Capitulo 10
-¡Vaya, vaya! Yo diciéndote mis planes y tú haciendo los tuyos por tu cuenta sin decírmelo…- April se había acercado hasta ellos recogiendo el lapicero lleno de pinceles que se habían desparramado por el suelo cuando estaban jugueteando con destapar el lienzo.
Giselle se apartó de inmediato de Valiant y corrió hacia el interior de la casa, rumbo a su cuarto. Cuando llegó intentó tomar una gran bocanada de aire para calmar su acelerado corazón. Se miró al espejo, tratando de saber por qué se había portado como una niña al salir corriendo en vez de enfrentar la situación surgida por el beso. Se acarició los labios con los dedos, rememorándolo, mientras que con la otra mano intentaba poner su cabello en su sitio sin lograr hacer mucho. Después de unos cuantos intentos más, fue hasta el tocador para coger un cepillo y se sentó en una butaca frente al espejo.
-Niñata estúpida.- dijo mientras se pasaba un cepillo por su rubia cabellera- Te has comportado como una niña, ¿Cuándo madurarás?
Le pareció ver una sombra tras el espejo y levantó su vista para ver quien era. Valiant estaba en el umbral de la puerta, con los ojos puestos en ella y una mirada seria pero tierna a la vez, se había cambiado el bañador por un pantalón blanco de ligera textura y seguía llevando su musculoso pecho al descubierto. Su mojado cabello se había ondeado ligeramente y caía hacia atrás, haciendo resaltar más aun sus bellas facciones y dejando a Giselle con ganas de esculpirlo en piedra.
Lentamente para no asustarla, Valiant cerró la puerta y se fue acercando hasta ella, dando cortos pasos que no hacían ni un ligero ruido, como cuando un animal acecha a su presa. Giselle seguía mirándolo a través del espejo sin moverse, como si estuviese petrificada y sumergida en el verde de sus ojos.
Él descendió su mano suavemente por su brazo para llegar hasta el cepillo y quitárselo, continuando con la tarea de cepillarle el cabello.
¿Por qué demonios tenía que sentir ese cosquilleo cuando él la rozaba? No sabía como explicarse a sí misma lo que sentía cuando él estaba tan cerca de ella, lo húmeda que se notaba en sus partes intimas y cuanto le gustaba notar que se ponía duro al mirarla. Como solo había estado una vez con un hombre, no era una experta para saber mucho de las sensaciones que estaba sintiendo. Además, esa única vez había sido muy corta y poco gratificante, Connor apenas la preparó y fue directamente a lo suyo, sin molestarse en saber si ella estaba disfrutando o no.
Ella quería imaginarse a Valiant recorriendo su cuerpo poco a poco, sin prisas, haciendo que cada centímetro de su piel cogiese temperatura por el éxtasis que se le avecinase y queriendo gritar su nombre a los cuatro vientos; y la gran relajación que estaba sintiendo por el cepillado estaba ayudándole a fomentar su imaginación.
Cuando Valiant paró de cepillarle el cabello, abrió los ojos lentamente, se sentía relajada pero tenía el corazón latiendo a mil gracias a lo que había imaginado y una mano puesta casi en la ingle, que punzaba casi más que sus latidos.
Valiant no se parecía en lo más mínimo a Connor y su cuerpo estaba clamando por él, como si tuviese pensamientos propios, pidiéndole que dejara la castidad que se había impuesto y necesitase que lo despertaran sexualmente de una vez. ¿Y si lo volvía a besar? ¿Y si clamaba que le hiciese el amor? Desde la primera vez que se habían visto sabía que había química entre ellos y que estaban haciendo serios esfuerzos por no propasarse el uno con el otro, pero después de haber probado su boca tenía claro lo que quería. Metida en este nuevo pensamiento se giró frente a él.
-¿Estás mejor? Parecías nerviosa, siento si te asusté. Fue un impulso…
Giselle se puso de puntillas, tiró de su cuello hacia abajo y lo besó.
==================================================
Valiant sintió los labios carnosos de ella posarse sobre los suyos y durante un segundo se quedó parado sin saber si cogerla en brazos y profundizar en el beso, pero cuando notó que ella entreabría su boca, la abrazó dulcemente para elevarla y pegarla a su pecho, haciendo que pusiese sus piernas alrededor de su cadera.
Su boca sabía mejor que las ricas bayas y los arándanos del jardín del castillo, esos con los que Moira, su cocinera, preparaba esas tartas que le volvían loco. Su lengua era cálida y sintió el impulso de masajear su sedoso cabello rubio, que olía igual que la húmeda pradera cuando abrazaba los primeros rayos de sol después de una breve lluvia.
