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martes, 3 de mayo de 2011

Saga "La Mediadora, El Comienzo" Capitulo 32: Sin descanso

Pese al incidente de la noche anterior y que todo estaba más o menos aclarado Clhaus seguía algo receloso conmigo, pero hizo un esfuerzo por disimularlo gracias a la intervención de Miranda. Creo que aunque los hombres que había conocido en Elwood intentaban ser dominantes sus mujeres hacían cualquier cosa por desmontar esa teoría. Nathan al final no nos había acompañado para ver a Matthew tras una mirada entrecerrada de Enrietta que se podía interpretar como “quédate aquí y así no se os subirá de nuevo la testosterona a los dos”.
-Buenos días, ¿cómo esta Matthew hoy?- dije algo nerviosa. No sé por qué, pero de repente estaba molesta por no haberme arreglado un poco más, no sé, quizás le podía haber dicho a Enrietta que me dejara usar algo de maquillaje y corrector para disimular las consabidas ojeras que debía estar luciendo en esos momentos…debería de haber mirado si tenía alguna ropa que fuese más de mi talla… en mi cabeza hice una O enorme cuando al final llegué a la conclusión de mi rabia, quería estar bonita para Matt. ¿Tendría esto que ver con la marca? Sé que me gustaba bastante antes de eso, pero hasta el punto de sentirme como una quinceañera a punto de ver a su grupo pop favorito…
-¿Te encuentras bien? Estás muy pálida, quizás debería comprobarte la doctora Maxwell…
No, seguro que más bien era por la sorpresa de sentirme de repente como “Betty la fea” y esperaba que alguien me tirase una tarta a la cara para no tener que verme así de horrible- No te preocupes Mandy, debe ser por lo poco que dormí.
-Mi Matt todavía duerme pero si quieres pasa a su dormitorio y lo ves. A lo mejor cuando compruebes como sigue te tranquilices, debe ser eso lo que te pasa. No está tan mal después de unas horas.
-¿No está tan mal? ¿Quiere decir que todavía no está sanando?
Por un momento el rostro de Miranda pareció cansado y maduro, más acorde con la edad que debía tener- Lo está haciendo más lento de lo que nosotros normalmente necesitamos para sanar. Esa pirita trabaja duro sobre su cuerpo. Le tuve que apretar un poco más el vendaje para que la sangre no brotase de nuevo. Si hubiese sido una herida normal, lo primero que nuestro cuerpo hace es coagular desde el exterior para evitar el derrame mientras la sangre baja su ritmo de fluidez para no encharcar nuestro organismo. Pero el mineral consigue abrir nuevas heridas cada poco tiempo. Ahora creo que casi todo se ha concentrado en su pierna y la tiene muy amoratada. No me gusta y no estaré tranquila hasta que Maxwell venga dentro de una hora para comprobarlo.
-Pues entonces iré ahora mismo a verlo, no quiero entorpecer el trabajo de la doctora cuando venga si entro más tarde.
Conseguí que sonriera y me acompañó hasta el dormitorio. La habitación de Matt era muy sencilla, con escasos muebles, apenas un armario, un pequeño escritorio y una mesita junto a la cama donde descansaba. No había cuadros ni pósters de algún grupo o famoso favorito, ni tampoco algo que indicase sus aficiones. Él me había dicho que vivía en Chicago por lo que debía de tener casi todas sus pertenencias allí y aquí había dejado pocas cosas. Me fijé en la estantería de dos baldas colgada en la pared de la derecha, era el único sitio donde había objetos personales a la vista. Sobre ella reposaban unos cuantos trofeos y medallas conseguidas durante sus tiempos de estudiante, sus gafas de sol, un teléfono móvil y una fotografía donde posaba vestido con uniforme de gala junto a sus padres. Tenía que ser de cuando se graduó como oficial porque por su aspecto podía imaginarme que ahí tendría unos diez u ocho años menos. Su sonrisa era magnífica y su cara decidida, la de alguien duro que tiene claro que quiere conseguir sus metas y que por supuesto logra. Curiosamente eso mismo me pareció ver en él cuando entró en el piso donde estuvo secuestrada Gina Banks. No quise demorarme mucho fisgoneando todo con la mirada y me acerqué hasta su cama. Mindy me acercó una silla para que pudiese sentarme y se alejó hacia la puerta.
