El portón del garage se fue abriendo justo cuando asomábamos por el principio de la calle como si nos esperase.
Constantin estuvo muy silencioso todo el camino de regreso y yo me mantuve con la mirada fija en el cristal de la puerta del coche, recopilando mentalmente toda aquella información que podía servirme luego para el reportaje. Pero, por supuesto, cada vez que conseguía juntar un poco de información volvía a recordar el momento en el que nos besamos y como después de mi huida extrasensorial a Valaquia no me había vuelto a decir nada. Es un tipo desconcertante. Comprendí que los acontecimientos que habían sucedido en el hotel necesitaban de su atención, pero no podía comprender que aunque él ya sabía más o menos lo que había pasado allí antes de ir perdiese el tiempo tratando de seducirme. Es cierto que mi visión paró en seco aquello, pero que después no dijese nada sobre el beso me molestó casi más que el hecho de que era consciente que a mí me atraía aunque fuese un vampiro. ¡Dios! Toda mi vida tratando de no entrar en el mundo vampiro y de repente me encuentro teniendo toda una semana pegada a uno que encima dejo que me bese. Bufé.
-¿Te ocurre algo, Eve?
El hecho de que me hablara me sacó del vaivén de mis pensamientos. No me había dado cuenta de que habíamos salido del coche y de que estábamos dentro de la mansión, frente a las escaleras que conducen a los dormitorios y muy cerca de la puerta de entrada.
-Solo estaba divagando entre pensamientos. A estas horas está esto muy concurrido ¿no?
Eché un vistazo a mi alrededor. Por donde mirase había vampiros subiendo o bajando, entrando por la puerta principal o regresando por el pasillo de la cocina. Una vampiresa rubia vestida muy elegante entró acompañada de una mujer de pelo cobrizo ataviada con un sugerente traje verde esmeralda. Era una de las dos que vi en el restaurante junto a Constantin. Ahora que la vi desde más cerca me dio la sensación de que no debía de tener más de veinte o veintidós.
Yo tenía en mi línea de visión la puerta y pude fijarme en la enorme sonrisa triunfadora que llevaba la pelirroja cuando avistó a Dinescu.
Caminaron a paso decidido hacia donde estábamos, la rubia lo saludó con un “Maestro” mientras le hacía una reverencia. La otra mujer le hizo una reverencia exagerada, bajando la mitad superior del cuerpo tanto que pudimos ver por su escote que no llevaba puesto sujetador. Vulgar hasta más no poder, pensé.
-Mi señor, le he pedido a Sophia que me trajese hasta aquí pensando que quizás quisiérais algo de mí antes de retiraros a descansar. Hace ya varios días desde que vine por última vez.
-Margot,-le dijo mientras le tendía la mano para hacerla incorporarse- si lo hubiese necesitado te habría mandado llamar. Ahora mismo estaba ocupado hablando con esta señorita, no debías de haber interrumpido.
-Disculpame mi señor, no era mi intención. Solo me preocupo de vuestro bienestar.
Constantin se giró hacia mí- ¿Te parece bien que continuemos hablando en mi despacho sobre lo del hotel? Estaremos más tranquilos.
Le eché un pequeño vistazo de reojo a la pelirroja. Ella me dedicó una sonrisa que daba a entender que quería que lo dejase libre para ella mientras miraba hacia la parte trasera del cuerpo de Dinescu. Ok, mensaje recibido.- Creo que sería mejor que fueses a atender tus... necesidades. Me encuentro algo cansada. Mañana hablaremos sobre eso. Ahora si me disculpas...
Un pequeño destello de color rojizo pasó por sus ojos en una fracción de segundo. Al instante eran de nuevo grises y su cara no mostraba emoción alguna- Por supuesto, Eve. Sophia, lleva a Margot a mis aposentos, iré a alimentarme en cuanto haya hablado con Mei Ling unos asuntos pendientes.