Ella jadeó cuando sintió que su polla se engrosaba, dándole justo en el punto más punzante de su ingle y haciendo que él quisiera quitarse la atirantada ropa, pues si no, estaba seguro de que la reventaría en cualquier momento.
Después de unos cuantos besos más inclinó la cabeza hacia atrás para tomar una buena bocanada de aire, con los ojos cerrados, disfrutando cada segundo de tenerla en sus brazos. Hacía mucho tiempo que no tenía a una mujer sobre él y Giselle le hacia sentir todo como jamás ninguna lo había hecho. Para cuando volvió a poner la cabeza inclinada hacia delante frente a ella, estaba mirándole con los ojos chispeantes y brillosos y solo dijo una palabra.- Cama.
Él muy obediente se fue acercando a la cama caminando hacia atrás, mientras continuaba dándole besos y pequeños mordiscos juguetones por el cuello. Una de sus manos la sujetaba fuertemente mientras la otra se aferró al nudo que sujetaba su pareo en la cintura, para dejarlo caer descuidadamente en el suelo, dejándola simplemente con un pequeñísimo bikini rosa que le había dejado April. El bikini era de esos triangulares que se ataban haciendo una moña en la espalda, y en la parte inferior se ataba a los lados de la misma manera.
Valiant se sentó sobre la cama con ella a horcajadas encima, buscando desatar los nudos, mientras ella disfrutaba de manosear su desnudo y musculoso pecho. Cuando por fin consiguió su objetivo, ella se puso derecha para dejarle mirarle en su desnudez.
Valiant estaba excitado viéndola desnuda sobre él, sus redondeados y turgentes pechos tenían los pezones rosados y duros por la excitación y un pequeño montículo de vello rubio asomaba entre sus piernas.
-Eres preciosa- comentó mientras acunaba un pecho en su mano y se estiraba para mordisquearle el pezón, provocándole un sonoro jadeo y buscando el otro para hacerle lo mismo- Eres tan blanca y suave que ni la mismísima luna llena en todo su esplendor se te iguala. Me vuelves loco desde el primer día que te vi.
Cada mordisco que le daba en los pezones le hacía gemir de placer, casi estaba seguro de que podía hacer que llegara al orgasmo solo con eso.
La tumbó a su lado y se acomodó de forma que pudiese seguir mordisqueándola, dispuesto a comprobar su teoría.
Utilizó su lengua sobre la punta del pezón, dándole pequeños lametones en un ritmo frenético mientras introducía un dedo en su mojada vagina. Bastó con eso, Giselle sintió un inmenso y placentero calor recorriéndola desde la punta de sus pies hasta su cabeza, haciéndola gemir de placer.
Cuando abrió los ojos Valiant la contemplaba excitado, había sido maravilloso ver su cara mientras le daba placer, le hacía sentir más hombre, capaz de todo y tenía intención de continuar dándole más.
Se quitó el pantalón para aliviar su pene. Debajo no llevaba nada más. Giselle abrió los ojos sorprendida del tamaño, aunque ya lo hubiese visto, pero fue solo un segundo, cuando los descubrió dormidos en su cama.
Valiant la centró en la cama, descendiendo poco a poco por su cuerpo, dejando un reguero de besos por su delgado vientre hasta llegar a su rosada abertura, brillante por los fluidos que había generado al tener el orgasmo. Separó delicadamente los labios para tener un mejor acceso a su clítoris y chupó ansiosamente, mientras ella se agarraba fuertemente a las sábanas y gritaba que no parase cuando llegó otra vez al clímax.
Todavía estaba notando espasmos de placer cuando tiró de él hacia arriba, pidiéndole que la llenase completamente. Tenía la polla tan dura que si no la penetraba ya estaba seguro de que con cualquier roce se iría.
Colocó su pene sobre la entrada, manteniendo un control absoluto para retardarse mientras poco a poco se introducía. Empujó suavemente, dándole tiempo a acomodarse a su tamaño y envergadura, en tanto ella no paraba de susurrarle su nombre.
Cuando creyó que ya estaba acomodado, empezó con un ritmo lento, disfrutando de la estrechez de su vagina, hasta que ya no pudo más y siguió con envestidas rudas preparando su cuerpo para el clímax.
En cuanto sintió a Giselle gemir por la oleada de calor que la inundaba el se dejó llevar llegando al mayor orgasmo de su vida. Tenía ganas de rugir, de dejar asomar sus colmillos, pero tuvo suficiente cordura para mantenerse totalmente humano.
Al no ser humano por entero, su parte lobuna hacía que tuviese que quedarse dentro de ella por un rato, igual que le pasaba a un lobo o un perro, así que trató de disimular colmándola con besos y caricias hasta que pudiese salir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario