levantó de golpe y Cosntantin hizo lo mismo en un borrón. Estaba de pie antes de que ella lo terminase de hacer.
Se arregló el pantalón y limpió su boca con el dorso de la mano para después chupar lo que había conseguido.- Te lo dije Claire, no puedo luchar contra esto si tú no paras de pedirme que beba, ahora necesito más.
Unos aplausos captaron nuestra atención y Constantin siseó mostrando sus colmillos a los recién llegados.- Bravo, Constantin.- dijo burlonamente Lucien- Al fin admites lo que eres y has bebido de ella. Vendrás con nosotros ahora o podemos si quieres terminar con ella para festejar que ya eres un vampiro por entero.
-¡Nunca! Antes tendrás que matarme.
-Un placer para mí.
Iba a avanzar hacia nosotros pero Natasha lo sujetó- No Lucien. Esta pele es mía, nadie prefiere a una perra humana antes que a mí.- Se abalanzó hacia Constantin, pero él ya estaba preparado. Las tácticas cuando estuvo en el ejército antes de entrar en asuntos de política eran un bonus que Natasha no había podido apreciar por su debilidad. Pero ahora estaba fuerte y la cogió desprevenida. Rodaron sobre el suelo quedando ella al final a su merced. Ella le arañó en su pecho desnudo haciendo que brotase la sangre salpicándola y eso lo enfureció más. La golpeó con todas sus fuerzas en la mandíbula tantas veces que acabó arrancándole uno de los colmillos.
Lucien chilló acercándose pero para cuando estuvo al lado de ellos Constantin había apoyado una vara de madera que estaba tirada en el suelo entre la paja sobre el corazón de Natasha.- Ni lo intentes o acabo con su milenaria vida.
-¡Maldito! Es imposible que tu fuerza haya superado a la suya, ¡me niego a creerlo y pagarás!
Saltó sobre él obligándolo a caer a un lado de Natasha. Ella aprovechó su liberación para tratar de coger a Claire para matarla. Me negué en rotundo a quedar atrapada sin poder hacer nada y arrastrándome por el suelo conseguí llegar hasta la vara y la escondí entre mi falda. Natasha caminaba lentamente hacia mí con risa diabólica anticipándose a una victoria fácil. Constantin consiguió zafarse de Lucien y saltó hacia Natasha gritando no. Cayó sobre ella en el momento en el que intentaba cogerme y yo había sacado la vara. Natasha se hundió sobre la madera y se desintegró ante mis ojos con cara sorprendida.
Lucien cayó de rodillas llorando sangre por la pérdida de su amor. Gemía como un niño pequeño. Luego se levantó sin intentar nada ofensivo y recogió un pequeño colgante del suelo, era lo único que había quedado de ella. Miró con rabia hacia Constantin y le escupió en la cara- Esto no quedará así, no sé como lo conseguiste pero te juro que la vengaré. Puede que no sea hoy ni mañana, pero tengo una eternidad para hacer que sufras tú y aquellos a los que ames.- salió del granero en un microsegundo y desapareció. Nosotros nos quedamos abrazados conmigo llorando por el impacto de lo ocurrido.

jueves, 6 de enero de 2011

Saga "La Mediadora", el Comienzo Capitulo 26: El salon del juicio

-¿Tú no los viste?- mi voz sonó algo forzada por la rapidez con la que caminábamos hacia la mansión. Ella negó con la cabeza.- ¿Tampoco los escuchaste?
-No vi ni escuché nada, ¿qué fue? Estabas cantando algo, pensé que sería algo de mojo wicca y como no entiendo de eso te dejé hacerlo hasta que me di cuenta de que salías de allí.- para el tipo de zapatos que llevaba no le costaba mucho trabajo correr. Cristine estaba usando unos shorts negros que terminaban justo por debajo de su trasero, un top de cuero rojo completamente cubierto de tachuelas y un abrigo largo negro hasta los tobillos. Sobre las medias de rejilla usaba unas botas de caña alta abrochadas con un cordón rojo desde la punta de los pies hasta por debajo de la rodilla, con una gruesa plataforma y tacones de diez centímetros. Iba muy gótica, hasta el maquillaje era muy pálido, le hacía verse más muerta quizás que los mismísimos vampiros.
