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domingo, 6 de junio de 2010

Saga "La Mediadora" El Comienzo Capítulo 5: La poli siempre llega tarde

Constantin subió las escaleras llevando a Gina en brazos como si no pesase más que una pluma.. Yo les seguí cautelosa, no me fiaba del “fiambre andante”. La puerta de entrada al piso daba directamente a una pequeña sala cochambrosa, toda destrozada, sucia y empolvada. Las paredes estaban todas desconchadas y llenas de grietas, a falta de un buen arreglo y una espesa mano de pintura como mínimo. Los pocos muebles que había no estaban mucho mejor, tenian un embrollo de polvo, papeles y restos de comida por todas las superficies. No había ninguna televisión que pudiese haberle alertado de que estaba siendo buscada.
Él continuó caminando a través de toda aquella basura con elegancia innata, cubriendo los pocos pasos que había hasta llegar a una de las dos puertas en la pared de enfrente. Dejó la puerta abierta mientras depositaba a la pobre mujer sobre una cama que, gracias al cielo, estaba mucho mejor de lo que yo esperaba.
De pronto recordé que tenía que llamar a Vince para que viniese a cubrir la parte fotográfica de la noticia. Después de todo, en ese momento se suponía que yo estaba haciendo mi trabajo, no sólo salvando el culo de aquella mujer. Por suerte, el móvil estaba milagrosamente en uno de los bolsillos de mi chaqueta y no en el coche. No recordaba haberlo cogido pero allí estaba.
Vince lo cogió a los tres toques, le puse al día sobre lo que había pasado y prometió llegar como el rayo.
Me giré sobre mis talones para encontrarme con el vampiro tras de mí, mirándome muy quieto como si estuviese estudiándome. Concentré todas mis fuerzas en no soltar el grito que amenazaba con salir de mi garganta por el susto que me había llevado al verlo allí detrás y, desafiando todas las normas sobre vampiros que mi abuela me había dado, me reté a mirarlo a los ojos esperando ver qué decía. Él me dedicó una genuina sonrisa. Por un momento me quedé estupefacta ante esa maravillosa cara, tan delicada y masculina a la vez. No me había percatado hasta ahora de su indumentaria. Se había quitado la capa negra que lo cubría hasta casi los pies, revelando una vestimenta completamente blanca a excepción de un gran cinturón de cuero negro con gran hebilla y unas botas del mismo material que le llegaban justo por debajo de la rodilla. Así vestido, el metro ochenta y cinco aproximadamente que debía medir radiaba una fuerza y sexapeal impresionantes. La camisa blanca, totalmente ajustada y entreabierta hasta casi mitad, marcaba unos pectorales esculpidos sin rastro de vello y un abdomen tonificado. Pero lo que me hizo decir “¡joder!” en un susurro fue la mirada que le di a sus pantalones, estaban tan ceñidos a su cuerpo que parecían una segunda piel, y el bulto que sobresalía de sus pantalones era espectacular. Si era así sin tener una erección, no quiero pensar cómo sería su juguete en todo su apogeo. Bueno, eso si funcionaba, que lo que yo hasta ahora sé es que los fiambres no pueden, claro que nunca me había topado con un vampiro para saber si con ellos era distinto.


-¿Te gusta lo que ves?- me dijo dándome otra vez una espléndida sonrisa, solo que ahora me pareció desafiante.


El hijo de puta debió de escuchar mi susurro cuando le miré el paquete. Esa maldita audición vampira me estaba tocando los “cojones”. Me negué a mí misma el deseo de retirar los ojos de los suyos y aparentar vergüenza por haberme pillado. En lugar de eso continué con mi mirada fija en esos ojos grises y le levanté una ceja airosa.


-¿Por qué debería gustarme? Si lo que crees es que estaba admirando tu cuerpo vas de puto culo. Con todos mis respetos, no me van los chupasangres. Lo que estaba mirando es que, para llevar ropa blanca y haber cortado a uno de los tuyos en pedacitos, no te has manchado ni siquiera con una gota de sangre. Yo en cambio estoy como una mierda- y me señalé en mi desaliñada ropa, toda sucia, arrugada y sangrienta.


Vale, esa era una salida cobarde por mi parte, pero el muy cabrón quería sacarme de mis cabales y no lo iba a dejar. Sentí un empuje mental intentando taladrar en mi cerebro, y automáticamente comencé yo también a empujar en contra de aquello sin saber lo que era. Después de un par de empujes más, aquello cesó, dejándome un leve dolorcillo de cabeza por el esfuerzo. Estoy casi segura al cien por cien de que él estaba tratando de idiotizarme para saber realmente qué había pensado cuando lo miré, porque había sentido durante el empuje una vocecita que me indicaba que le dijera la verdad. ¡Y una mierda le iba a decir!


