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lunes, 26 de abril de 2010

Le Theatre des Vampires Capitulo 22

Capitulo 22

Caí desplomada en el suelo sobre el pequeño charco de sangre que empezaba a formarse. La droga que me habían suministrado no debía estar muy concentrada porque a los diez minutos estaba ya despertándome. Justo en el momento en que mis rescatadores rompían puertas y ventanas para entrar. El jefe estaba a mi lado en ese momento, observándome con su vil cara que cambió a una de sorpresa en cuanto los vio entrar. La claridad del día indicaba que faltaba poco tiempo para anochecer y no esperaba que llegasen tan pronto. Quizás esperaba que yo muriese antes de poder cazarlos y utilizar mi cuerpo inerte para desestabilizarlos emocionalmente, por lo menos a Dominique.
“Deja de pensar idioteces, estoy aquí ya y voy a salvarte. Trata de mantenerte despierta y tranquila, y no te muevas hasta que pueda alcanzarte, si te mueves sangrarás más deprisa”
Una sonrisa se dibujó en mis labios al sentir a Dominique. Entre puñetazo y mordisco tenía tiempo de tratar de tranquilizarme.- “Vale amor, pero concéntrate en lo que estás haciendo”
“Por ti, siempre”
“¿Quieres dejar de hablar conmigo y concentrarte en lo que estás haciendo? Si consiguen matarte antes de que puedas llegar a mí, buscaré la forma de revivirte para luego matarte yo por no haberme hecho caso”- traté de que mis pensamientos sonaran divertidos y no regañones, quería mostrarle que podía aguantar.
Me llegó una imagen a mi mente de él haciéndome burla y luego cortó nuestra comunicación. Me sentí vacía y sola, quizás no había sido buena idea decirle que se apartara de mí, quizás sí era capaz de pelear mientras me hablaba. Suspiré. Ya estaba hecho y me tocaba esperar a que llegase.
La verdad, me estaba encontrando cada vez más débil. Por si acaso, hice caso a lo que Dominique me dijo y solo traté de girar mi cabeza para poder ver qué pasaba. La habitación era un caos, todo estaba patas arriba, ninguna cosa estaba puesta en el lugar que recordaba que tenía. Podía escuchar gruñidos y golpes por todos los lados, pero mi vista no lograba distinguir a nadie, solo veía borrones en movimiento y de vez en cuando, un hombre salía despedido por el aire hacia una de las paredes. Antes de que llegara al suelo deslizándose por la pared, alguno llegaba y se aproximaba a su cuello. Lo último que llegaba a decir era un grito de dolor cuando le desgarraban la garganta.
Dominique acababa de llegar hasta mí e iba a cogerme cuando alcancé a ver al jefe alejándose. Estaba esquivando a todo el mundo y trataba de llegar hasta la habitación del mapa.
“¡Dominique, el rubio de pelo corto es el jefe! ¡Está tratando de alcanzar la primera habitación del pasillo donde tiene guardada una ballesta!”, grité mentalmente.
“Ahora vengo, mon amour”
Se hizo un borrón por la velocidad que llevaba y llegó a él en un parpadeo. Dominique alcanzó la ballesta antes que él y la partió en dos asestándole un golpe contra su muslo derecho. El hombre se echó hacia atrás sacándose del chaleco un par de botellas de líquido transparente.
-¡Detente o te rociaré con agua bendita!- dijo antes de comenzar a rezar.
Dominique giró su cabeza de lado observándolo divertido- Si lo que tratas de decir es que me hace falta bañarme te equivocas, lo hice esta mañana temprano.
Rodé mis ojos y los puse en blanco.
“Dominique, por favor, dime que ahora no te quieres meter a cómico… no te pega”
“Es que estoy harto de que todo el mundo crea que somos sirvientes del Diablo y que por eso si nos rocían con agua bendita nos quemaremos… pero bueno, si no te gusta mi sarcasmo…”
Directamente lo cogió de la camisa de debajo del chaleco y lo elevó del suelo, mostrándole sus ojos rojos de furia. Dominique los entrecerró, luego le sonrió diabólicamente- Te conozco. Tenía mis sospechas sobre quién era el que se creía el nuevo Van Helsing.
El hombre se orinó en sus propios pantalones y dejó caer los viales que llevaba en las manos, rompiéndose al contacto con el suelo.