-No sabría explicarte que fue. Demasiado raro, demasiado confuso y muy nuevo para mí. Todavía estoy experimentando cosas que ni yo misma sé por qué me pasan.- hice nota mental de que debía de llamar a Enrietta para tratar de que ella me lo aclarase.
El camino de vuelta se me hizo más rápido que la ida. El cementerio no estaba lejos pero definitivamente había un camino que recorrer que podría traducirse en ocho minutos caminando lentamente. La vuelta la hicimos en tres. Adam estaba en la escalinata de espaldas a nosotras tratando de oler algo en el aire. La brisa que corría iba más bien hacia nosotras, a contracorriente, pero al salir del muro que separaba el camino de la mansión cambiaba hacia lo opuesto. Fue entonces cuando Adam se giró hacia nosotras, nos había detectado por el olor.
-¿Dónde coño estabais? Es urgente que entréis dentro. Kareemah al final decidió que ya era el momento de comenzar el juicio.
Por su mirada y su tono de voz se deducía que Adam no estaba contento con lo que había tardado en encontrarnos. Tras la reprimenda se giró para ir a la mansión con un paso acelerado y sin esperarnos, él ya había cumplido con lo que le habían mandado hacer. Comprobé la hora y me sorprendí, había pasado más de una hora aunque a mí me había parecido quince o veinte minutos como mucho. Antes de girar el muro hacia la puerta principal Cristine me sujetó del brazo.
-Con toda esa paranoia que te dio ahí atrás se me olvidó lo que principalmente me envió Constantin a decirte. ¿Te acuerdas lo que te dijo cuando íbamos en el coche?
Pensé un poco sobre esa conversación, casi todo tenía que ver con el protocolo pero lo que dijo mientras yo estaba teniendo una visión se escapaba de mí-Dijo muchas cosas sobre cómo debía de comportarme ante los maestros, ¿hay algo más que se me escapa?- dije dudando con lo que podía ser.
Me miró con cara de disgusto- Deberías prestar más atención con lo que te explica, te habló de la necesidad de que tengas una señal impuesta por él- señaló con los dedos índice y corazón en forma de uve hacia su cuello a la altura de la arteria como si se tratase de dos colmillos.
Mis ojos se desorbitaron- Sé lo que podría significar eso, yo no quiero pertenecerle. Quedamos en que haríamos el papel como si ya lo fuese para protegerme.
-Él estaba esperando a estar a solas en las habitaciones para explicártelo, bastaría con un leve pinchacito y una gota de sangre sacada con una aguja. Si todavía da tiempo a hacerlo deberías dejar que lo haga, no te va a imponer nada.
Me enojé- Yo no estoy tan segura de eso, mi abuela me explicó lo que consiguen cuando toman tu sangre, te pueden rastrear y hacer que hagas lo que quieran.
-¡Estúpida humana! ¡Nunca a obligado a nadie que no quisiese estar a su lado!- Miró el reloj en su muñeca y exhaló- Vamos, si todavía no han entrado al salón podrás hablarlo con él. Si no, espero que nadie se dé cuenta de que no le perteneces.
Yo ignoré su insulto, no era momento de ponerse a discutir y al llegar a la mansión ella cambió su rostro a uno tranquilo como si nuestra conversación hubiese sido por el clima. Caminamos al interior. La única gente visible a nuestro paso eran los guardias apostados en la entrada y en el pasillo que nos llevaba a un salón de actos. Todos debían de estar ya allí dentro.
Cristine me miró de arriba abajo antes de entrar.- Pasable aunque algo sobrio de más. No es lo que deberías llevar puesto pero servirá. Ahora no hay tiempo de cambiarse.
-¿Vamos a un juicio y te preocupas de lo que llevo puesto? No creo que en lo que van a estar fijándose sea lo que yo llevo puesto o no.
-Créeme cuando te digo que lo harán. Tienen todo ese rollo de ser “lo más de lo más” con lo mejor a su alrededor.
-Me importa una mierda lo que opinen de mi vestimenta. Digo lo que tenga de declarar y me vuelvo a la habitación hasta que nos vayamos- Estaba más preocupada por el hecho de que quisieran tratar de morderme y porque la mayoría de mis herramientas de defensa estuviesen en el bolso que dejé en la habitación en vez de puestas en su sitio. Como acto reflejo me froté las muñecas donde al menos estaban mis cuchillos escondidos.
