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sábado, 11 de diciembre de 2010

Saga la Mediadora" El Comienzo" Capitulo 25: El soldado

Niñas por fin lo acabé, que mejor momento que en el dia de mi cumple... un regalito para mis seguidoras ;)




De buena gana le hubiese dado un tortazo. No creo que le pudiese doler mucho, pero a mí me habría dejado a gusto. ¿Cómo puede una persona ser tan deseada por momentos y tan odiada por otros tantos? Ojala mis pentalfas le hubiesen dado una sacudida que le dejase más tieso de lo que ya está, los malditos funcionan a su antojo y no lo hacen cuando yo quiero, sólo en caso de que estoy en peligro. Cerré la puerta con llave y me senté en el borde de la cama para tratar de digerir todo lo que había conocido hacía unos minutos. Tras un buen rato pensé en llamar a Mina para que me contase cómo llevaba la semana sin mí rondando por su piso pero al final no me atreví, un viernes noche a esas horas ella podía perfectamente estar camino de alguna fiesta junto a alguna de las personas que entrevistaba para el periódico. Pensé también en llamar a Donovan, pero él podía considerarlo como algo más y con la mala leche que tenía en ese momento podía bufarle algo realmente horrible que le hiciese considerarme la bruta del año. Para colmo de males los zapatos me estaban matando.
Tiré el calzado a un lado y anduve descalza hacia mis todavía maletas sin desempacar. Hurgué entre todas las cosas mientras iba colocándolas cuidadosamente en el armario hasta dar con algo que no necesitase obligatoriamente tacones. Un pantalón gris oscuro ajustado y un jersey de cuello vuelto se llevaron el premio al atuendo elegante y cómodo oportuno. Sobre todo agradecí el jersey porque dejaba bien tapado mi cuello, los vampiros tendrían más problemas para llegar a él si decidían que yo era perfecta como cena. Tiré de unas botas altas hasta la rodilla con cuña en vez de tacón para compaginar con el atuendo y cuando me las calcé mis pies por fin estaban cómodos.
Siempre que me enojo me apetece algo dulce tipo chocolate, cosa de la adrenalina fluyendo rápido supongo, así que hurgué en mi bolso en busca de una chocolatina perdida entre los bolsillos. ¡Mierda! No hubo suerte. Hasta que no tomo algo no consigo calmarme y con las prisas para venir se me olvidó traerme algo del arsenal que tengo en mi propia maleta en la casa de Dinescu. No me hizo gracia la idea que cruzó por mi cabeza, pero era lo mejor que podía hacer siendo dulceinómana, así que me armé de valor para salir de la habitación e ir a buscar la cocina, por si acaso el cocinero se apiadaba de mí y me sacaba algún sustituto del cacao.
Justo cuando abrí me encontré en el otro lado a Cristine, con la mano derecha levantada y el puño cerrado a punto de tocar en mi puerta. Mis ojos se fueron directamente a mirar su mano izquierda, portaba una cajita pequeña de los bombones que me ofreció en la piscina.
Se la arrebaté sin pensar, abrí rápidamente el envase y me metí un bombón en la boca- ¡Pabssha, me hash shalvado eh culo!- le dije agarrando otro bombón. Para el que no me haya entendido lo que dije fue: Pasa, me has salvado el culo.
-¿De qué si se puede saber?- me dijo mientras se reía y entraba.
Cerré la puerta y terminé de chuparme los dedos para aprovechar hasta el último resto de chocolate de mi mano antes de contestar -Tenía pensado ir a la cocina a buscar algo con azúcar o chocolate para calmar mi ansiedad y dado que un par de vampiros han mostrado indicios de que les gustaría probarme no era una muy buena idea. Necesaria si, buena no.
-¿Te has molestado con Constantin? No le tomes a mal lo que haga, suele ser por algún motivo y siempre por el bien de los que le rodean.
La miré sospechosamente- ¿O tienes algo de bruja y sabes qué hemos hablado o te lo ha contado él?
