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lunes, 9 de agosto de 2010

Saga "La Mediadora" El Comienzo Capitulo 14: Algo que hacer

Era martes por la tarde. Sólo llevaba un día completo revoloteando por el mundo de Dinescu y estaba impresionada. Hago un inciso, impresionada pero no maravillada. El hecho de que los were-tigre aceptaran tan facilmente ser el alimento de un vampiro era una cosa para pensarse, si yo fuese uno de ellos no creo que pudiese hacerlo. Me sentiría como una BigMac en espera a ser degustada en un ataque de hambre. Cristine me dijo que a la mayoría de los vampiros les gusta tener cerca de ellos a los were por el extra de nutrientes y poder que les da su sangre. Son grandes devoradores de comida y tienen un metabolismo superior que les hace gastar el aporte energético que ingieren facilmente. Cuando escribí un rato antes en mi ordenador, procuré abarcar los gustos alimenticios de Dinescu con cautela ya que él había dejado claro que no le gustaba que se supiese de ello. Luego abordé el tema de los asesinatos. Es todo un arte saber que tu gente ha sido masacrada y mantener las formas. Sólo me di cuenta de que le había afectado por las pequeñas lágrimas de sangre que depositó en un pañuelo. Cuando Roberts leyera esa parte iba a gemir de gusto pensando en el dramatismo que agregaba al reportaje. Como si lo estuviese viendo, seguro que decía algo así como “Los lectores van a lagrimear leyendo sobre el humanismo que todavía mantienen los vampiros, voy a tener que aumentar la tirada y las ventas subirán”. Bufé, no sé cómo Mina había podido salir con un tipo tan frío y materialista.
Estaba ya cansada de escribir y pensé en algo que hacer. Mi estómago gruñó dándome la idea perfecta.
Bajé a la cocina a tomar algo parecido a un desayuno. Las dos mujeres que vi el día antes estaban preparando alimentos en grandes cacerolas, todo un banquete para los were y los humanos residentes. Olía a estofado, pollo asado, a café recién hecho, y a muffins y pan recién horneados.

El olor a bizcochos impregnó mi nariz- Buenas tardes. ¡Esto huele de maravilla!

Ellas me sonrieron- ¡Mira Ingrid, por fin una persona educada que sabe apreciar lo que hacemos! Anda niña, siéntate y come lo que quieras.

Les dí amablemente las gracias y me preparé una buena taza de café. Cogí un par de bollos y los rellené con mermelada de moras y mantequilla, la boca se me hacía agua de pensar en cuando les incase el diente. El ejercicio físico que había estado haciendo me había abierto enormemente el apetito, así que agregué a mi bandeja unos trozos de chocolate y un zumo de naranja.

-¿Eso es lo único que vas a tomar? Te vas a quedar muy flaca.

Adam y Cristine entraban en la cocina acompañados de otros were y de un par de humanos. Iban cargados con bolsas de la compra repletas de verduras y carne, así que debían de haber estado haciendo recados para las cocineras. Me habían pillado dándole un bocado a uno de los bollos y no podía decir nada rápido. Todos se rieron por su comentario, opinando sobre si mi trasero estaba ya de por sí seco o no. Tragué rápido y bebí algo de mi zumo para ayudar a bajar el bocado.

-Te aseguro que con esto llego de sobra, y mi culo está bien como es, por lo menos no se pone peludo.

Todos rieron con más ganas. Echamos un buen rato bromeando hasta que apareció Margot por la puerta. La mayoría de los were cesaron en sus risas. Al parecer no era muy popular entre ellos.
Margot llevaba el mismo vestido que le vi en la noche anterior. Aunque estaba un poco arrugado y no le hacía quedar tan garbosa consiguió andar con el consabido contoneo para pavonearse a cada paso que daba en la cocina. Miró con desprecio hacia Adam.

-¿Trajiste mi ropa limpia como pedí?

Adam agarró un muslo de pollo y mascó un poco antes de girarse a ella, haciéndole esperar por su respuesta- Se las di a Elliot para que te las llevase a la habitación. Si pensabas quedarte esta noche podías habértelas traido tú.

Ella apretó los labios con ira, luego se dio cuenta de que yo estaba allí sentada entre el grupo. Caminó hacia mí con más de ese contoneo exagerado y alargó un dedo hacia mi cara.- He oido hablar de ti. Creí que eras un vampiro por el color de tus ojos, pero si lo fueras todavía no podrías haberte alzado ¿Qué es lo que quiere el maestro de tí?

