El autobús hacía su entrada en la estación con media hora de retraso, esperaba que Mina no se hubiese desesperado. Ella es la “chica puntualidad”, si no estás lista a la hora convenida se marcha a tomar un café al bar o a alguna tienda cercana sin previo aviso y tú tienes que molestarte ahora en esperarla.
Por suerte para mí ella estaba aún allí, de pie junto al cartel donde debería aparcar mi autobús, agitando los brazos como una eufórica y dando pequeños saltitos de alegría.
Quizás cuatro años sin vernos hayan hecho algo por cambiarla un poquito en sus estrictas reglas. Mina se veía como si no hubiese pasado el tiempo. Llevaba una de sus típicas minifaldas ceñidas, tacones de oficina, un top ajustado y una chaqueta a juego con la falda. Su pelo quizás era ahora un poco más rubio, sin llegar a ser nórdico, pero casi.
Los viajeros bajaban en tropel ansiosos por estirar las piernas y me quedé rezagada para no ser pisoteada en el bullicio. Unas horas de viaje desde Nueva Orleans y con sólo dos paradas para descansar no habían hecho mella en mi cuerpo como para no poder esperar.
Por fin el último de la fila tras de mí salió y fui a la salida. Mina estaba mirandome algo seria y con los brazos a los lados de su cadera cuando bajé las escaleras y toqué el suelo. Me quité las gafas de sol, entrecerré los ojos y la miré de arriba a abajo, algo andaba mal.
-¿Es que no piensas saludar debidamente a tu amiga después de tanto tiempo? ¡Dios Eve, han sido cuatro años!
Sin más cambió a una sonrisa genuina y se abalanzó sobre mí para abrazarme. Me había estado tomando el pelo.Ahogué un bufido antes de saludarla, siempre había odiado ese tipo de bromitas.
-Eh, yo... también te he echado de menos, Mina.- Me había quedado sin palabras, así que proseguí con el abrazo durante un rato hasta que ella se apartó de mí para examinarme.
-¿Qué diablos es lo que has echo con tu ropa? Casi ni te reconozco si no fuese por tu pelo y tus ojos.
“Dios, que no empiece otra vez con mis ojos...”, pensé tras ponerme de nuevo las gafas de sol. Una de las controversias de mi vida ha sido el color de mis ojos, son como rubíes. Rojos, de un tono brillante que siempre atrajo las preguntas de por qué son así. Vosotros tampoco preguntéis, su historia forma parte de mi secreto y no me apetece decirlo. Os diré lo mismo que le he dicho a todo el mundo: son un defecto genético. A veces para variar digo que son lentes de colores y que me los pongo porque me da la gana, pero solo se lo digo a los más pelmazos que no me dejan en paz hasta que les doy una respuesta que les resulta más fácil aceptar.Nada de eso es verdad pero por ahora todo el mundo se lo traga dado que no hay muchos especialistas en genética vagando por todos sitios, y los que hay, no me acerco a ellos. Además, hoy en día es fácil conseguir lentes de colores en cualquier óptica, aunque un color como el de mis ojos puede costar algo más debido a su rareza.
En lo que Mina lleva razón es que mi pelo no ha cambiado mucho. Es negro y ondulado, un negro que podría competir con el más oscuro que hayáis visto jamás. Por lo que opine de mi ropa me da igual, no soy una mártir de los cánones de moda. Me pongo lo que me gusta y punto, aunque sea simple.
Mina y yo nos conocemos de la facultad. Las dos hemos estudiado periodismo. Ella consiguió nada más terminar un trabajo en un periódico de reconocida reputación aquí en Chicago, y yo me tuve que conformar con unas prácticas en el periódico local donde reside mi abuela. Después he hecho algún que otro trabajo que no ha estado mal pagado, pero muy bien tampoco, y así he ido tirando.Nos hemos mantenido en contacto a través de teléfono e internet.
Cuando he conseguido reunir la cantidad suficiente de dinero como para poder independizarme, Mina me llamó para decirme que había una plaza vacante en “Exclusive News”, una revista dedicada al mundo del cotilleo y a algún que otro tipo de noticias más respetables, propiedad de un antiguo novio de ella. No era el tipo de trabajo que yo queria tener, pero por algo tenía que empezar y ella necesitaba también una compañera de piso con la que compartir gastos.
Así que aquí estoy yo en Chicago, a mis veintiocho años,tratando de hacer uso de mi nueva independencia.
Saqué las maletas del maletero del autobús. En un par de trolleys grandes y la mochila que llevaba en el hombro cogía toda mi vida. Mina fue a tirar de una de las maletas y se quedó pasmada por lo pesada que resultaba de arrastrar incluso con las ruedas que incorporaba. Amablemente le ofrecí la otra y después de tantear su peso sonrió agradecida.