Dominique iba a morderlo en el cuello, pero la mano de Antoine en su hombro, que se había acercado por detrás, lo detuvo.
-Deja que me encargue yo de él. Tengo en mente algo para él y su hija. Veronique la ha interceptado cuando trataba de escapar en un coche y ya la trae para acá.
Me sorprendí al saber que allí había estado una mujer, porque yo no la había escuchado. Quizás yo también la conocía y había tratado de que yo no la oyese para que no la reconociese.
Una hermosa mujer se acercó hasta mí y me cogió en brazos como si no pesase más que una pluma.- Tranquila, soy Violette. Mi hermano no tuvo tiempo de presentarnos. Te llevaré a una cama donde estarás más cómoda. Pronto vendrá él y te ayudará.
Solo asentí con mis párpados, estaba ya muy débil. Cuando pude fijar la vista en medio del mareo que estaba sintiendo, logré ver su cara. Se parecía mucho a Dominique solo que aparentaba tener unos tres o cuatro años más y sus mismos rasgos, mismo pelo liso negro y mismos ojos. Me sorprendí de saber que Dominique tenía una hermana y nunca me la hubiese presentado. Tampoco es que yo hubiese hecho algún esfuerzo por conocer a todo el clan Duboise- Le Fontaine. Luego recordé aquel día en Marten’s Coffee en el que conocí a Antoine y él dijo que Violette le había dicho que había salido. Debía de tratarse de su hermana pero no me dijo quien era. De todos modos ahora daba igual, la conocí en una mala situación pero gracias al cielo me estaba ayudando.
Violette me depositó sobre una de las camas del dormitorio de aquellos hombres y después de lamer mis heridas durante un par de minutos en cada una me miró preocupada. El ruido del exterior había cesado, lo que quería decir que la pelea había terminado al fin. Yo apenas podía abrir los párpados y respirar.
-¡Dominique, ven enseguida!- gritó Violette.
Llegó como el rayo acompañado de los demás vampiros, algunos logré reconocerlos y a otros no. Se puso de rodillas en el suelo para estar a mi altura, con lágrimas en los ojos. Yo estaba tiritando de frío, levanté mi mano para acariciar su rostro y me sorprendió ver que mis heridas eran ya solamente cicatrices, pero lo que más me sorprendió fue ver que mi piel estaba pálida a más no poder y la bajé pesadamente, sin fuerzas.
-¿A qué esperas? Conviértela antes de que muera- gritó Maximilien.
Dominique lo miró enfadado- No puedo, ella aún no lo había decidido.
-¿Y prefieres verla morir? Eres un idiota.
Dominique se levantó bruscamente, empujando a todo el mundo para que saliesen de allí. Llegó hasta Maximilien y se puso a escasos centímetros de su rostro.
-¿Cómo quieres que la cambie si ella no me lo ha pedido? ¿Y si la cambio y la condeno a una vida eterna donde no quiere estar? Vete, sal de aquí. Necesito estar a solas con ella.
Cerró la puerta tras salir el último vampiro y rápidamente se acercó hasta mí.
-Kat, no tenemos mucho tiempo- dijo agarrándome la mano- Casi has perdido toda la sangre de tu cuerpo y tu corazón late débilmente. Necesito que me digas si de verdad quieres pasar la eternidad junto a mí. Te prometo que lo haré lo mejor que sepa y que siempre te seré fiel, te amaré hasta que un día decidamos que ya no queremos estar aquí y nos vayamos juntos al descanso eterno. Te quiero y quiero que seas mía para siempre.
No había llegado a pensar mucho en ello. Dominique me gustaba mucho y aunque llevábamos poco tiempo conociéndonos, lo sentía como si lo conociese de toda la vida. Yo nunca había llegado a decirle que lo amaba, pero lo sentía igualmente. Lo que no sabía era como encajar el ser vampira si le decía que si. Lo de beber sangre me resultaba repugnante, no me veía capaz.
Mi corazón dio un último latido y se detuvo justo cuando quise contestarle. En mis pulmones ya no entraba el aire.

1 comentario:

  1. Por dios mujer, no puedes dejar las cosas asi................!!!
    necesito saber más..
    aunque bueno, si ella muere Dom puede venir por mi hehehe
    dile que yo ya me lo pense y si quiero ser vampira
    besos wapa..!!!

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