Cogí suavemente su dedo y lo aparté suavemente sin apartar la vista de sus ojos- Anoche estuviste ocupándote de Dinescu. Si él no te ha dicho nada no tengo por qué decírtelo yo, ¿no crees?

-Vi cómo te miraba cuando habló contigo. Sólo te diré una cosa, no te pongas en mi camino, ¿comprendes?- y volvió a señalarme para hacer la amenaza.

Hasta ahí podíamos llegar. Cogí mi servilleta para limpiarme la boca sin hacerle caso. Cuando pensé que ya estaba lo suficientemente aseada sin rastro de restos de chocolate me levanté se la silla para enfrentarla.- Yo si que te voy a decir algo a tí. Nunca, repito, ¡nunca!, vuelvas a apuntarme con ese dedo recargado de laca de uñas si no sabes con quién te enfrentas. Yo no te voy a amenazar como has hecho tú, no sé que cojones de idea te has hecho sobre mí pero si vuelves a tratar de amenazarme seré tu peor pesadilla, tendrán que recogerte con una espátula del suelo y llamar al mejor cirujano plástico del mundo para recomponerte. No es una amenaza, te juro que soy capaz de hacerlo.

-¡Dinescu es mio! Cuando me convierta lamentarás haberme dicho eso.- chilló mientras los chicos la sacaban de allí al verme preparar un puño para atizarle.

-Quizás sea mejor esperar a que te conviertan,- saqué uno de mis cuchillos del brazo- te atravesaré con uno de estos y te desintregrarás en cuestión de segundos sin dejar rastro.

Cuando por fin dejé de sentirla chillar me senté a terminar de comer tranquilamente como si nada tras guardar mi cuchillo. Cristine me miraba divertida con una ceja subida esperando una explicación.

-¿Qué? No soporto que me amenacen, por lo menos no si no van a ser capaces de hacerlo. Esa Barbie estirada sólo sabe escupir idioteces por la boca.

-Esa Barbie como tú la llamas es una caprichosa. Desde que llegó aquí está tratando de cazar al maestro y debe de pensar que tú estás aquí para quedarte con él. Pero me alegro de que alguien sea capaz de enfrentarla. Es una persona muy fastidiosa cuando quiere.

-Pues se lo regalo si quiere, no estoy aquí para entretenerla en sus ratos libres.

-¿A quién tienes que entretener?

Constantin entró en ese momento de la conversación. Iba vestido elegantemente con un pantalón de vestir de color gris y una camisa de cuello mao en un tono suave de la misma gama. Había dejado su pelo recogido en una coleta baja, con lo que sus hermosos rasgos quedaban más a la vista. Como si de repente todo el mundo tuviese algo que hacer desaparecieron de allí, excepto las cocineras que seguían a lo suyo sin preocuparse de lo que allí hablábamos. Cuando lo vieron aparecer se sorprendieron gratamente, lo saludaron y siguieron faenando.

-Supongo que a ti, ¿que tienes pensado que vea hoy? ¿Más restaurantes, tiendas u otro hotel?-todavía había un dejo de irritación en mi voz que salía por mi boca a modo de sarcasmo.

-No, hoy vamos a la morgue. Quiero ver si ya puedo ver los cuerpos que Donovan se llevó después de los asesinatos. Quizás saquemos alguna pista de allí.

-¡Joder, para qué pregunto...!

-Lo siento, pero es algo de lo que quiero ocuparme antes de que tengamos que ir a Indiana. Quiero poner una idea que tengo en mente para ver si puedes ayudarme.

-Ya te dije que soy nueva en lo que se supone que sea, si es que lo soy. No estoy entusiasmada con la idea de ver fiambres.

Estaba empezando a hartarme de que siempre hablase de que yo podía ayudarlo. Casi me daban ganas de preguntarle qué es lo que había hecho hasta ahora sin mí, aunque tampoco había hecho mucho por él desde que estaba en sus dominios. Mis recién adquiridos poderes no eran algo que yo supiese manejar, contando con que simplemente había hecho un regreso en el tiempo a la época en que fue cambiado y desde luego no me gustó sentir todo aquello. Estaba envolviéndome en sus vida cotidiana casi sin darme cuenta y comenzaba a echar de menos discutir con Roberts cada vez que iba a trabajar. Por lo menos lo que Roberts quería de mí por lo general eran vanalidades para escribir en su periódico y aumentar la tirada.

Constantin echó un vistazo a lo que quedaba de mi comida- ¿Has terminado ya de comer?

