Capítulo 22
Antes de llegar a las primeras casas, depositaron las mochilas bajo unos espesos matorrales, semienterradas para que nadie las encontrase. Caminaron por la calle empedrada hacia una gran plaza cuadrada que se divisaba al final. En el centro de la plaza vieron una hermosa fuente tallada que hacía a la plaza más hermosa si cabía.
Las casas se repartían en dos calles por cada lado de la plaza. En cada esquina había un arco de piedra dando la entrada. Giselle pensó que estaba transportada a la época medieval, todo lucía como de aquellos tiempos. Las casas estaban hechas de piedra, con las paredes blanqueadas con cal y las puertas y ventanas en color azul. Las había de una sola planta o dos.
Para ser la hora del amanecer ya había bastante bullicio de mercaderes preparando sus puestos con ricas telas, vasijas y alimentos.
Se ajustaron un poco más las capas para que nadie viese sus modernas ropas y cruzaron tranquilamente por la plaza, tratando de escuchar cualquier cosa que les pudiese dar la ubicación exacta del paradero de los chicos.
Un par de horas habían pasado sin noticias y decidieron acercarse hasta la fuente para refrescarse. El estar toda la noche despiertas y vagando por el bosque estaba haciendo estragos en sus ojos y un poco de agua podía ayudarlas a aliviarlos.
La gente iba llegando poco a poco, para cuando se habían sentado en el borde de la fuente la plaza estaba bulliciosa, llena de las fuertes voces de los comerciantes tratando de llamar la atención de los compradores.
Un par de niñas jugueteaban en torno a la fuente mientras una mujer que las acompañaba llenaba un par de cántaros con agua. Una de ellas divisó parte de las ropas que vestía April y se acercó a la otra niña cuchicheándole lo que había visto. Fue suficiente para que sonara la voz de alarma en April y tironeó de Giselle para que se levantase y caminar por entre los puestos tratando de pasar desapercibidas.
Giselle se detuvo brevemente en un puesto de arte, fascinada por los rudimentarios colores que se vendían. Luego se acercaron a un puesto de telas, tocando el género de uno de los rollos como si quisiesen apreciar su calidad para comprarlo.
El mercader se acercó enseguida para tratar de persuadirlas y que compraran algo. Giselle tuvo que cuidarse bastante a la hora de hablar para que no se notase que no eran de allí.
Estaba tanteando al mercader cuando un hombre de aspecto religioso se acercó al puesto. Estuvo tocando varias telas y tratando el precio con el vendedor, que se mostró más meloso con él ya que daba muestras de querer comprar.
-Tienes que darme un buen precio, no son para mí. Son para la costurera real, los necesita para los preparativos de la coronación.
Esas palabras llamaron la atención de ellas, que disimuladamente se acercaron un poco más a ese hombre.
-Haberlo dicho antes, Regius. Desde que Oliver se ocupa del castillo no hay manera de negociar el precio, tengo que ponerlo a precio de costo. Para él siempre debo dar el mejor precio si no quiero pagar tributos más altos, se aprovecha de su nueva posición.
-Ten cuidado Minos, hay oídos por todas partes que pueden alertar a Oliver. También necesitaré estos trajes.
Regius dijo aquello mientras miraba con desconfianza a ambos lados por si alguien había oído hablar al mercader. Se detuvo brevemente en las mujeres que estaban mirándole de reojo. Ellas se giraron rápidamente para irse y en ese giro Regius tuvo un pequeño vistazo de las ropas que usaban bajo las capas. Sus ojos se abrieron desorbitadamente mientras su mente iba repasando lo que había visto y tuvo una idea de por qué podían llevar esas ropas. Eran raras como las que había visto en Valiant y Savage. Además era verano, y resultaba raro que usasen capas con el calor que pronto haría.
Regius pagó rápidamente al mercader y después de despedirse se apresuró tras ellas.
Giselle y April estaban asustadas del hombre que las perseguía por todo el mercado. April maldijo susurrando por haber dejado la pistola en la mochila bajo el matorral y apresuró el paso para salir por uno de los arcos en la dirección por donde habían entrado. Se giró a mitad de calle y tiró de Giselle para correr al ver que él asomaba ya por el mismo arco. Casi al final de la calle le escucharon gritar y se paralizaron al oír lo que decía.
