Dominique apretó la boca en una delgada línea de labios. El comentario de Veronique no le había gustado. Eso me hizo sospechar y me giré hacia ella. La miré asombrada.-¿Qué quieres decir Veronique? ¿Acaso insinúas que Dom me oculta algo?- Ojalá me equivoque, pero entre ese gesto y su voz triste en mi mente me había indicado que podía ser algo importante que no me iba a gustar. Mi vida desde el cambio había sido maravillosa. Bueno, mi no vida sería un termino más ajustado a mi situación. Un bello cuento donde Dominique es mi príncipe azul y yo su princesa, no me hacía gracia la idea de que ahora apareciese una manzana envenenada o un huso encantado para hacerme dormir por cien años… Divagué tanto que casi tuve ganas de hacer un berrinche adolescente sin saber todavía exactamente qué pasaba.
-¡Oh no, mon chère! Solo indicaba que estáis tan unidos que vuestras mentes se anticipan antes de poderse explicar.- agitó una mano impertinente restándole importancia al asunto y carcajeó sonoramente. Era la primera vez que la veía actuar con tan poca convicción- Como dije antes, rutina de vampiros enamorados… les amoureux.
Antoine también trató de explicarse a la vez- No es nada. Sólo será un…
Mi amor achuchó a Veronique en la espalda para que junto a Antoine saliesen del salón- Venga, id a preparad todo mientras yo le explico a Kat. La estáis asustando tontamente.
Antoine rodó sus ojos mientras salía diciendo que estaba bien con eso y que iría a ver a mamá. Mi amor cerró las puertas nada más salir ellos y me dio una de sus mejores sonrisas. El flequillo se escapó hacia delante en su frente y como siempre que le pasaba tuve tentación de acercarme a arreglarlo. Pero simplemente sopló hacia arriba para echarlo a un lado y luego dijo ¡Merde de flequillo! y volvió a sonreírme en tanto se acercaba para rodearme la cintura y besar mi cuello con delicados toques que me hacían encoger hasta la punta de mis pies de gusto.
“Oh sí, ahora desvía mi atención con besitos para que no te vuelva a preguntar…” pensé sin acordarme de que él podía oírme igualmente, lo que le hizo reírse contra mi cuello provocándome cosquillas. Cuando ya no pude aguantar más la dulce tortura me aparté de su boca y le miré entrecerrando los ojos y fruncí mi boca para mostrar mi disgusto.
-Bueeeeno… está bien. Realmente no es nada. Antoine lleva un tiempo pensando que deberíamos buscar nuevas alternativas que hagan que podamos alimentarnos sin ser detectados y ha estado hablando con el jefe del clan en Rockthorne. Han tenido un par de pequeños problemas con dos de sus vampiros nuevos en los últimos diez años y hay rumores sobre los de nuestra raza y de que la ciudad está encantada o maldita. Necesitan cambiar sus hábitos o nos descubrirán a todos.
-¿Rockthorne? Eso está bastante lejos, ¿verdad?
-No tanto, apenas algo más de tres horas en avión… El caso es que han decidido abrir una escuela de danza allí y voy a ir en representación de nuestro clan para aconsejar sobre cómo organizarlo todo. No sé cuanto tiempo tendré que permanecer allá…
-Vale. ¿Cuándo tenemos que partir?
-Kat, solo voy yo de viaje. Por eso estoy triste, pero tengo que hacerlo.
-No cariño, nosotros somos una pareja, iremos juntos. Además podría ayudar. Mamá me hizo dar clases de danza desde los cinco años hasta que decidí dejarlo cuando mis padres se separaron hace tres…
-No tesoro, no puedes venir. No sé como serán esos vampiros. No conozco a ninguno. Dicen que Philip Connery no es mal líder y administra bien el dinero del clan, pero entonces no llego a entender cómo esos dos casi hacen que nuestra raza se descubra. No me arriesgaré a que puedas estar en peligro por mi negligencia.