Su rostro cambió durante un segundo a uno de decepción, pero pronto volvió a tener un aire de maestro vampiro todopoderoso y me mostró ligeramente unos perfectos colmillos por sus labios entreabiertos.


-No era uno de los míos. Pertenece a Marco Moretti, maestro de Indiana.


-¿De Indianápolis?


-Si tú lo quieres ver así...En realidad no sólo manejo esta ciudad, todo Illinois me pertenece. A Moretti le pasa igual, él maneja Indiana.


-Entonces el concepto que tiene la gente sobre vosotros está mal expresado. Sois maestros de un montón de ciudades a la vez.


-Tengo a mis mejores hombres encargándose de mis ciudades y yo mantengo esta, pero superviso las demás. Deja tu vena periodística, que estás desviando el tema de lo que aquí está pasando.


-O sea, que sabes que soy periodista y aún así estabas tratando de verte conmigo. No te entiendo. Por lo que me dijeron, no te gustan los que hacen trabajos como el mío.


Él dio un paso rápido hacia mí, sujetándome la mano con en un gesto anticuado- Quizás querría hacer una excepción contigo. Tienes algo que me atrae, aunque no creo que sea ese vocabulario tuyo- y me sonrió de nuevo, esta vez divertido sin mostrar colmillos.


Yo esperaba notar su mano fría como un témpano. En lugar de eso estaba caliente, quizás incluso algo más que la mía.- Jódete si no te gusta como hablo- le retiré la mano con desaire, apartándome de su toque mientras me encaminaba hacia un mugriento sofá. Quería haberme sentado porque estaba cansada, pero la mugre que lo cubría hizo que me mantuviese en pie.


En ese preciso momento las sirenas de la policía sonaron en la lejanía y Gina Banks hizo un pequeño gemido, despertándose. La caballería llegaba y debía de aprovechar el poco tiempo que tenía para hablar con ella antes de que llegasen y no me dejaran hacer mi trabajo. Caminé hacia la cocina y busqué un vaso entre la montaña en el fregadero. Lo limpié y llené de agua. Regresé hacia la habitación donde estaba ella tumbada, pasando por delante de Dinescu que me observaba todo el tiempo. Le ofrecí a Gina el vaso después de ayudarla a incorporarse.Esperé a que estuviese mejor antes de preguntarle.


-¿Recuerda quién soy?


-Eres la que me ha salvado de Bernie, gracias. Lo he pasado muy mal.


-Bernie Prescott no está muerto. A estas alturas debe de haberse escapado.-Constantin estaba apoyado pasivamente en el umbral de la puerta.


La mujer dio un grito ahogado cuando lo vio y tuve que aclararle que me había ayudado matando a uno de los ayudantes de Bernie. No se terminó de relajar completamente, pero al menos ya no era reacia a que él estuviese allí. Le expliqué quien era yo y que mi jefe me había enviado a buscarla.
Ella por su parte me comentó que había conocido a Bernie durante una representación en Indianápolis. Al principio había sido muy amable con ella y se presentó todos los días de función para esperarla e invitarla a cenar y divertirse. Pensó que simplemente era un fan que quería aprovechar los días que pasaría allí para estar con ella y aceptó sus invitaciones, pero cuando le dijo que al día siguiente se marchaba hacia una nueva ciudad donde debía de actuar él se volvió loco y la raptó. Estuvo tomando sangre de ella cada vez que quiso, incluso abusó de ella sexualmente.
Al contarlo estalló en un llanto incontrolado y tuve que sentarme junto a ella en la cama para consolarla. Cuando se calmó continuó explicando que se sintió perdida hasta que descubrió donde la había traído y trató de parecer amable para conseguir que la dejara salir. Si tenía suerte alguien la reconocería, pero estaba muy demacrada para que eso pasase. Por lo menos consiguió que su encierro fuese algo mejor. Llevaba una semana de haber conseguido que la sacara a ver un espectáculo.


-¿Y cómo consiguió retenerla durante el día? Se supone que él tenía que descansar.- Pregunté intrigada.


-Dos matones vienen poco antes del amanecer. Ellos se han estado quedando conmigo todos los días. Las ventanas permanecían cerradas hora y media antes de que el sol se ocultase y él se levantaba entonces.


Giré la cabeza hacia Constantin y me asintió- Cuanto más poder tienes, más tiempo puedes estar levantado. Prescott no era muy poderoso, pero sus ciento sesenta y un años le permiten levantarse un rato antes.


-¿Y cuanto se supone que tú necesitas,eh?


-Digamos que tres o cuatro horas para mí son suficientes, pero me gusta retozar un rato más en la cama, sobre todo si tengo compañía- y el muy mamón me guiñó un ojo.