Adam asomó la cabeza por la puerta y nos bufó exasperado por nuestra conversación antes de cambiar a un rostro indiferente para darnos paso. El salón era inmenso y por supuesto estaba lleno hasta arriba. El aire estaba cargado de magia y se hacía difícil respirar. Todos estaban manando magia hacia fuera tratando de demostrar su poder como grupo. Las nebulosas rojas y azules se repartían sin patrón por entre los asistentes cubriéndolos en un manto bicolor. Los maestros estaban repartidos por toda el área en la misma forma en la que estarían sus estados dispuestos en un mapa geográfico, rodeados de sus guardaespaldas y con los were sentados en el suelo muy cerca de sus pies. Juraría que había sentido a alguno ronroneando cuando su maestro tendía la mano para que se le restregase. Al fondo había una plataforma algo más elevada y una especie de diván sobre el que colgaban finos visillos de tela blanca translúcida con bolos dorados por todo el borde. A ambos lados descansaban por el suelo cuatro humanos, dos hombres y dos mujeres, cubiertos únicamente con pequeños trozos de tela en color azul y oro colocados estratégicamente para que se mantuviesen pudorosos ante los ojos de los asistentes. Estaban descalzos y llevaban puestas sobre sus cabezas pelucas egipcias llenas de abalorios que hacían juego con su vestimenta. Sé que eran humanos porque eran los únicos a parte de mí que no tenían nebulosa.
Constantin estaba junto con su séquito en el lado derecho del salón. Estaba conversando con alguien que yo no podía ver nada a causa de un gigantesco were-león que lo tapaba por completo. Cristine me lo presento en la mansión como Dámaso y era utilizado para los trabajos que requerían más músculo que otra cosa. A su izquierda estaba Mei Ling con su habitual estado aletargado de inamovilidad cuando no tenía nada más que hacer sino mantener la vigilancia sobre su señor.
Constantin sintió mi llegada y giró la cabeza hacia mí. Yo caminaba hacia él por el pasillo con la mirada fija en sus ojos grises, en sus deseables, carnosos e irresistibles labios que continuaban moviéndose para dejar salir las palabras que dirigía hacia la persona tras Dámaso, aunque estaba segura de que su atención estaba puesta sobre mi cuerpo que él contemplaba con signos de admiración. Era uno de esos momentos en los que no distingues lo que te rodea salvo la persona hacia la que te encaminas, como si todo lo demás estuviese cubierto de espesa niebla y tuviese la necesidad de acercarme solo a él, necesitaba tocar su cuerpo y sentirlo cerca del mío aunque sólo tuviésemos el más ligero roce por instantes. Su cara decía que estaba sintiendo exactamente lo mismo que yo. Era una atracción entre nosotros que se estaba construyendo fuertemente en el poquísimo tiempo que llevábamos conociéndonos y era para mí una sensación tan nueva que me daba desconcierto y miedo a la vez. Yo había tenido un par de relaciones amorosas que habían durado poco y mal, me juré a mí misma que no dejaría que me hicieran daño de nuevo por lo que procuraba tener relaciones esporádicas donde no estuviese en medio el amor. Por eso huía de él y de Donovan.
Donovan… acordarme de él hizo que pusiese los pies sobre la tierra de nuevo. En el mismo momento en el que lo hice mi corazón tuvo una punzada de dolor y descubrí que Constantin había estado escuchando todo lo que mi mente había dicho en silencio y no le había gustado. Aún teniendo el impulso de ir corriendo a abrazarme a él al descubrir eso lo que hice fue apretar mis dientes para actuar racionalmente y mantuve el ritmo tranquilo en los pies. Alguno de los dos debía de actuar como un adulto y el hecho de que el tuviese ciento veinte años más que yo no significaba que yo no pudiese serlo más que él.
Sus ojos seguían comiéndome intensamente pero su boca habló con rudeza- Es una falta de respeto hacia tu señor llegar más tarde, ¿qué has estado haciendo?
Sabía perfectamente que estaba tratando de mostrar autoridad delante de los otros maestros y aunque me moría de ganas por replicar esas autoritarias palabras no le iba a dejar en evidencia por culpa de su ego dañado así que bajé mi mirada humildemente y le expliqué- Tuve que ir al cementerio, fue el mismo impulso que tuve cuando llegamos aquí y no pude evitarlo, mi curiosidad pudo conmigo.
