Capitulo 15
Durante toda la semana Dominique no volvió a comentarme nada del espectáculo, y aunque Tara estuvo muy ansiosa queriendo saber de que iba y no paraba de preguntarle, él dijo simplemente que ya lo veríamos. Lo que si mostró fue muchos cariños y mimos cuando estábamos a solas, casi se parecía a los soldados que parten en misión y no saben si volverán a ver a su novia, por lo que se muestran mas amorosos que nunca. Yo estaba segura de que a él le importaba mucho mi opinión sobre el espectáculo y temía que al verlo no me gustase lo que hacía y quisiese dejarlo.
Cuando el lunes les enseñé a Tara, Roger y Jake las entradas, Tara dio un tremendo grito de alegría, pues había escuchado que las funciones tenían aforo limitado y casi no quedaban entradas para el día del estreno. El grito que dio alertó a Brandon, el hermano de Roger, que entró como un loco en el salón pensando que había pasado algo malo. Fue muy divertido porque Brandon estaba afeitándose en el aseo cuando vino a socorrernos, tenía la mitad de la cara llena de espuma y la otra mitad ya rasurada, dándole el aspecto de llevar puesta una máscara bicolor. Solo hicieron falta un par de risas nuestras y un par de comentarios burlones de parte de Roger para que nos mandase al carajo o más allá. Tara retomó la conversación sobre Halloween pensando qué se iba a poner como disfraz y Jake puso una cara acongojada cuando le miró con ojos entrecerrados mientras decía que él también tendría que disfrazarse de algo en lo que fueran a juego. ¡Pobrecito Jake!, le pasaba lo que a mí, en su vida se había disfrazado salvo por las representaciones de la escuela, en el parvulario.
Aunque primeramente habíamos decidido ir al pase de las once de la noche, Tara me llamó después de comer para decirme que mejor íbamos a la primera función de las nueve, de todos modos nuestras entradas no tenían especificada la hora a la que debíamos asistir.
Estaba nerviosa, tenía un no se qué en el estomago que me decía que algo iba a pasar y por mas que me dijese a mi misma que no iba a pasar nada, la sensación no despareció. Cogí el precioso vestido y lo saqué del armario sopesando cual sería el mejor peinado que conjuntaría con él. Después de ducharme y secarme el cabello me puse un sujetador de esos que realzan el busto para que luciera mejor el escote y unas medias algo tupidas. Trabajé bastante en el cabello para conseguir a partir de una coleta un moño que fuese lo suficientemente fuerte para aguantar el tocado y el resto del pelo lo dejé caer liso hacia un lado de mi cabeza. No iba a maquillarme, pero al final si lo hice cuando descubrí que el antifaz se podía quitar. Me miré al espejo y me quedé asombrada del resultado, parecía una mujer de época, de las de clase alta, y el vestido quedaba tan bien afinado a mi cuerpo que casi parecía hecho especialmente para mí. Descubrí un precioso abanico de encaje en el fondo de la caja del tocado y lo abrí haciendo mohines como los que había visto hacer a la aristocracia en la peli “El conde de Montecristo”. La única película que se me vino en ese momento a la cabeza.
Tara, Roger y Jake llegaron a mi casa a las ocho y media. Cuando les abrí la puerta me tuve que reir bastante, Tara se las había ingeniado para vestirlos como si fuesen la familia Adams. Ella iba de Morticia, Jake de Gomez Adams y Roger de Tío Fetido.
Tara me miró de arriba abajo- Nena, estás preciosa, pero tenía que haberte avisado de lo que ibamos a ponernos, te habia reservado el puesto de Miercoles.
-No me veo con un par de trenzas y cara de pocos amigos-dije con cara horrorizada pensando en como hubiese lucido- El vestido me lo trajo Antoine, es de los del atrezzo de su espectáculo.
-Pues si es de los que usan los vampiros, quizás deberlas ponerte unos colmillitos o un poco de sangre artificial en el cuello.
-¿Sangre? Ni loca, podría ensuciarse el vestido y me pesaría que se estropease por no poder quitar la mancha.- dije mientras cogía un echarpe de seda negro que tenía de un vestido que usé en una boda.