Yo ya me había girado para caminar hacia las escaleras aunque llegué a escuchar sus indicaciones a la vampira rubia. Creo que él estaba molesto por culpa de la pelirroja,por haber hablado de alimentarlo delante de mí. Durante la cena que tuvimos antes bebió “Sangre Real” y tuve la osadía de preguntarle si solo tomaba la sangre así, en envase. Él me dijo que nunca hablaba de sus preferencias a la hora de alimentarse y aquí estaba Margot, hablando de algo personal sobre él sin su consentimiento. Por la forma en que lo dijo me dio la sensación de que la alimentación de Dinescu con una humana conllevaba algo más que el simple acto de morder, algo más íntimo. Si era así, estaba claro que debía alejarme de sus intentos de seducirme y dejarlo tranquilo con la pelirroja.
A lo largo del camino hacia mi dormitorio mi pentalfa timbró suavemente por tanto sobrenatural a mi alrededor. Ya me estaba empezando a acostumbrar a la suave vibración constante. Saqué la llave que abría mi puerta para entrar.
-¿No desea nada para antes de dormir, señorita Evelynn?
Pegué un respingo. Me había concentrado tanto en aplacar mi pentalfa que no me di cuenta de la presencia que se me acercó por detrás, Elliot, el sirviente de Dinescu.- No gracias. Me marcho a descansar.- Y lo dejé con la puerta en las narices. Elliot me daba repelús, sólo verle la cara me hacía recordar a Renfield, un loco sirviente de Drácula.
Estuve un rato escribiendo en el ordenador portátil que me traje del trabajo, todas las anotaciones que creí serían útiles para el reportaje, hasta que me dio hambre. Era ya de día, casi las ocho de la mañana. Aunque la cena la hiciese bastante tarde, el estar toda la noche despierta sin tomar nada más que líquidos en los locales que me estuvo mostrando el maestro no tenía aplacado mi estómago, así que pensé en acercarme a la cocina antes de dormir. A esas horas no debía de haber mucha gente por allí.
Como me había quitado la ropa que había llevado toda la noche decidí ponerme uno de mis chandals favoritos, uno de esos que sabes que ya está un poco viejo pero no puedes tirar por lo cómodo que es. No había hecho nada más que abrir el enorme frigorífico de estilo americano cuando la voz de Elliot diciéndome que si necesitaba algo me sacó el aire de los pulmones. El nuevo susto hizo que por mi boca escupiera una de esas maldiciones que normalmente uso y que llebaba muchas horas sin utilizar en mi bocabulario.
-¡Joder! Elliot, eres como la mierda de perro, estás por todas partes y en cualquier momento del día.
-Disculpeme señorita. Veo que cada vez que trato de ayudarla le hago dar un respingo, no es mi intención.
-¿Es que tu señor te ha ordenado seguirme cuando no esté con él? Sólo quería algo de picar antes de ir a dormir.
-No señorita. Tenemos un detector de movimientos colocado por toda la casa y cámaras de seguridad. Estaba ultimando órdenes con el equipo de seguridad antes de marcharme a mis aposentos cuando la he visto por las cámaras. El señor me dijo que atendiese todo lo que necesitase y por eso acudo.
-El señor como tú lo llamas estará acostumbrado a que lo atiendan todo el día, pero yo prefiero valerme por mí misma, así que por favor, si no es algo inusual que no sepa donde está o como conseguirlo, déjame que lo haga yo por mi cuenta, ¿vale?
-No se lo tomes a mal a Elliot, es el pelota del jefe.
Me giré hacia la voz que llegaba desde la puerta . Era un muchacho de unos veinticinco años, vestido únicamente con un pantalón ligero y zapatillas de andar por casa. Su pelo era oscuro como el mío y estaba peinado con las puntas hacia arriba y a un lado de la parte superior de su cabeza. Un rostro guapo con barba de un día y una preciosa sonrisa le hacían bastante atractivo bajo una piel bronceada. Si señor, tenía un torso dorado muy a la vista, ya que como he dicho antes no llevaba puesto nada por arriba. No pude apartar la vista de su pecho, en uno de los pezones llevaba colgado un piercing de plata en forma de serpiente enroscada y en la parte del abdomen nacía un suave vello oscuro que se perdía en el principio del pantalón. Se dió cuenta de que estaba mirando el aro y cruzó sus brazos por debajo para que el pecho subiera más y comenzó a comprimirlo y aflojarlo para que el aro bailara, con una pequeña risita al ver que mis ojos llevaban el ritmo. Cuando me dí cuenta le dediqué una de esas miradas entrecerradas que tanto me gustan hacer cuando alguien trataba de ponerme colorada.