Mi pregunta le hizo dar una buena carcajada- No es eso exactamente. Él no suele explicar sus asuntos personales, lo que hizo fue que me llamó, dijo que te habías enojado y que temía que te fueses de aquí sola o cualquier otra locura. Me dijo que era mejor que viniese yo a buscarte y hacerte razonar así que deduje que tu enfado es con él, ¿estoy en lo cierto?
-Más o menos. Estoy enfadada porque por lo visto soy un manjar para los colmilludos y no me lo creí hasta que se me han acercado. Él lo sabía y aun así me trajo aquí.
-No sé lo que eres, pero ya te dije que noté poder sobre ti cuando te conocí en la cocina de la mansión. Así que era cuestión de tiempo adivinarlo.
-Soy una wicca que no sabe manejar el poder que tiene, recién lo descubrí. Y por favor no lo comentes con nadie, vendrían a buscarme y me dejarían seca a fuerza de probaditas. Pero eso no es lo único que me ha molestado, también está el asunto de que pidió habitaciones contiguas. Hubiese preferido que me dejasen en la planta donde estáis vosotros, no me gusta como os tratan, como si fueseis seres inferiores.
-¡Bah, por eso no te preocupes! Yo hago sin problemas lo que Constantin me pide. Conozco a casi todos los maestros que están aquí y de todos él es el mas tolerante y sensible hacia nosotros. Somos más amigos que siervos suyos, aunque a veces nos recuerda quien está al mando.- se acercó a mí en plan cómplice, como si fuese a contarme un secreto.- Quizás lo que quiere de ti no sea tu sangre si no otra cosa y por eso pidió así las habitaciones, tengo entendido que él es muy… ardiente.
Me levanté de un golpe del borde de la cama- ¡Llegué a la mansión por cuestión de trabajo y mira donde me veo! Ahora mismo lo que menos me apetece es pensar en tu maestro como amante. –me quedé pensativa, y luego vino una idea a mi cabeza- ¿Sabes que? He pensado que ahora que no lo tengo revoloteando cerca de mí es un buen momento para hacer lo que quería cuando llegamos, y tú me vas a acompañar. Así no podrá decir que me fui sola.
Cristine comenzó a agitar los brazos negándose- ¡Ah no, a mi no me líes que luego pagaré yo tu locura!
Abrí la puerta rápidamente antes de que ella pudiera bloquearme- Haz lo que quieras, yo me voy. Puedes quedarte aquí esperando a que yo vuelva y enfrentarte con él cuando compruebe que me has dejado salir sola o puedes venirte conmigo y decir luego que hiciste todo lo que había en tu mano para pararme.- atravesé el umbral y no esperé por ella. Bastaron cinco segundos para que Cristine corriese a mi lado.
-Sabes que eres una chantajista de lo peor, ¿verdad?
Sonreí sin mirarla- Si, a veces puedo ser una perra.
Caminamos cuidadosamente entre los vampiros apostados por los pasillos y accesos de la mansión, aparentando absoluta normalidad como si fuésemos a hacer un recado para Constantin, hasta que conseguimos salir de allí. Conforme íbamos acercándonos al camposanto noté unas vibraciones cada vez más fuertes, llamándome y ahogándome de la misma forma que me pasó en la morgue. La entrada al cementerio estaba bastante deteriorada, la verja estaba a punto de descolgarse de los pilares, amenazando con armar mucho polvo y cascotes en su caída. Sus dos partes estaban unidas por una cadena a modo de cerradura en la que ni siquiera se podía apreciar un candado. Cristine se ofreció a desenrollarla. Cuando posé el primer pie en los dominios sentí algo electrizante que me recorrió de arriba abajo. No era algo alarmante, se sentía como algo que estaba midiéndome, estudiando mi interior en busca de algo. No podía precisar lo que buscaba esa “electricidad”, pero fuese lo que fuese, le gusté y me dio la bienvenida al lugar envolviéndome en calidez pese a estar a la intemperie a finales del otoño.
-¿Has sentido eso?- le pregunté a Cristine.
-¿El qué?- me dijo mirando ávidamente hacia todos lados en busca del peligro- yo no he sentido nada. Aquí no hay nadie.