-Voy a ir con mi hermana... Nadie os molestará.
Me sorprendió. Tan callada había estado cuando entramos que ni siquiera me acordaba de que ella estaba allí. Miré hacia ella algo avergonzada-¿De verdad que no te importa que yo me quede mientras aquí?
Mindy alzó sus cejas extrañada. Con esa expresión volvió a parecerme algo más joven de nuevo igual que en la noche anterior-¿Y por qué iba a molestarme?
-Bueno… Matt no estaría así si no fuese por mí, por mi culpa. Él fue a buscarme a la mansión…
Se quedó un momento quieta, como pensando lo que yo le había dicho. Tras unos momentos ella hizo una “o” comprendiendo lo que le quise decir y se acercó para apoyarse en mi hombro dándome consuelo- Matt siempre ha estado dispuesto a enfrentarse a cualquier peligro por todos, es lo que mejor sabe hacer y le gusta. Por eso se hizo policía aunque su padre quería que se quedara aquí para liderar a nuestro grupo cuando él no estuviese. Créeme si te digo que no es la primera vez que él ha llegado a casa herido por hacer su trabajo así que no te culpes, yo tampoco lo hago. Menos aún cuando él te ha marcado como uno de nosotros. Ahora eres de la familia.
-¿Y no sería también ser un protector si se quedase aquí como líder? Se supone que un líder tiene que proteger a los suyos ante cualquier problema, no es que yo haya visto nada así por aquí, pero supongo que también habrá problemas como en todos los sitios.
-Más de los que te imaginas. Y por favor, no comentes nunca algo así frente a Clhaus. Te ganarías su total amistad porque eso mismo le dijo a nuestro hijo, pero Matt no quiere asumir el cargo bajo ningún concepto.
No dije nada porque sabía perfectamente el motivo por el que Donovan no aceptaría el cargo de líder. Mindy se fue silenciosamente cerrando la puerta y yo me giré hacia la cama. Matt estaba dormido. Su respiración era lenta y su cara estaba sosegada. Lo único que desentonaba en su plácido sueño eran las minúsculas gotas de sudor que surcaban su frente y la palidez algo azulada de su rostro. Su sangre circulaba lentamente para evitar en la medida de lo posible sufrir nuevos cortes internos y le confería ese color amoratado propio de la mala circulación. La pierna herida asomaba ligeramente por entre las sábanas y estaba envuelta únicamente en la parte superior con una venda.
Cogí la gasa doblada de la mesita y me dispuse a secarle el sudor de la frente muy despacio para no despertarle. Sus cabellos estaban pegados en su cuello por la humedad y traté de quitarlos con cuidado. Para ello tuve que acercarme más a su cara. Casi había terminado de hacerlo cuando las yemas de mis dedos rozaron levemente su piel y percibí su aroma. Olía bien pese a estar empapado, me recordaba a algo salvaje pero excitante a la vez sin poder llegar a definirlo por completo. Relamí mi labio inferior y tracé una línea ligera sobre su mandíbula con mi dedo intentando perfilar su rostro y acabé bordeando sus labios. Así tumbado y quieto sus facciones no eran tan severas, perdía mucho de “tipo duro” y ganaba como chico guapo. No del tipo enormemente-guapo-que-duele-mirar-y-parece-irreal, pero guapo en sí. Debí hacerle cosquillas con mi tacto porque se movió ligeramente y me aparté igual que si fuese una llama que pudiera quemar. Al moverse las sábanas descubrieron un poco más de su anatomía, revelando parte de su fornido torso. Se notaba que hacía deporte y se cuidaba físicamente. Iba vestido solamente con un bóxer azul marino. Mi tatuaje sobre el pecho me cosquilleó y tuve la necesidad de rascarlo con rapidez. El picorcillo me recordó al que puede hacer una mariquita caminando por la palma de la mano aunque algo más intensificado.