-Deja ya de pavonearte, eso no va conmigo. Lo único que puedes conseguir es que tu querida serpiente tenga que buscar otro lugar donde residir cuando la haya arrancado.-Dejó de hacerlo inmediatamente y se acercó hacia donde estábamos Elliot y yo caminando con un paso seductor. Elliot volvió nuevamente a disculparse y se marchó. El aire comenzó a llenarse de magia y mi pentafa vibró ligeramente. Una pequeña nebulosa rojiza se condensó alerededor del muchacho, mostrádome una figura felina ligeramente perceptible.- Vaya,-dije- otro gatito más.
Su sonrisa decayó un poco pero aún así me tendió la mano-No soy un gatito, soy un were tigre y me llamo Adam. Eres nueva aquí. ¿Cómo es que ya te muestras tan arisca?
Pese a mi recelo le estreché la mano-No soy la nueva. Soy una invitada de Constantin y estaré aquí unos días. Me llamo Eve.
-Adam, no asustes a una invitada de Constantin- dijo una muchacha que también entró a la cocina. Era pequeña, con el pelo castaño liso que llegaba hasta la altura de su barbilla y lucía unos vaqueros y un top borgoña.- Hola, soy Cristine. ¿Tú tampoco puedes dormir sin una dosis extra de carbohidratos?- dijo señalando sonriente a la porción de tarta que había sacado del frigo.
Yo me encogí de hombros- ¡Qué le voy a hacer...! Me ayuda a conciliar el sueño. ¿Quieres una porción?
-¡Oh si, gracias!
Corté un trozo para ella y volví a colocar la tarta en su sitio. Nos sentamos a comer a la mesa y Adam nos trajo unos vasos de leche tibia. Estuve charlando con ellos cerca de media hora. Tras los primeros minutos donde Cristine me explicó que ella también era una were como Adam y su explicación de cómo habían acabado trabajando para Constantine- pertenecían a un pequeño grupo de were-tigres que acabó disolviéndose y se quedaron solos sin un líder, Constantin les ofreció un hogar y su protección frente a los otro grupos que viven en Illinois, a cambio le hacían los recados de día y también eran un “suplemento” en la dieta del maestro- la conversación fluyó más relajada. No llegaba a entender cómo podían dejarse morder, pero ellos dijeron que Dinescu tenía cuidado y que de todos modos ellos eran bastante más resistentes que los humanos, ya que estaban acostumbrados a mordisquearse en sus juegos cuando estaban en su forma animal. La curiosidad me picó a tal extremo que derivé la conversación al tema sexual aprovechando para preguntar si sabían quien era Margot y lo que había dicho cuando me la crucé en la entrada de la mansión.
-Margot es una perra de cuidado, es una aspirante a vampiro que trata de ganarse el favor de Dinescu a cualquier costo- dijo Cristine en tono despectivo.
-¿Cuando dices que es una perra te refieres a que es un were-perro?
Cristine y Adam se rieron divertidos- No, ella es humana simplemente. Lo que quiero decir es que ella quiere a todo costo ser convertida y lleva merodeando a Constantin desde que rompió la relación que tenía con una vampiresa llamada Anette. Supongo que cuando te ha visto hablando con él pensó que podías ser una rival y decidió sacar toda la artillería pesada. Ella es así.
-Yo no estoy interesada en convertirme. Estoy aquí por... bueno la verdad es que no sé cómo demonios llegué aquí. Un día estaba haciendo mi trabajo en la ciudad y al siguiente mi jefe me llamó para decirme que tenía un trato con el Amo de la ciudad para un reportaje que yo iba a cubrir.