-A riesgo de parecer cotilla y entrometida, quisiera saber qué demonios llevas en esa maleta para que pese tanto.
-Cielo, si no fueses cotilla y entrometida dudo que pudieses ser periodista... Tranquila, no llevo un muerto aquí dentro, pero prefiero que veas esto cuando estemos en tu piso.
Mina soltó una risita por mi comentario mientras negaba con la cabeza- De verdad que sigues siendo la misma, tú y tus comentarios filosos.
Mi lengua siempre ha sido un filo cortante, digo lo que pienso en el momento más inesperado, pero como soy así, a quién no le guste que no mire. En todo este jaleo por llevar mi maleta habíamos llegado al aparcamiento donde el coche de Mina estaba estacionado. Era un BMW de menos de un año, negro con las ventanillas traseras y el cristal de atrás tintado. Mina procede de familia bien posicionada y con buenas conexiones en el ámbito de los negocios y la política. Siempre ha tenido un espíritu de independencia muy parecido al mío, pero con matices.Permitió que su padre le consiguiera el trabajo que tiene, le ayudase con los pagos del piso hasta el primer sueldo y que le pagase un coche nuevo cuando el suyo murió, lo demás lo ha conseguido a base de demostrar su valía.
El piso se encuentra situado en Hyde Park, una zona llena de buenos sitios para visitar de fiesta y con buenas conexiones para ir al trabajo, pero con un gran bullicio de vida por todos los sitios.
Antes de que Mina llevase el coche al garaje me señaló que su piso era el último, el ático. Giré mi cabeza hacia arriba para lograr verlo y mis ojos se abrieron rápidamente. El bloque debía de tener por lo menos veinte pisos.
-¿Que te parece la zona?- me dijo ilusionada mientras ofrecía su pase para el aparcamiento al chico de seguridad en la puerta.
-Sinceramente, hay demasiada gente y el piso está a mucha altura. Me veo como una pequeña liebre atrapada en la madriguera de los zorros. ¿De cuantos pisos estamos hablando que tiene esto?
-Veinticinco. Te acostumbrarás pronto- ella encontraba divertido que yo me sintiese diminuta ante la grandiosidad de la avenida.
-Si claro, cuando los sapos bailen tango seguro que lo hago. Te recuerdo que mi abuela vive en las afueras de Nueva Orleans, en una casita de una sola planta rodeada de jardines donde cultiva sus plantitas y tiene un pequeño huerto. Esto es un cambio enorme como para decirme que me acostumbraré pronto.
Ella prefirió ignorar mi sorna y se adentró en el parking hasta la tercera planta inferior mientras yo iba ahogándome por estar atrapada a tanta profundidad. Al final de la planta había un gran espacio con cabida para cuatro coches. En la parte superior había un cartel donde se podía leer “Sta. Blackford”, por lo que deduje que todo aquel espacio le pertenecía a Mina.
Sacamos las maletas y nos encaminamos al ascensor. El interior estaba todo forrado de espejos y con un pasamanos rodeándolo. Mina se dedicó a acicalar su aspecto mientras subíamos.
-Tenemos que detenernos en la planta baja para hablar con el portero. Tiene que conocerte para que luego puedas pasar sin problemas por el portal de entrada y además tenemos que pedirle que te de una tarjeta para el parking.
-Todavía no tengo coche. Ya te dije que en casa usaba el que era de mi abuelo y no me atreví a traerlo por si se terminaba de estropear en el viaje.
-Pues deberías comprarte uno. Siempre pùedes ir al trabajo en autobús o metro, pero para poder ir a donde te manden será mejor conducir.
-Michael Roberts me dijo que iría acompañada de un fotógrafo, así que puedo ir con él en su coche.
-¿Micky te ha buscado un compañero con coche? Qué considerado...
Ella seguía llamando a su ex como siempre. Aunque él me había ofrecido que le llamase así porque sabía que las dos éramos muy amigas yo le dije que como mucho le llamaría por su nombre. Paso de confianzas con el jefe.- ¿Es algo malo que lo haya hecho?
El timbre del ascensor nos avisó de que estábamos ya en la planta baja y Mina me hizo señas de que después me explicaría. Pulsó el botón de parada para que el ascensor se bloquease y así no tener que tirar de las maletas fuera. En el mostrador de la portería estaba un hombre de unos treinta y poco años leyendo un periódico. Alzó su vista en cuanto sintió nuestros pasos. Noté que su mirada se posó en mis ojos y me los cubrí rápidamente con las gafas de sol porque percibí que se había extrañado al verlos. Era una reacción normal en mí tratar de evitar la pertinente pregunta sobre ellos. El hombre tenía un cabello perfectamente cuidado y recortado en color castaño, la piel levemente oscura y su rostro era bastante hermoso, sobre todo cuando sonreía, que es lo que hizo en cuanto sintió la voz de Mina.