Seguí caminando ignorándola, sabía que pronto me seguiría. Miré hacia todos los lados buscando la fuente de energía que me llamaba. La mayoría de las losas estaban medio quebradas o hechas pedazos. Instintivamente cerré mis ojos y puse mis brazos estirados, con las palmas de las manos apuntando al suelo en dirección a las lápidas. Caminé a ciegas para concentrarme mejor en lo que hacía y tuve la suerte de no tropezar, era como si conociese cada recodo, grieta o cosa mal colocada en este cementerio. En casi todas las tumbas noté algo muy débil, subyacente bajo la tierra, que me invitaba a abrazarlo, pero lo hacía de una manera sutil casi imperceptible. Podía sentir su tirón muy suavemente pero algo dentro de mí me pedía que continuara. No era así en todas. Las más antiguas se sentían vacías, como si lo que sea que quedase en ellas se hubiese perdido para siempre. Cuando estaba llegando al final del cementerio capté la vibración más intensa. Giré a mi izquierda, a la zona de panteones familiares. Tras unos arbustos de crisantemos se erigía el panteón más grande de toda el área, la reja que lo mantenía apartado del resto estaba forzada y no dudé en entrar. Allí hallé la fuente de energía que me llamaba. Se trataba de un espíritu, estaba vestido con ropas militares antiguas que destellaban una luz blanquecina ligeramente azulada. No podía saber con certeza el tiempo en el que había vivido, pero más o menos debía de haber sido sobre el siglo XIV o XV a juzgar por el parecido de su traje con los que había visto en una exposición a la que asistí en Nueva Orleans.
Yaya me había hablado muchas veces de los espíritus cuando era pequeña. Según ella, si los podías ver era porque habían dejado algo pendiente que hacer en este mundo, porque habían tenido una muerte violenta, o bien no sabían qué les había ocurrido y vagaban hasta que la energía que los mantenía se extinguía y no quedaba nada. El caso es que yo estaba aquí frente a él porque su energía vital me pedía que lo buscase y quería saber por qué.
Tosí- Disculpa…
-¿Quién osa molestarme…? ¡Oh!- Exclamó cuando me miró. Hizo una gran reverencia - ¿Qué necesitáis, mi señora?
-¿Sinceramente? Nada, sólo saber si puedes aclararme por qué siento algo así como si me estuvieses llamando para que viniese.
Puso cara de sorpresa-¿Sentiste mi llamado?- Le asentí. Tras unos momentos en el que adquirió un gesto pensativo reaccionó mientras movía las manos para abarcar todo el cementerio- Eso es nuevo para mí. Llevamos aquí setecientos años confinados en estas malditas tierras, condenados a permanecer impasibles a lo largo de los tiempos.
-¿Cómo que lleváis?- yo veía solamente a un espíritu.
-Me llamo William y estos son mis compañeros. Somos nueve soldados, pertenecíamos al servicio de Lord Silverhood, dueño de estas tierras por aquel entonces.- como si estuviesen escuchando aparecieron a su lado los otros ocho que faltaban. Se inclinaron respetuosamente para saludarme y luego se acercaron al que estaba hablando para dejarlo continuar con la historia- Fuimos enviados junto con el resto de la caballería a una misión muy importante para nuestro señor, pero sólo conseguimos volver vivos nosotros nueve tras siete meses fuera de aquí. Nos habían dado ya por muertos, no sabemos quién corrió la voz. Cuando nos vio aparecer Lord Silverhood pensó que era cosa de brujería, de adoración del diablo por nuestra parte para conseguir volver con vida y decidió condenarnos a muerte quemándonos en una hoguera. Aquí estamos desde entonces sin poder traspasar estos muros. No he dejado ni un solo día de rogar porque alguien viniese y nos liberase de la maldición que recibimos por parte de Lord Silverhood.
