Capitulo 18
Wolfgang se levantó con los primeros albores de la mañana. Después de un mes, por fin iba de buen humor al patio de entrenamiento. El cuerno que avisaba a la tropa para empezar el entrenamiento tocó largo y tendido, dispuesto a despertar al más vago de todos los soldados. Cuando todos estuvieron formando fila los ojeó uno a uno para reconocer a los que estaban con él para derrocar a Oliver. Hizo un escrutinio minucioso para asegurarse bien, cualquier error fatal al contar lo que ya sabía delante de un seguidor de Oliver podía significar la muerte inminente de Valiant. Cuando al fin, después de diez minutos pensativos decidió a quien dejar allí para hablar, envió a los otros a hacer tácticas de rastreamiento en el bosque durante un par de horas.
-Supongo que todos sabemos a quien le debemos nuestra lealtad- dijo paseándose de un lado para el otro con las manos unidas en la espalda. Todos sonrieron, lo habían entendido- Bien, creo que eso quiere decir que todavía reconozco la lealtad en vuestros rostros. He tenido noticias, están bien y cerca de nosotros. Por ahora es lo único que os puedo decir. Necesito que pensemos en algo que pueda mantener entretenidos al resto de los habitantes del castillo.
-¿Para…?-preguntó un soldado impaciente.
-Rumeus, no seas impaciente- contestó Wolfgang dándole unos golpecitos en el hombro- piensa en lo que te voy a decir. Quiero una distracción lo suficientemente grande como para que si un ladrón quisiera entrar en el castillo, nadie se enterase.
-¿Qué tal un torneo? No hemos celebrado uno desde hace más de un siglo.
Wolfgang se giró inmediatamente al muchacho con una sonrisa,- Salazar, eres un genio. Creo que un torneo sería lo mejor. Podemos insinuar que es para agasajar a los futuros monarcas y tendríamos su aprobación de inmediato. Por supuesto, debe ser un torneo de exhibición, no quiero ninguno de vuestros valiosos cuerpos fuera de combate llegado el caso de necesitaros.
Estuvieron hablando de todas los posibles juegos que se podrían hacer y luego comenzaron sus practicas. El resto de la tropa llegó de su ejercicio de rastreamiento llenos de tierra y ramas. Se habían esforzado mucho. Wolfgang los puso al tanto de la idea que había tenido Salazar sin mencionar para qué era exactamente y, como era de esperar, ellos asintieron ansiosos.
Wolfgang se marchó a las ocho de la mañana después de dejar instrucciones de entrenamiento y de posicionar a uno de sus mejores hombres a cargo de que se hiciese. Caminó por el pasillo de arcos hasta alcanzar la puerta principal hacia el castillo.
La sala de caza era la primera que se avistaba tras la puerta. Estaba llena de trofeos, múltiples cabezas de jabalí y ciervos a lo largo de las paredes, colgados en un recuerdo de las grandes cacerías de antaño. Se detuvo un momento frente a una gigantesca estatua de granito, perteneciente a Faulo. Era de los tiempos en que Faulo era todavía joven, un muchacho de más o menos la edad de Valiant cuando fue conducido ante él para que lo adiestrara. Estaba esculpido junto al rey Diógenes, padre de Faulo, que lucía un aire sobrio y altivo manteniendo un brazo sobre el hombro de su hijo y en el otro reposando un cetro real. Wolfgang sonrió al contemplar a Diógenes, si no supiese quién era el de la estatua, diría que estaba viendo una imagen de Valiant.
-¿En qué piensas, Wolfgang?- Oliver hacía acto de presencia en ese momento en el salón de caza.
Wolfgang siguió sonriente en tanto se acercaba a Oliver- Nunca me había detenido a observar esta imagen de Diógenes, se parece bastante a tu padre- mintió.
-Yo no le veo el parecido- escupió Oliver, no se lo terminaba de creer.
Wolfgang giró de nuevo hacia la imagen- Anda, pues es verdad. No se porque me lo pareció.- Volvió a sonreír hacia Oliver y decidió cambiar el tema para no enojarlo- En realidad iba camino del salón principal, quería hablar contigo.
-¿Sobre que?- contestó secamente- Hasta ahora tratas de evitarme durante mucho tiempo seguido.
-Pues esto te encantará. Siempre estás intentando que hable con mi gente y lo he hecho.