-Hola Tim. Esta es mi amiga Evelynn Tunner, aunque yo le digo Eve. Va a quedarse a vivir aquí como mi compañera de piso. Necesito que le des una tarjeta para el aparcamiento y que te quedes con su rostro para cuando entre aquí.- Ella se giró para verme sabiendo lo que yo había hecho.- Eve, déjale que te vea sin las gafas de sol para que te reconozca bien, no te preocupes.
Tim rebuscó en la parte baja del mostrador en un cajón y alzó la mirada hacia mí mientras me tendía la tarjeta con una ligera sonrisa que decayó cuando vió mis ojos.
-Es un problema genético- dije secamente mientras tendía la mano para recoger la tarjeta- Suele pasar que la gente se asuste la primera vez. Hola Tim.
Eso pareció tranquilizarlo y su sonrisa se amplió a una sonrisa genuina mientras me saludaba alegremente.- Discúlpeme señorita, pero desde que los vampiros han salido a la luz uno se puede esperar cualquier cosa, sin ofender.
-Te comprendo perfectamente. Desde que pasó eso he tenido más problemas, pero ya estoy resignada. Gracias por la tarjeta.
Y volvimos al ascensor. Mina lo volvió a poner en funcionamiento y tecleó en la planta veinticinco.
-¿Has visto que guapo es nuestro portero? Me encargué yo de buscar al empleado en la reunión que tuve con la comunidad de vecinos.- Mina estaba divertida contándome mientras sacaba las llaves para abrir.
-Y por eso te estabas arreglando en el espejo del ascensor. Ya sabía yo...
El piso era una maravilla, espacioso, luminoso y con unas vistas magníficas. Las habitaciones eran muy grandes, hasta el recibidor tenía un espléndido armario donde colgar los abrigos, los paraguas y cualquier cosa que se me ocurriera. El salón estaba compuesto por una rinconera con su chaise longue en color blanco, con cojines por toda ella en colores marfil y negro, una gran mesa de centro cuadrada, toda en cristal translúcido, hasta incluso las patas que estaban talladas. Bajo la mesa había extendida una alfombra de estilo persa en tonos ocres y rojizos. Una gran pantalla de televisión en un mueble bajo invitaba a pasar grandes ratos frente a ella en uno de los sofás de relax junto a la rinconera. Las lámparas eran abstractas y había una de pie idéntica a las otras junto a uno de los sofás para poder leer cómodamente.Una pequeña mesita colocada en una de las paredes tenía un teléfono con contestador y fax.También había una gran librería llena de multitud de libros de diferentes tamaños y una vidriera con figuras y fotos de recuerdos de la facultad. La pared que daba a la terraza era completamente un ventanal y estaba vestido con un estor gigantesco color marfil dividido en dos partes. La mesa para comer era como para seis u ocho personas y era de madera en un tono tostado, todeada de sillas en el mismo color que la rinconera. Como decoración fuerte había un par de cuadros abstractos en colores llamativos colgando de las paredes junto a la mesa.
El baño tenía también un gran espacio. Dos lavabos encastrados en un mueble de madera, una cabina de ducha y hasta incluso una bañera de rincón con hidromasaje de burbujas por lo que me comentó Mina.
La cocina era preciosa, una lástima que apenas se usase. Mina comía casi siempre fuera por culpa del trabajo aunque me ha prometido que tratará de quedar conmigo siempre que pueda para comer.
Su dormitorio era precioso, en un estilo muy moderno y con un ventanal al balcón ataviado con unas cortinas tupidas. Me comentó que al fondo del pasillo teníamos un gimnasio y que la puerta que hay justamente antes de él era mi dormitorio. Por fín iba a poder desempacar.
El dormitorio era grande y bonito a falta de que yo pusiera algo para hacerlo más personal, más mío. Un armario enorme ocupaba toda una pared, una cama de matrimonio y dos mesitas al frente, un sinfonier con espejo y un calzador en la pared donde estaba la puerta y en la que quedaba había un escritorio con ordenador incluído y la entrada a la terraza cubierta por un cortinaje muy parecido al de su dormitorio.Todas las habitaciones tenían paso a la terraza.
-¿Tú estás segura de que el dinero que me has dicho que me va a costar el alquiler cubre todo esto? Me parece que esto debe costar una buena cantidad.