-¡Oh claro! Después de enterarme a donde vamos, casi que mejor no hubiese comido nada, no quisiera vomitar en tus preciosos pantalones por culpa de ver algo desagradable. Normalmente no visito cadáveres en mi quehacer diario.

El sonrió ante mi sarcasmo pero evitó empujarme a uno nuevo diciéndome su opinión. Se acercó a la puerta que daba los jardines esperando que lo siguiese obedientemente. Agarré mi bolso, chequé que llevaba todo lo que podría necesitar y lo seguí hasta alcanzar el coche. Mei Ling ya estaba esperándonos junto a una de las puertas del vehículo. No le vi la Katana colgando por la espalda.

Los primeros minutos hacia la morgue Dinescu estuvo muy tranquilo, sin decir ni una sola palabra. Me dio la sensación de que buscaba las palabras apropiadas para comenzar un tema diferente al del cometido que llevábamos. Yo simplemente admiraba el bullicio de las calles para mantenerme en algo más que el silencio y la incomodidad de mirar hacia donde estaba él y que él estuviese haciendo lo mismo en ese momento. Mei Ling estaba en el asiento trasero muy quyieta como si fuese una estatua.

-¿Qué era realmente lo que estabas hablando cuando yo llegué? Todo el mundo se fue de allí al mismo tiempo.

-En verdad era una tontería, nada que merezca mucha importancia.

-Sabe que tarde o temprano me enteraré. Si alguien ha hecho algo que te incomode preferiría que me lo dijeras. No todo el mundo sabe que estás allí y por qué, no discuto esas decisiones con todo el personal de la casa.

-Sólo estoy adaptándome al ambiente de la mansión. Hay costumbres que yo no conozco de los demás y recíprocamente tengo las mías que tampoco tienen por qué conocerlas de antemano. Creo que más o menos lo teníamos arreglado para cuando asomaste por la cocina.

-La verdad es que no suelo ir mucho por allí, cuando quiero algo me lo llevan a mis aposentos.

Me dio la risa floja- Dinescu, modernízate. Nadie dice ya aposentos, se dice dormitorio, habitación y cosas por el estilo.- sentí un amago de tos por parte de nuestra compañera asiática desde la parte de atrás. Le molestaría que corrigiese a su maestro.

-Dí lo que quieras, pero para mí son mis aposentos porque no es una sola habitación. Casi toda la quinta planta la tengo ocupada salvo la zona donde reside Mei Ling y un par de soldados más.

Con la distracción que provoqué burlándome de sus palabras dejó de preguntarme por lo sucedido con Margot. No me gusta que nadie resuelva mis conflictos siempre y cuando pueda hacerlo yo misma. De todos modos Margot me daba la impresión de ser una chica todavía algo aniñada, de esas que tienen rabietas para conseguir lo que quieren y con suerte mi bravuconería haría que pasase de mí.

La morgue está justo en el mismo edificio policial donde trabaja Mattew Donovan. El edificio es completamente gris con líneas azules formando cuadrados al cruzarse, de gran altura y lleno de cristaleras en todas las oficinas. Tres banderas estaban izadas frente a la gran entrada principal y había varios policías apostados en la entrada.
Constantin aparcó un par de calles más adelante, en un parking público subterráneo. Subimos por las escaleras de acceso al exterior y caminamos tranquilamente hacia el edificio policial. Algunos transeuntes se quedaban mirando hacia nosotros y cuchicheaban susurrando, no parecían estar acostumbrados a verlo pasear tranquilamente por las calles. Otros me miraban directamente a mí. Cuando alcanzaban su vista con la mía y se percataban de mis ojos rojos, abrían los suyos con sorpresa y caminaban deprisa hacia donde sea que fuese su camino como alma que lleva el diablo. Suspiré resignada, nunca me iba a acostumbrar a que la gente huyese de mí.

Para ir a la morgue primero debíamos presentarnos en las oficinas de Donovan ya que era el responsable de la investigación de los asesinatos, así que alcanzamos la entrada principal. Dinescu habló con los policías para que llamaran a Donovan avisando de nuestra llegada. Cuando dieron el visto bueno a nuestra entrada pasamos por el detector de metales. Me habían preguntado si llevaba algo encima que tuviese que declarar. Gracias al cielo había decidido dejar mis cuchillos en el coche bien ocultos. Declaré únicamente que llevaba un arma por defensa en mi bolso que por supuesto accedí a dejar depositada mientras estábamos allí.
Entramos en el ascensor y Mei Ling pulsó el botón de la séptima planta.

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