-¡Ni en tus sueños Dinescu!


Vince entró en el piso avisándome de que la policía estaba hablando con un hombre en la entrada y gracias al entretenimiento que estaba haciendo había conseguido escabullirse para llegar a mí. Dijo que había sacado unas cuantas fotos de los que quedaba de dos vampiros e iba a hacerle una foto a Gina cuando lo sujeté. La pobre había pasado ya por mucho como para hacerle esa putada.


-Gina, tomaré una foto de archivo para la noticia. Cuando estés mejor volveremos a visitarte donde estés y te haremos una nueva entrevista, ¿te parece bien?


Ella agradeció mi atención. La policía irrumpió en el piso, apuntándonos con sus armas como si fuesemos los malos de la peli. En total habría por lo menos diez uniformados.


-¡Policía de Chicago, manos arriba!


-¡Perfecto! Como siempre pasa, la poli llega cuando todo está más o menos desenvuelto...- refunfuñé por lo bajo mientras alzaba mis manos. Dinescu me sonrió mientras hacía lo mismo que yo y Vince parecía asustado. Lo noté porque al levantar las manos, éstas estaban temblando sin control.


Nos pusieron contra la pared y el oficial más regordete se acercó para hacernos un cacheo. Gina Banks estaba eufórica gritándole a los policías que nos dejasen en paz, que habíamos sido los que la habíamos salvado. Un par de enfermeros entraron en la habitación para darle unos primeros auxilios a sus heridas y algo para tranquilizarla.


-¡No la sedéis, primero tengo que hablar con ella!


Giré un poco mi cabeza para saber quién era el que estaba hablando. El tipo tenía una profunda voz varonil y por el aspecto de su uniforme debía ser el oficial al mando. Era un hombre bastante grande, de más o menos metro noventa o quizás un centímetro o dos más. Su aspecto fornido, con grandes músculos asomando bajo las mangas subidas de su camisa y unos pantalones a punto de reventar ante su tensión palpable le hacían parecer un hombre rudo. Tenía el cabello castaño rojizo algo desaliñado y le llegaba justo por encima del hombro. Su rostro aparentaba tener entre treinta y dos o treinta y cinco, con barba incipiente pero cuidada y exudaba poder por cada poro. Casi diría que el tipo quedaría mejor vestido en cuero y metal, con un pañuelo anudado en su cabeza e incluso subido en una Harley, que manejando un puñado de polis y llevando uniforme bajo un chaleco Kevlar.


-Sargento Donovan, la mujer llevaba esto y aquí está sus identificaciones. El muchacho es su ayudante y ya le vimos abajo haciendo fotografías. El otro tipo ya sabe quién es- el regordete le entregó al sargento mi Beretta y mis queridos cuchillos metidos en una bolsa de plástico y en la otra mano le ofreció mis documentos.


El sargento miró hacia nosotros después de comprobar mis credenciales. Ahora que lo tenía mirándome de frente me pareció que quizás estaba más cerca de los treinta y dos. A su manera, era bastante guapo sin terminar de serlo completamente. Realmente había algo en el que me hacía notar que tenía más poder del que aparentaba, y no era poco.


-Podéis bajar las manos y volveros. ¿Qué diablos estás haciendo aquí, Dinescu?


Constantin bajó las manos y se acercó hasta el sargento- Hola Donovan, simplemente estaba siguiendo un aviso que había recibido sobre que había uno de los míos no autorizado en mi territorio. Cuando llegué hasta aquí, la señorita ya tenía todo casi bajo control. Sólo tuve que ayudarla con el que quedaba en pie.


-Y supongo que ese era el que hay ahora mismo allí fuera, cortado como si fuese carne para albóndigas.


Dinescu le dedicó una amplia sonrisa inmaculada- Se puede decir que sí. Era eso o dejar que tratase de matarla. Ella estaba ocupada con otro tratando de defenderse y no lo vio llegar por detrás.No podía dejar que ocurriese.


-Siempre tan caballeroso...- masculló el oficial.


El contestó con un ligero encogimiento de hombros que quedó muy casual viniendo de él-Las viejas costumbres no se pierden. ¿Puedo marcharme ya? Tengo algunos asuntos que atender.


-Pásate dentro de una hora por comisaría y terminaremos de hacer tu declaración. Creo que esto es tuyo,- señaló hacia la katana que traía otro policía- te lo daré cuando llegues allí.


Constantin asintió y se acercó hasta mí hablando lo suficientemente alto como para ser escuchado por el sargento y que no pareciese que estábamos conspirando.- Lamentablemente hemos sido interrumpidos en nuestra conversación, pero ya habrá otro momento para continuar con ella, Eve. Un placer conocerte.