Me había contado la historia muy deprisa, como si temiese que yo pudiera salir corriendo de allí sin querer saber y tardé un poco en encajar todo lo que me decía.- ¿Por qué iba a querer ese Lord Silverhood matar a los soldados que habían hecho lo que él había pedido? Es contradictorio.
-Muy sencillo, nos dimos cuenta de ello cuando nos aprisionaron. Él había ofrecido una jugosa recompensa a aquellos que lo consiguiesen pensando en que quizás sólo uno regresaría, nueve éramos muchos más de lo que calculó. Acusándonos de brujería las tenía todas consigo para librarse de nosotros. Y aquí nos encontramos después de tanto tiempo, con la persona que puede conseguir liberarnos.
-¡Espera, espera!- dije alzando mis manos para refrenarlo- Yo no soy esa persona que buscáis, yo solo asomé aquí porque sentí que alguien me llamaba, no más.
-Tienes que serlo, si no nunca lo hubieses escuchado. Yo crecí en una época en la que se creía que todo aquello que fuese sobrenatural no era bueno, pero aunque haya estado aquí encarcelado he aprendido muchas cosas de la gente que venía aquí de visita o han sido enterradas. Creo en la magia, y también que tú tienes que ver algo con ella, por eso pudiste escucharme. Así que sí, estoy seguro de que algo podrás hacer.- señaló a sus compañeros- Ellos solo quieren paz para su alma, poder irse con sus familiares al otro mundo. No les gusta esto ni todo lo que sucede. Hemos visto muchas atrocidades cometidas por los que habitan en el edificio contiguo al cementerio y es duro verlo y no poder hacer nada. Por favor, ayúdanos.-trató de sujetar mi mano para implorarme pero era inútil, cada vez que lo intentaba su mano se desvanecía como si fuese humo y cuando dejaba de intentarlo volvía a recuperarla.
Me miraban con ojos de cachorro, como si fuesen el último bote salvavidas del barco. Quizás pudiese ayudarles, quizás no. Ojala mamá estuviese aquí, esta era su especialidad… Acordarme de mi madre hizo activar mi chip interior. Como si hubiese pulsado un botón y alguien me hubiese dado las respuestas de un examen comencé a canturrear lo que me sonó como un rito, una llamada a las fuerzas sobrenaturales. Era el tipo de canto que mi abuela me había enseñado de pequeña, hablaba del aire, del sol, del día y la noche, llamaba a todas las fuerzas supremas para que escuchasen mi plegaria en la que pedía por la voluntad de estas almas. ¡Que lista mi yaya, haciéndome aprender hechizos wicca camuflándolos en canciones infantiles!...
El tatuaje de mi brazo izquierdo, el que representaba el Ojo de Horus, se calentó conformé yo recitaba. Era la señal de que estaba “recargándose” con la energía que yo necesitaba para poder sacarlos de allí. Ofrecí mi mano a William, que a su vez agarró a uno de los soldados, y ese a otro y así hasta que todos estábamos sujetos unos a otros. Tiré de ellos encaminándolos hacia la salida sin dejar de recitar una y otra vez la misma letanía. Todos traspasamos la verja del cementerio. Nada más salir los espíritus de los soldados fueron desvaneciéndose bajo un suave brillo. Todos estaban sonrientes y me daban las gracias mientras desaparecían. Eso me hizo sentir una paz interior como nunca antes había conocido. Todo terminó y estaba de nuevo sola frente al cementerio, o eso creía yo.
-¿Qué demonios has estado haciendo? Deberíamos volver ya a la mansión, antes de que se den cuenta de que hemos desaparecido y me castigue Constantin.
Cristine me había localizado y estaba tirando de mi brazo para llevarme junto a los vampiros.

2 comentarios:

  1. enserio?? es tu cumplee?? que bien!! FELIZ CUMPLEEEE!!!...espero que lo pases excelente con tus seres queridos y familia! mis mejores deseos y muchos exitos!! un abrazo!! (K)

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  2. Ups!
    Dinescu se va a enojar
    y algo muy curioso dijo ese soldado ....¬¬

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