-Chicas, dejad ya la conversación y vámonos.- Roger estaba ansioso por llegar a la casa de los Dubois- Por los comentarios que he sentido en la radio local debe haber ya una cola descomunal para entrar.
Roger no se había equivocado, la cola era inmensa y había tanto gente disfrazada como gente vestida normal.- Para cuando alcanzásemos el principio seguramente nos tocaría entrar en el siguiente pase del espectáculo.- Habían tenido que poner unas cuerdas a modo de valla para controlar la cola. Jean Luc estaba supervisando la entrada y aunque estábamos muy lejos, al final de la cola, nos reconoció y me llamó agitando su mano. Tara tiró de mí para ir hasta Jean Luc. Yo no quería utilizar el ser novia de Dominique para conseguir colarnos antes, pero ella me repetía mientras avanzábamos que si había algo que nos facilitase las cosas debíamos aprovecharlo.
Jean Luc estaba guapísimo vestido con unos pantalones negros ajustados y una levita color borgoña. Se había puesto una peluca castaña de cabello largo que estaba atada atrás con un lazo negro. Nos dedicó una gran sonrisa, luciendo unos colmillos alargados que casi parecían reales mientras nos indicaba que entrásemos. Le di las gracias y entramos por la gran puerta principal.
Tal y como me había dicho Dominique, la casa estaba ambientada totalmente. La iluminación estaba conseguida a base de gigantescos candelabros dorados llenos de velas encendidas, sobre todo la lámpara que colgaba en el centro del salón. Los grandes ventanales estaban cubiertos por gruesas y ricas cortinas verdes ribeteadas con borlas doradas. Los muebles eran bellos, en madera noble o dorados y con múltiples tallas que los recargaban a más no poder. Había un par de mayordomos y una sirvienta dedicados a coger los abrigos amablemente.
La música de violines sonaba, pero no sabría decir de donde. Todos estábamos admirando la decoración, extrañados de que no nos condujesen hasta el teatro, hasta que la música cambió para anunciar a Antoine. Lucia como un verdadero conde o marques, metido en un magnífico traje en tono champán compuesto por unos pantalones ceñidos metidos en unas botas marrones muy lustrosas, un chaleco a juego haciendo aguas, camisa blanca con ribete largo al cuello y levita, también en tono dorado.
-Señoras y señores,- dijo en su tono afrancesado, con las manos alzadas igual que el presentador de un circo y dedicando a todo el mundo una cálida sonrisa con colmillos al igual que nos había hecho Jean Luc- bienvenidos al hogar de los vampiros. Se que se estarán preguntando por qué no han sido conducidos hasta un teatro, pero es que nuestro espectáculo no es típico. Está vivo y cambia constantemente.- giró con las manos estiradas a ambos lados- Toda esta casa es un teatro en sí misma. Son libres de pasear por ella durante una hora para admirar cómo viven los vampiros en su hogar, y quien sabe, quizás alguno de ustedes quiera ofrecerse para que cenemos.- se oyeron risas y alguna que otra voz admitiendo que no les importaría si todos eran tan apuestos como él.- Descubrirán que no todo es como lo pintan en los libros, los vampiros no somos crueles, tenemos un gran corazón, dispuesto a ser capturado por alguno de ustedes si nos dejan.
Cuando dijo esto último hizo un giro de muñeca, mientras se acercaba a una mujer que le miraba extasiada y en su mano apareció una hermosa rosa roja, la olió y se la ofreció a la mujer, que se puso colorada y le dio las gracias mientras la cogía.
Antoine se fue hacia atrás, caminando de espaldas hacia donde había estado hablando y dijo antes de que la gente comenzase a moverse, sorprendidas de la manera del espectáculo.- Una última cosa, la última planta es la única a la que no pueden ir, está cerrada al público. Disfruten de espectáculo.- En un parpadeo, Antoine ya no estaba allí.
Tara tiró de mi manga para sacarme de donde tenía fija la mirada, que era donde habia estado Antoine.- Kat, ¿por donde quieres que empecemos?
-Por donde quieras, solo quiero ver que hace un vampiro en concreto y espero que lo veamos pronto.
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