Los dos se miraron mutuamente con cara de sorpresa- ¿Eres periodista y te trajo para un reportaje?- Adam silbó- Eso es toda una sorpresa, a Constantin nunca le ha gustado la publicidad que puede darte un periódico.
-A mí no me mires, yo soy una mandada en esto. No creas que me hizo gracia venir, pero tampoco lo que he visto hasta ahora me ha hecho salir corriendo. No es que me apasione el mundo vampiro.
Me dijeron que ellos habían creído en un principio que yo era uno por culpa de mis ojos y porque por lo visto desprendo algo de poder cuando me pongo a la defensiva. La verdad es que me cayeron muy bien. La boca se me abrió en un bostezo que procuré tapar rápidamente con la mano y decidí zanjar la conversación para irme a dormir. Ellos comenzaban ahora su jornada de tareas y yo estaba reventada. Volví a mi habitación y esta vez gracias a Dios no me crucé con Elliot para otro susto espartano.
A las tres de la tarde me despertó mi teléfono. Era Mina y al ver la llamada entrante me acordé de que todavía no la había llamado. Seguro que estaría enfadada endemoniadamente.
-Humm... Hola Mina.
-Te parecerá bonito que te hayan dado un trabajo como ese y que no me hayas dicho nada, ¿no? Me he tenido que enterar por Micky.
Bien, no sonaba muy enfadada después de todo- Mina, yo me enteré el domingo cuando estaba con mi abuela y después no hemos coincidido. No creas que estoy dando saltos de alegría, ya sabes lo que pienso de los chupasangres. Por culpa de tener que ir con él a todos lados me he acostado sobre las nueve de la mañana.
-Los vampiros descansan al amanecer.
-Si, pero tuve que ir a por algo que me hiciera dormir, aunque lleve poco tiempo en tu piso echo de menos la cama de mi habitación.
Mina se rió- Seguro que fuiste a por un dulce. Me alegra y a la vez envidio que te hayan dado una tarea como la de este reportaje.
-Créme, si pudiera te lo pasaba a ti, pero Constantin exigió que lo hiciese yo o no se hacía.
-¡Uau! Eso es que está interesado por ti. ¿Es tan caliente como se dice por ahí?
Le expliqué lo que pasó en su despacho y lo que me pasó a mí después, aunque luego tuve que explicarle lo de mis poderes recién adquiridos para que me entendiese. No me acordaba de que tampoco le había hablado sobre ello a Mina. Le prometí que la pondría al día más seguido y nos despedimos porque ella ya volvía al trabajo.
Aproveché que ya estaba bien despierta para llamar a mi abuela y como era de esperar me pidió que volviese a ver a Enrietta Sims para que me ayudase con mis progresos o por lo menos que la llamase. Le mandé un besito de despedida y colgué.
Pensé en salir a correr un rato antes de ducharme así que me puse de nuevo mi viejo y querido chándal y me apresuré por las escaleras hacia la cocina para beberme un zumo y después me encaminé a la puerta de salida. Esta vez no había guardias vampiros, pero sí unos cuantos were con los que tuve que dejar dicho quien era y qué iba a hacer para que me dieran una credencial por si volvía más tarde de que ellos hiciesen el cambio de personal con otros guardias. Por lo menos eso quería decir que no estaba confinada allí.
Corrí durante dos horas para compensar el no poder hacer ejercicio en las máquinas de un gimnasio y regresé a la mansión. Efectivamente, los guardias de la entrada ya no eran los mismos y necesité la credencial. Subí rápido a ducharme y me puse ropa limpia. Ya eran las siete, Dinescu se alzaría pronto y comenzaba una nueva jornada para mí.
Aviso:
Algunas de las historias que escribiré pueden contener contenido calificado "Para Adultos", si lo lees sin ser mayor de edad será bajo tu propia responsabilidad...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
wow! por lo menos hay con quien hablar y no esta confinada a solo un edificio mientras Dinescu duerme
ResponderEliminarespero el proximo :)