-¡Esperad, creo que sé quienes sois o por lo menos a qué habéis venido aquí!. Por favor, confiad en mí, ¡sé donde están ellos!
Aunque lo que había dicho les daba esperanzas, Giselle se quedó a esperarlo mientras April se acercó al espeso arbusto en busca de su arma. Toda precaución era poca en un lugar que desconocían.
-Gracias por esperarme, no estoy acostumbrado a correr y ya me estaba ahogando- dijo entre jadeos- Me llamo Regius.
-Eso ya lo hemos oído en el puesto- contestó rápidamente April, perfectamente en el idioma de él- ¿Sabes a quienes buscamos?
El hombre giró su cabeza buscando espías antes de contestar- Al príncipe Valiant y a Savage.- ellas abrieron sus ojos pilladas por la sorpresa, lo que hizo que él pensara que llevaba razón y continuó- Este no es sitio para hablar, puede haber cerca de aquí seguidores de Oliver. Si no os importa acompañarme os llevaré a mi capilla. Soy el capellán del castillo.
Una miró a la otra para saber qué hacer. Este hombre no las conocía de nada y quería llevarlas al castillo, podía ser una trampa.
-Los tengo escondidos en un lugar seguro. Si me dejáis llevaros puedo conduciros hasta ellos.
Saltó la voz de alarma. Por lo que ellas sabían ellos estaban presos, así que April apuntó con el arma al pecho del hombre.
-Ellos están presos por lo que oímos anoche a unos soldados. Estoy segura de que no conoces un arma como la que tengo, pero te puedo asegurar que antes de que acabes de parpadear podrías estar muerto.
-Y yo te puedo asegurar de que no sabía nada de que los habían descubierto. Dejé al soldado que envió el general a cargo de que les llevase alimentos que preparé en una cesta y llevo un día sin verlos. Ellos estaban escondidos en el panteón familiar del rey hasta que el general les avisase de que habían preparado una trampa para derrocar a Oliver. Estuve comprobando el cementerio pero no me acerqué anoche al panteón porque me topé con un par de soldados en el cementerio y no quise que me pillaran. Si te tranquiliza os llevaré hasta allí mientras me apuntas con esa cosa.
-Si dices que allí hay guardias sería un suicidio aparecer por ese sitio.
-No es necesario entrar por el cementerio, mi capilla tiene una entrada aparte y nadie la vigila porque es un lugar sagrado que nadie profanaría. Además, puedo daros algunas ropas del servicio del castillo para que disimuléis mejor que con una capa. Yo me di cuenta de que no erais de por aquí cuando la capa se abrió y pude ver vuestras ropas.
Giselle estaba ya agotada de ese tira y afloja entre April y el capellán, así que instó a su amiga a creer un poco en las palabras del hombre, alegando que podía haber gritado pidiendo ayuda y no lo había hecho.
Desenterraron las mochilas y las colocaron bajo sus capas antes de seguirlo. Él las condujo bordeando las calles contiguas al mercado a través de un estrecho sendero hasta la entrada de la capilla. Como había dicho, no había guardias custodiando la entrada secundaria que daba a la casa del capellán.
Les ofreció algo de desayuno y las llevó hasta un dormitorio contiguo muy austero, con un par de camas, una mesita entre ellas y un armario. Sacó algunas ropas del armario y se las ofreció después de llevarles también una palangana y toallas para que pudiesen asearse del polvo del bosque.
Miró hacia los cansados rostros de las dos- Sé que estáis impacientes por saber qué les ha pasado, pero debo informarme primero y así os podré decir. Creo que deberíais dormir un poco mientras me informo, os prometo que nadie vendrá a atraparos.
-Gracias Regius.
Tan rendidas estaban que aceptaron el ofrecimiento y Regius se fue apresurado para saber lo ocurrido. Ellas cerraron la puerta con cerrojo, se asearon y se acostaron, cayendo en un sueño profundo en un minuto.
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