-He oído decir que abusar de alguien convaleciente es un delito hoy en día…
En un milisegundo lo había vuelto a tapar avergonzada y me giré hacia atrás para ver quién me hablaba. La voz me resultaba vagamente familiar…
-¡William!, ¿qué coño haces aquí?- bufé, luego tapé mi boca temiendo despertar a Matt.
El espectro blanquecino del caballero estaba tras de mí pegado a la pared. Estaba apoyado descuidadamente sobre la pared con los brazos cruzados y riéndose pero cuando yo me giré él se cuadró sobre sus hombros y me hizo una anticuada reverencia- Mi señora, vine a acompañaros.
-Déjate de cursilerías medievales y explícame por qué no estás ya al otro lado, en el cielo, el infierno o donde cojones tengas que estar. ¡Me diste un susto de muerte!
-¿Se ha perdido la caballerosidad en estos tiempo? ¿Está mal ofrecer compañía a una dama?
-¿Ahora soy una dama? Te recuerdo que hace un momento me estabas acusando de querer violar a Matt. Eso no es algo que haga una dama.
-Solo era una frase que escuché decir una vez a un par de adolescentes que entraron en el cementerio. La jovencita estaba apoyada sobre una muleta con la pierna vendada y después de que él la besara ella le dijo eso y él se rió, pensé que estaba haciendo una broma contemporánea.
Su rostro estaba acongojado, temeroso de haber hecho algo ofensivo y me apiadé de él.- Sí sería una broma en otras circunstancias William, pero yo solo estaba revisando sus heridas ¿lo entiendes? Es bueno ver que intentas adaptar tu vocabulario- él sonrió.
-¿Entonces qué hizo que te molestaras?
-Yo me molesté porque me asustaste. No esperaba que estuvieses aquí, te hacía junto con tus compañeros o con alguno de los espectros de la mansión.
-Mis amigos, mis compañeros de batalla se fueron “al otro lado”- gesticuló con un par de dedos en cada mano para acentuar las comillas- y no me queda nadie que conozca salvo tú.
-¿Qué me dices de todos los que entraron en la mansión? Ellos son como tú.
-¡Bah! Son aburridos. Intenté congraciarme pero no hacían nada más que quejarse de lo que habían dejado sin acabar en vida. Sin embargo, tu vida es emocionante, me hace recordar mis tiempos de combatiente.
-Mi vida es una mierda desde que llegué a Chicago, lo único que he conseguido han sido personas que han intentado morder mi culo.
-Ya vi eso. ¿Tienes por costumbre hacer malos amigos? Yo podría ayudarte, ya viste lo que hicimos en Indiana, fue lo más emocionante que he visto en más de seiscientos años. Y además, no todos son malos, lo tienes a él. Parece que se preocupa por ti.
Miré hacia Matt. Seguía inmóvil. Por mi mente pasó la pregunta que me hice más de una vez la noche anterior: ¿Qué hice yo para que alguien tan noble y guapo quisiese tener algo que ver conmigo? No soy una belleza, pero tampoco estoy para el arrastre, eso lo sé. Normalmente los tíos que están buenos suelen estar ocupados o no valen ni cinco centavos, y Matt estaba libre y valía una fortuna para mí.
“Eres mia”…
Resonó en mi cabeza con la voz de Constantin. ¿Estaría bien o sucumbió en el derrumbe y mi mente me jugaba una mala pasada? Deseaba que estuviese bien y me reafirmé en el pensamiento de que si podía escucharlo en mi mente él estaba “vivo” a su manera. “Mia…de nadie más…” me repitió. Entonces recordé verlo, recordé sus besos y cómo conseguía ponerme húmeda nada más rozar mis labios… y de nuevo pensé en Matt, en el momento en el que estábamos con la adrenalina por las nubes al enfrentarnos a aquel grupo, luchando en sincronía y en el intenso beso en medio de todo aquello. Entré en un conflicto de sentimientos sin poder decidir quién de los dos me gustaba más.