-Mi señor, como te decía esta… mujer no entiende nuestra política. Me honrarías dejándome ser tu acompañante esta noche.
Tan concentrada estuve en el hermoso rostro de Constantin que no advertí a la persona con la que hablaba, Margot. No paraba de restregarse contra su brazo igual que un perro tratando de marcar territorio. No pude evitar poner cara de póker por la sorpresa y ella sonrió maliciosamente.
-¿Qué pasa humana, no te alegras de verme? ¿O quizás te hubiese gustado más que estuviese muerta para tener el camino libre?
-Margot…- le advirtió._ Vuelve a tu sitio.
Ella lo miró con ojitos de cachorro- Pero mi señor, sabes bien que ella trató de matarme, ¿no podría yo tener mi venganza y quedarme con su sangre? Mi primera sed no se ha ido del todo…
-Di más bien que tú trataste de hacer eso conmigo, bebé colmilludo. Acércate a mí y te convierto en polvo.- le espeté susurrando para no arriesgarme a ser escuchada por muchos vampiros. No sería correcto matar a uno de los suyos delante de todos si quería salir de allí entera.
-Margot, ve con Damphyr a la tercera fila. No nos pongas en evidencia delante de los otros estados.- le dijo secamente. Uno de los guardias de la tercera fila vino hasta nosotros y la cogió del brazo para llevársela, debía de ser el vampiro que Constantin había nombrado.
Cuando Margot ya no estuvo a nuestro lado Constantin dejó de tener la mirada dura que le había estado dedicando y me ofreció su mano. La cabeza comenzó a dolerme y supe que trataba de comunicarse conmigo. Puse los dedos sobre los suyos apenas siendo un roce y me acerqué hasta su oído para susurrarle, lo que hizo que sed sorprendiera, creo que creía que iba a darle un beso. -¿Podrías no tratar de comunicarte conmigo mente a mente?, hace que me duela la cabeza.
Lo pensó por un segundo, luego asintió con la cabeza y se acercó a mí muy despacio. Sonrió infantilmente, estaba disfrutando de saber el hormigueo que me producía de arriba abajo verlo arrimarse como un lince cazando a su presa. El inocente tonteo que estábamos teniendo me hacía no pensar en nada que no fuera cogerlo por el cuello y devorar su boca, era un juego muy peligroso porque no éramos conscientes de nada más.
Desvió su boca cuando ya casi estaba a punto de rozar la mía y me susurró procurando no decir nada claramente para que nadie nos entendiese- Supongo que Cristine te dijo lo que había faltado por hacer antes de marcharte, es una situación peligrosa para ti no tener hecho eso. Quería decirte que me acompañaras al exterior antes de que comience el juicio.
Recordé la imagen que tenia grabada en mi mente de Constantin siendo mordido cuando lo transformaron, no era una imagen agradable verlo sufrir por esos bocados, yo misma los sentí cuando estuve metida en su cuerpo y me daba terror volver a sentir un dolor así. Yo era muy valiente para muchas cosas, la mayoría de mi valentía se basaba en superar mis propios temores, pero sabía bien lo que sufrió durante esos momentos en Craiova y era superior a lo que yo podía aguantar. Dije lo único que podía articular por el terror mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla- No… puedo.
Constantin acunó mi mejilla con su mano mientras me daba una mirada dulce que pocas veces le había visto hacer como vampiro. Era una mirada de entendimiento, de consuelo. Cogió con el dedo índice mi barbilla y la subió poco a poco para que lo mirase a los ojos. Me habló mente a mente y no con palabras. Me importó poco que me pudiese doler la cabeza por su culpa porque mi miedo era muy grande y necesitaba que me hablara claramente, no con insinuaciones.
“¿Tienes miedo a que te duela o al mordisco en sí?”- yo asentí cuando dijo la primera parte de su pregunta- “Duele un poco al principio cuando hay que perforar la carne pero después cambia. Si pudiese nublarte la mente podría hacer que no te doliera ni siquiera el pinchazo, pero no puedo hacértelo a ti. Prometo ser muy dulce si tu me dejas, es lo único que puedo decir”.
Bajó su boca hacia la mía para darme un suave beso y yo le dejé hacer. Ese simple toque activó de nuevo mis poderes. Todo se volvió luminosamente blanco y al cabo de unos instantes estaba de nuevo en la casa de Constantin, en Craiova. Era otra vez 1959.