Oliver alzó las cejas sorprendido, cuando relajó la mirada esbozó una sonrisa y movió la mano hacia arriba llamando al general- Mi querido general, ya era hora de que entraras en razón. Ven acompáñame a desayunar y lo hablamos tranquilamente.
Fueron hasta el comedor que normalmente usaba Oliver. Era tan arrogante hasta para eso que Wolfgang no se sorprendió al ver que se trataba del comedor utilizado para las grandes ocasiones.
La habitación era ostentosa, los delicados muebles en madera de roble oscura enmarcaban todas las paredes. Dentro se lucían las mejores piezas de porcelana y fina cristalería. Las diversas figuras en plata y oro del aparador brillaban intensamente como si alguien acabase de pulirlas. Los grandes ventanales enmarcados por gruesas cortinas de seda azul ribeteada con encajes dorados estaban abiertos para dejar pasar la mayor cantidad de luz posible a una hora tan temprana. La mesa que presidía la estancia era tan grande que allí tenían cabida entre cuarenta y cinco y cincuenta comensales. Wolfgang se detuvo brevemente para admirar los cuadros colgados, eran todos de los diferentes monarcas que habían reinado a lo largo de varios milenios. No es que no los hubiese visto antes, pero esa habitación se reservaba para ocasiones especiales, cuando todavía existían dos ciudades diferentes y había una gran cordialidad entre ambas, por lo que se hacían cenas y comidas para recibir a los invitados. Desde que el reino se unificó se había usado un par de veces.
Oliver llamó a los criados para que pusiesen un servicio más a la mesa.
Wolfgang se sentó a la izquierda de Oliver. A la derecha de él estaba preparado el servicio para Isobel.
-Isobel se nos unirá en breve, estaba terminando de acicalarse. Últimamente no sé que le pasa, cada día está más cansada y le cuesta más levantarse temprano.
-Bueno- comentó el general mientras los criados traían el desayuno- tampoco es estrictamente necesario que ella se levante pronto. Los hombres somos los que solemos tener más responsabilidades.
Los criados terminaron de traer todo. En la mesa había una fuente grande de frutas recién cosechadas, pan, huevos, queso, leche, café, te, bollos calientes y jamón dulce. Perfectamente podían comer diez personas con lo que allí había.
Isobel llegó con rostro cansado, dio los buenos días educadamente aunque se le notó un pequeño atisbo de sorpresa al ver al general allí sentado para desayunar.
-Buenos días, general. Es toda una sorpresa y un honor que quiera desayunar con nosotros.
-Buenos días, Isobel. Oliver ofreció que desayunáramos juntos para poder hablar.
-¿Sobre qué si puede saberse?- preguntó ella extrañada mientras cogía una manzana.
-He estado hablando esta mañana con los soldados y hemos llegado a la conclusión de que podríamos hacer un torneo en el patio de armas. Sería para agasajar vuestra próxima coronación.
-¿Y todos están de acuerdo? No me lo puedo creer.
-Oliver, han asentido todos. Es una gran tontería estar constantemente negando algo que sabemos que va a ocurrir. Lo único que sí piden es que, después de que seáis coronados reyes, por fin pongáis manos a la obra para perseguir al asesino de Faulo.
Isobel y Oliver se miraron mutuamente, luego se asintieron entre ellos.
-Está bien Wolfgang, será bienvenido un espectáculo así.
-¿Para cuando queréis que se haga?
En ese momento apareció un lacayo. Se acercó hasta Oliver y después de hacer una reverencia entregó una nota, susurrándole algo al oído. Oliver leyó la nota en silencio, apretó un poco los labios pero instantáneamente volvió a poner su mejor sonrisa.
-¿Qué tal si os doy una semana para hacerlo?
Wolfgang terminó el café que se había servido y se levantó del asiento, hizo una pequeña inclinación de cabeza confirmando que le parecía bien.
-Estoy de acuerdo. Ahora, si me disculpáis, voy a ver a la tropa.
-Marchad tranquilo general y dad la nueva noticia a los soldados.
Cuando Wolfgang desapareció por el pasillo, Isobel, que hasta ahora había estado callada, se giró hacia su marido.
-¿Que pasa, Oliver?
Oliver arrugó la nota en su mano antes de hablar- No termino de creerme que estén todos con nosotros. Algo huele mal.
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