-¿Mi señora, estás ahí?
La voz de William consiguió sacarme de mi deriva y regresar a la realidad. Me enfurece encontrarme en un momento tan vulnerable y que alguien esté viéndome y quizás analizando mis gestos para saber qué pienso- Sí, ¿es que no se nota donde estoy? No sé por qué cojones preguntas. Solo pensaba.
William me miró serio desde los pies de la cama.- Creo que ya he encontrado un motivo por el que no puedes quejarte si me quedo contigo, necesitas a alguien que te corrija esa forma groserade hablar.
Enarqué una ceja desafiante- Eso mismo me dijo un maestro vampiro y le desafié a intentarlo. Inténtalo y encontraré la forma de materializar tu espectral culo para poder patearlo. Es preferible escucharme decir groserías que verme desahogando mi furia físicamente, me lo dijo un sicólogo.
-Los sicólogos no recetan eso- pujó William.
-No, pero el sicólogo que visité de adolescente cuando mi abuela intentó modelar mi lenguaje con un logopeda que terminó con un moretón en su boca por agobiante prefirió opinar eso antes que recibir él la misma medicina. Dicen que así pago la frustración que tengo por lo que le pasó a mi madre cuando me parió.
-¿Qué le pasó a tu madre?
-Mejor no lo sepas, solo piensa que cuando encuentre al hijo de puta que marcó cómo iba a ser mi existencia pienso disfrutar torturándolo.- y sonreí tan maliciosamente que las cejas de William se alzaron con sorpresa.
Matt se movió un poco entre las sábanas con un leve quejido casi imperceptible. La pierna debía de dolerle a reventar y su frente volvía a estar empapada por lo que cogí nuevamente el paño para secársela. William quiso saber qué le pasaba y le expliqué.
-¿Crees que si probamos a hacer como en la mansión podamos ayudarle?
-¿El qué?
-Digo que me metas en su cuerpo. Quizás pueda arrastrar lo que queda de pirita hacia la herida para que salga fuera de su cuerpo, pero sólo puedo entrar en él si tu haces eso que hiciste anoche.
Negué -No sé qué demonios hice, todavía no controlo mi magia. Además, si supiera hacerlo de nuevo correría el riesgo de abarrotar la casa con una multitud de espectros. Créeme si te digo que me gustaría ayudarlo pero veo más riesgos que posibilidad de beneficios para él.
-¡Oh por el amor de Dios! Yo vi lo que hiciste. Una persona con tu valía, con tu coraje, ¿dudando? Deberías confiar más en ti y en tus capacidades. No he conocido a nadie con un poder igualable al tuyo, y eso que en el cementerio tuvimos muchos visitantes con poderes extraordinarios.
William podía ser una cosa molesta desde que había declarado su intención de estar conmigo siempre pero hubiese sido un buen cheerleader para los Osos (futbol americano). Respiré hondo y solté el aire despacio- Está bien, intentémoslo. Dios quiera que salga bien.