-Olvídate de eso. Yo en realidad lo que quería era una compañera para vivir y quien mejor que tú que nos conocemos desde hace años. En realidad me he hipotecado para comprar el piso, así que tú me ayudarás con los gastos normales de mantenimiento. Si te pidiera la mitad de lo que vale tendría que cederte la mitad.
Me sorprendió y ella lo notó porque en seguida me contestó.Yo sabía lo que iba a ganar en mi nuevo trabajo y estaba bastante bien, pero no como para poder comprarme un hogar.
-Soy buena en lo que hago y el director del periódico quiere que esté contenta para que no coja alguna de las ofertas que me han hecho en otras grandes publicaciones, así que me paga bien. En cuanto vean tu valía te aseguro que obtendrás un puesto y un salario mejor.
-Yo por ahora estoy servida, si ni siquiera he empezado, así que no me puedo quejar.
-Por eso te dije de que vinieses un viernes, así tendríamos todo el fin de semana para ponernos al día. Este fin de semana me lo he pedido libre para que estemos juntas.Deja que te ayude a desempacar.
Ella se dedicó a sacar mi ropa e ir colgándola en el armario mientras yo sacaba mis artilugios de la otra maleta. Estaba dividido en dos partes cerradas con cremalleras. Abrí la parte donde tenía guardados mis zapatos y varios bolsos y también los fui llevando al zapatero interno del armario.La zona inferior del compartimento tenía un retrato de mi madre y otro dos de mi abuela junto a mí, uno de cuando era pequeña y otro reciente. Además traje algunos libros de los que me gustaba leer cuando necesitaba centrarme en mí misma y un par de muñecos que tengo desde los ocho años. Luego destapé la otra parte y cuando Mina se giró se asustó dando un grito agudo.
-¿Para que demonios es todo eso? Con razón pesaba tanto.
Miré hacia mi maleta.Colocados ordenadamente había un montón de dagas, puñales, unos guantes de boxeo , varias estacas y un par de armas con munición de repuesto. También estaban sus fundas, un par de muñequeras y una funda de hombro para las armas.
-Siempre he sido precabida, pero desde que se sabe que los vampiros y los cambiaformas existen, aún más. No quiero que ningún maldito chupasangres u otro bicho me ponga la mano encima.
-La policía te podría haber detenido si te hubiese registrado.
-Tengo licencia para llevar armas. Además, que yo sepa ningún vampiro muere por arma de fuego.
-Pero con estas seguro que sí y si no, le harías un agujero tan tremendo que tardaría mucho en reponerse.- Mina había abierto una de las cajas de munición y señaló hacia las puntas de las balas, que eran de plata, antes de hablar.- Incluso creo que a un were tampoco le harían mucha gracia.
-Yo tengo mis motivos y con eso me vale.
-¿Has tenido problemas con algun vampiro o con un cambiaformas?
-No, todavía no. Ni siquiera creo que me haya cruzado con alguno.Ya te he dicho que es sólo por precaución. Todos los años que mi abuela ha tratado de que un profesor me enseñara a defenderme valen por lo menos para ser precabida ¿No crees?
-Pues yo no creo que sean tan malos como los pintas. Yo si conozco unos cuantos y ninguno ha dado muestras de que haya que temerlos.
-Mi abuela me ha enseñado que no hay que mirar a un vampiro a los ojos, que pueden hipnotizarte y hacer que veas las cosas como ellos quieren. Procura no mirarlos a los ojos por si acaso.De los were todavía no se nada, pero haz lo mismo por si acaso.
-Bueno, bueno. Lo tendré- me alzó las manos a modo de rendición viendo que yo no iba a dar mi brazo a torcer- Pasemos de eso. Vamos a terminar de colocar tus cosas y luego nos ducharemos y nos arreglaremos para salir.
-¿Salir?
-¡Claro! Es tu primera noche en Chicago ¡Hay que celebrar!
-Espero que no quieras que estemos por ahí toda la noche, ¿no? El viaje ha sido agotador.
-Nosotras salimos, y ya veremos luego qué hacemos.
Tomé un suspiro suave para no soltar uno de mis comentarios y me limité solo a asentir. Mina estaba haciendo todo lo posible por mí y una noche de fiesta entraba en sus planes, asi que, ¿quién soy yo para evitar la diversión?
Aviso:
Algunas de las historias que escribiré pueden contener contenido calificado "Para Adultos", si lo lees sin ser mayor de edad será bajo tu propia responsabilidad...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarAdemas, siempre me han encantado las historias donde las mujeres patean traceros y veo que esta va hacer una de ellas.