-Pero…
-¡Mon Dieu, vas a volverme loco! No tengo bastante con acabar de saber que debo irme en seguida para que encima tú estés encabezonada en viajar conmigo. Partiré en unas horas en el avión privado de la familia ¡y no vendrás!
Dominique salió enfadado dando un portazo mientras juraba en francés varias maldiciones. Me sentí como gelatina escurriéndose hacia abajo hasta que me di cuenta de que mis piernas estaban verdaderamente flaqueando con pequeños temblores y deslizándome lentamente para caer en el sofá. Esta había sido nuestra primera pelea y todavía no estaba segura de cómo y por qué había empezado. Apreté mis ojos para no dejar salir las lágrimas que ya asomaban y traté de respirar hondo para calmarme. “No voy a llorar, no voy a llorar…”, me dije a mí misma hasta que recordé que él podía oírme en su mente y, por primera vez, hice un muro en nuestra conexión ocultando mis pensamientos. Para cuando lo conseguí mamá entró en el salón y me miró comprensiva. No dijo nada e hizo lo que cualquier madre haría cuando se entera de que su joven hija ha discutido con su novio: de pie me abrazó por los hombros y me meció suavemente diciendo ‘Shhh… todo se arreglará, no te preocupes mi niña. No llores, volverá pronto, ya verás’.
En ese momento dejé salir todo el caudal de lágrimas y lloré hasta cansarme.
Tras un buen rato de llanto conseguí aflojar hasta que fueron solo unos moqueos. Entonces pude pensar cómo había sido nuestro enfado. Llegué a la conclusión de que Dominique no me había dicho todo. Lo conozco lo suficiente para saber que él no se enfadaría por querer acompañarlo. Él quería discutir para hacer que me quedase por algún motivo y yo iba a descubrir qué era. Soné mis mocos en un pañuelo y miré a mamá con mis ojos súper-hinchados.
-¿Dónde fue, mamá?
-Lo vi en el despacho de Veronique ultimando los papeles que preparó Antoine para el proyecto de la escuela de danza.
-¿Tú sabias antes que yo que se iba?- ella negó con la cabeza- Esta ha sido nuestra primera discusión y no quiero que se vaya estando nosotros así. Mamá, por favor, ve y dile que yo misma voy a prepararle las maletas con su ropa y accesorios mientras él termina eso. Dile que le voy a meter también mi bufanda favorita.
Mamá sonrió por eso- ¿Para que se acuerde de ti allí?- Yo también asentí y le sonreí.- Voy corriendo cariño.
Mamá salio y yo me fui a nuestro dormitorio. Abrí el vestidor y saqué tres maletas. La más pequeña la llené con sus cosas personales: maquinilla de afeitar, gel, su colonia favorita, su cepillo de dientes… y una pulsera mía frotada con mi perfume favorito.
Una de las maletas gigantes la llené con ropa. Antes de cerrarla metí mi bufanda impregnada con un poco de mi perfume. En la otra maleta metí un poco de mi ropa, mi peine, mi cepillo de dientes, mi perfume favorito y… a mí misma.
Esperaba que para cuando él descubriese que voy con él el avión estuviésemos ya en el aire o en Rockthorne. Por eso había dicho que le metería mi bufanda en sus cosas, para que cuando percibiese mi aroma pensase que yo era una prenda nada más.
La elasticidad que todavía me quedaba de mis tiempos como bailarina me ayudaría a aguantar tanto tiempo metida allí… o al menos eso esperaba.
Dominique entró al cabo de un rato y me llamó. Escuché como abría otra puerta y luego volvió a cerrar. Supuse que esa sería el baño. Antoine le llamó para salir mientras tiraba de mi maleta
-No está aquí. Antoine, creo que me pasé intentando que se enfadase y no dijese de venir conmigo. No me va a despedir.
-No te preocupes mon ami, ahora está enfadada pero ya se le pasará cuando regreses. Es mejor eso que exponerla al peligro donde han matado a varios de los nuestros. Esa maldita organización…
Mis ojos se abrieron como platos por la noticia. Quizás no había sido tan buena idea ir para allá.