Levanté las sabanas por el borde lo suficiente para poder ver todo el vendaje. La pierna estaba tan morada que parecía del color de una berenjena. Coloqué con cuidado el talón sobre la silla en donde yo había estado sentada para tener espacio para quitar el vendaje y poco a poco lo desenvolví. La herida tenía un borde grueso y abultado. De ser un pequeño agujero de bala había pasado al tamaño de media pelota de pin pon. Un trozo de pirita asomaba por el centro pero sin las adecuadas pinzas quirúrgicas no podía terminar de sacarlo. Busqué en mis recuerdos las palabras exactas que dije pero no conseguí recordarlas todas ordenadamente. Desesperada tras unos minutos y con la impaciencia de William a mi lado probé de otra forma tal y como Enrietta me dijo que podía llamar a la wicca en mi interior. Miré a William y cerré mis ojos visualizándolo con todo lujo de detalles. Vi su uniforme militar con precisión, sus manos enguantadas con el tejido de red, sus botas de metal, su casco imperial sobre su cabeza, su mirada devota hacia mí… entonces noté la vibración de mi cuerpo y nuevamente el cosquilleo sobre mi tatuaje. Comprendí que él había escogido libremente unirse a mí a través de mi marca sobre el pecho. Él había estado confinado dentro de ella desde que salimos de la mansión. Seguí pensando en él e introduje también la imagen mental de mi tatuaje como si fuese un altavoz que le decía que me pertenecía y que debía unirse a mí. No sé como explicarlo, pero William fue nuevamente absorbido en mi cuerpo. No sentí nada invasivo, sólo sabía que él estaba allí en algún lugar de mi mente. Podía sentirlo diciendo “Mi señora, soy todo vuestro. Estoy a vuestra merced para lo que necesitéis”.
“Libéralo de su dolor”, mentalicé yo.
Como una luz radiante cruzó por mi brazo hasta alcanzar a Matt en el momento en que yo posé mi palma sobre la herida. Donovan se retorció varias veces ante el escrutinio interior de su cuerpo. Abrí los ojos y lo vi apretando los puños sobre las sábanas pero extrañamente incapaz de despertarse. Tras un último gruñido muy felino su cuerpo se relajó y yo sostenía en mi mano un puñado de astillas minerales. La pirita había dejado por fin su cuerpo y William salió despedido de su cuerpo con un aspecto bastante más tétrico y transparente. Parecía cansado.
-¿Qué estas haciéndole a Matt? Gritó Maxwell que acababa de entrar en la habitación junto a Miranda y Enrietta. Su nebulosa roja comenzaba a manar de ella débilmente por la ira- ¡Podrías haberle puesto en peligro al quitarle la venda!
-Da igual lo que hizo, mi hijo está mejor. ¡Míralo!- Miranda se acercó hasta Matt con un par de lágrimas escurriendo por su barbilla- Hola tesoro, ¿cómo te encuentras?
Matt había abierto los ojos y nos miró confundido. Luego miró su pierna y recordó.- Me siento como si una apisonadora me hubiese machacado la pierna, duele un infierno.- Su voz estaba ronca tras haber gruñido pero luego miró de la doctora a mí y se aclaró la garganta- Gracias.
No sé a quien lo dijo pero Maxwell estaba airada- No deberías de haberte despertado todavía, tuve que anestesiarte para mitigar el dolor y te inyecté suficiente anestesia como para que no lo hubieses hecho hasta esta tarde.
-Mary Anne, ¿en qué estabas pensando? Sabes que la anestesia bloquea casi completamente nuestra capacidad para sanar. ¡Si no llega a ser por Eve Matt podría haber perdido la pierna!
-Enrietta, yo… yo…- estaba confusa y no encontraba las palabras apropiadas. Incluso la rabia rojiza a su alrededor se ahogó con la perplejidad de saber que podía haber fallado en su diagnóstico.
-Ella hizo lo que le pareció mejor hasta conseguir la forma de curarlo. Quizás la pierna estaba coagulada, quizás pudiese estar perdida para la tarde, pero ella vino ahora, por la mañana, a terminar de curarlo cuando todavía hay tiempo. Yo sólo intenté hacer algo que acelerase el proceso después de una idea que tuve en mi cabeza.- miré disimuladamente hacia donde estaba todavía William y se estaba riendo por eso- No la culpéis por hacer su trabajo.-Yo misma no me creía que hubiese defendido a Maxwell, pero es que ella tampoco daba crédito a mi argumento porque la boca le colgaba bien abierta cuando terminé. Lo definiré como que tuve locura transitoria si alguien me pregunta qué me pasó.