-¡Que te jodan! No me puedo creer que puedas marcharte sin haber hecho siquiera una declaración completa. Estás usando tu autoridad como maestro de la ciudad, ¿verdad?


Dinescu no dijo nada, su cara era una perfecta estatua que no revelaba emoción alguna. Hizo una reverencia anticuada y se acercó hasta Elliot, que apareció en la entrada del piso llevando en sus manos la capa negra.


-Te aseguro de que nos veremos antes de lo que crees.- Y en un parpadeo ya no estaba allí.


-¡No tengo citas con vampiros!- grité por si todavía me podía escuchar, pero lo único que conseguí fue que todos los rostros se volviesen hacia mí. Las miradas que me dedicaron los policías decían completamente “Loca de remate”.


Me mantuvieron apartada en otra habitación mientras el sargento Donovan preguntaba a Gina por todo lo que le había sucedido. Tuve a un par de polis en mi misma habitación para evitar que hiciese nada. Si supiesen que sólo me apetecía irme a casa a dormir... Por mucho que hubiese tomado una siesta, el haber estado peleandome contra dos vampiros me había dejado agotada. Lo pensé un poco, había tenido mi primera pelea real contra vampiros y había terminado matándolos. Bueno, mejor dicho había matado a uno y le había hecho un agujero en el corazón del tamaño de mi puño al otro, aunque había sobrevivido el muy cabrón.
Luego recordé que tendría que ir primero al “exclusive News” para redactar la noticia y maldije mi mala suerte. Seguramente no podría ir a descansar hasta las siete o más.


Finalmente sentí el ruido de una camilla al otro lado y pensé que quizás ya estaban trasladando a Gina a un hospital. Todavía tardaron un poco en venir a buscarme, así que supuse que habrían interrogado a Vince. Cuando por fin la puerta de la habitación se abrió apareció el sargento Donovan.


-Sal, por favor.


Caminé tras él y me indicó que me sentara en el sofá. Yo le miré con una ceja elevada indicándole que debía estar de broma. Aquel sofá apestaba.


-Esto tiene mugre acumulada de años. Huele a perro muerto.


-No creo que tu ropa se pueda arruinar más de lo que ya está. Tienes dos opciones ya que antes te he sentido mascullar que querías irte a descansar.O te sientas en el mugriento sofá y te pregunto, o vamos a comisaría y lo hacemos allí, con lo que tardaremos más.


-¿Entonces no estoy arrestada?


-Creo que actuaste en defensa propia y no creo que deba arrestarte. Tomaré tu declaración y podrás marcharte, pero me darás todos tus datos por si tengo que llamarte por cualquier cosa relacionada con esto. Tus armas te las devolverán mañana por la tarde. Gina Banks me dijo que le dijese a donde la llevaban. Está camino del hospital Saint Anthony en la 19 Oeste, frente a Douglas Park.


Finalmente me senté en aquel sofá y comencé a explicarle todo lo que había pasado desde que me dieran mi primer trabajo en el periódico. Ser clara a veces ayuda y empezar por el principio era buena idea, no tuvo que hacerme ninguna pregunta porque yo se lo dije todo. Cuando acabé el sargento estaba escribiendo un par de anotaciones extras. Serían sus conclusiones.


-¿Realmente es usted periodista o es una matona a sueldo? No es normal llevar todas esas armas encima. Debe de tenerlas por algún motivo que me gustaría saber.


-Me inculcaron de pequeña el arte de la defensa. Nunca he tenido que llegar al extremo al que llegué hoy. Sólo soy una mujer precabida y en este país uno puede portar armas para autodefensa, creo.


-Eso no explica que los golpes que usted asestó fuesen tan precisos. Eso fue lo que me dijo el forense, que quien había hecho las heridas mortales sabía donde apuntar.


-Mire sargento, como ya le he dicho, mi familia se preocupó de que aprendiera de los mejores y tengo mucha práctica. Lo hicieron porque mi madre fue asesinada cuando yo nací y querían que estuviese preparada por temor a que algo me pudiese pasar. Si no tiene nada más que decirme me marcharé y no se preocupe, el que me cacheó se tomó la molestia de apuntar mis datos mientras hablábamos. Buenas noches.


Donovan asintió y me largué a paso rápido por las escaleras, rumbo a la calle.

2 comentarios:

  1. Wow! Me encanto el capitulo, sobre todo al final, aunque da poca informacion tenia ganas de saber porque se tomó su abuela tantas molestias en enseñarle tanto si nunca había luchado contra ningun vampiro...
    En cuando a Constantin... estoy impaciente por ver cuando se vuelven a encontrar!!
    Besoss :)

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  2. que buen cap!!
    y eso de que se volvera a encontrar con Dinescu, sera interesante
    espero el proximo
    besos

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