-Bien, puede que sea como dices Evelynn, aun así creo que lo que hiciste es espléndido. Estás comenzando a manejarte por ti misma, te dije que pasaría.- Enrietta me miraba como un niño con un juguete nuevo que ha descubierto que funciona a pilas por sí solo.
-Si. Dejemos que la naturaleza siga su curso. No tengo ninguna prisa por probar nada nuevo. Cada vez que he tenido que probar algo nuevo la mierda golpeó el ventilador… ya te expliqué.
Todos salieron cuando la doctora dijo que iba a curarle la herida. Yo iba a salir también pero Matt quiso que me quedara. Esto no podía ser bueno, el aire iba a ser espeso mientras estuviésemos tres en el mismo sitio. Él insistió y me quedé quieta sentada en el borde de la cama justo a sus pies. Maxwell vertió desinfectante por la herida antes de comenzar a coser. Con todo el dolor que demostró antes me extrañó que ahora Donovan se mantuviese quieto y calmado. Realmente la pirita era dañina para ellos. ¿Cómo demonios lo habían sabido en la mansión? El teléfono sonó y se lo dí a Matt para que no se moviese intentando alcanzarlo. Era el capitán Baker. Me sorprendí de mí misma captando la conversación que mantenían. En la pasada noche mientras todos andábamos por Indianápolis, Chicago había sido un hervidero de robos, vandalismo e incluso asesinatos. Dinescu estaba desaparecido y los vampiros locales estaban siendo amenazados tanto por los ciudadanos como por vampiros de los estados cercanos. Ahora ellos estaban descansando en sus escondites pero seguidores humanos buscaban un chivo expiatorio a quien culpar para ellos. El reverendo Kern estaba aprovechando todo el jaleo para promocionar su oposición a que las nuevas leyes a punto de aprobarse y que favorecían a los vampiros quedasen nulas. El senador Starch era el promotor de esas mismas leyes y quería acercarse a la ciudad para “dar apoyo a los ciudadanos vampiros de nuestra hermosa ciudad”, según sus propias palabras. Baker estaba que trinaba con todo y quería a todos sus agentes listos para posibles altercados a lo largo de todo el maldito día. Le recriminó a Donovan que hubiese pedido dos días libres después de que un departamento policial de Indianápolis le informase de lo que nos había pasado. No culpo a los chicos por tener que dar explicaciones sobre lo que hicieron con el armamento que portaban cuando vinieron a rescatarme, pero Donovan podía tener serios problemas por esto. Sin más remedio tuvo que asentir sobre ir a Chicago a primera hora de la tarde y colgó. Maxwell también fue llamada para ayudar con las autopsias de todos los caídos y tras un último vistazo a la pierna y satisfecha de que ya comenzase a sanar se fue. ¿Es que los problemas no podían dar un descanso a mi alrededor? Yo quería ir a casa y ver a Mina. Necesitaba saber si estaba bien, también conocer si Elliot había tenido noticias de Constantin, pero Matt no me iba a dejar ir después de lo ocurrido. Me quedé con él echada en lo alto de su cama, decía que como estábamos unidos nuestro contacto haría que sanase más rápido. Tras un par de roces de nuestros labios se quedó dormido. Avisé a Miranda para que lo despertase a la hora de comer y me acerqué hasta Kane a pedirle un favor..
-¿Qué necesitas?- me dijo con una gran sonrisa seductora. Seguro que las chicas se derretían por eso. No creo que su intención fuese seducirme con ella, creo que más bien formaba parte de su personalidad y lo hacía sin pensar. ¿Qué se le puede decir a un chico así? Nada, solo disfrutar de su lindo rostro y continuar con lo que iba a hacer.
-Una cosa simple. Llévame a Chicago.

1 comentario:

  1. ufffffffffff..... buenisimoooooooooo!!! ya quiero el proxxx!!! quiero saber que le paso a constantinn!!!

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